futuro

Sábado, 20 de diciembre de 2003

VIDA Y OBRA DE UNO DE LOS CIENTíFICOS DEL MOMENTO

El extraordinario universo de Mr. Hawking

Por Federico Kukso

Las encuestas suelen ser engañosas, simplistas, y casi nunca le pegan, pero pueden aclarar un poco el panorama. En diciembre de 1999, la revista Physics World les preguntó a 250 físicos de todo el mundo cuáles eran las figuras más descollantes de todos los tiempos en ese campo. El “top ten” fue encabezado por Albert Einstein (¿quién otro si no?), seguido por Isaac Newton, James Clerk Maxwell, Niels Bohr, Werner Heisenberg, Galileo Galilei, Richard Feynman, Paul Dirac, Erwin Schrödinger y Ernest Rutherford. Un verdadero Olimpo de la física.
Sin embargo, algo no estaba bien. Entonces, la pregunta cayó de madura: ¿y qué pasó con “el científico vivo más famoso e inteligente del mundo”, “el heredero indiscutido de Einstein, Newton y Galileo”, aquel hombre delgado que utiliza una super-silla de ruedas como cuerpo en lugar de su cuerpo inmóvil, ese misterioso señor llamado Stephen Hawking? Respuesta: salió último. O algo así: el prestigioso físico inglés, titular desde 1979 de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas en Cambridge (ocupa el mismo sillón que alguna vez fue de Newton y Dirac), recibió apenas un solo voto, como Aristóteles, Christian Doppler, Euclides, Leonhard Euler y Albert Michelson, entre otros.
El episodio tuvo muchas lecturas, pero casi todas dejaban entrever la misma espinosa cuestión: ante el escrutinio científico, la figura del célebre Hawking había sido inflada mediáticamente de tal manera que su trabajo es considerado por sus pares sólo una nota al pie en la física. Es que la comunidad científica se alinea en dos bandos con respecto al “astro de Cambridge”: unos creen que es una de las mentes más brillantes que habitan la Tierra (que construyó junto a Roger Penrose la teoría del Big Bang, una de las más aceptadas en ciencia), que le pasaron cosas muy duras y que logró sacar algo bueno a todo eso. Otros, los más radicales, lo consideran un autopublicista nato intoxicado por la fama, una máquina de hacer dinero (se calcula que gana alrededor de 1,5 millón de dólares por año), un “emperador todopoderoso” y un “manipulador consumado” (estas últimas dos son opiniones de su ex esposa Jane Wilde, que en 1999 publicó el libro Music to Move The Stars, donde literalmente lo destroza). Lo de mediático muy mal no le queda: fue estrella de los comerciales de los anteojos Specsavers y de la empresa de inversión Egg Investments, y apareció como invitado especial en episodios de la series Viaje a las estrellas: nueva generación, Futurama y Los Simpson.

Una mente brillante
Nacido en Oxford (Inglaterra) el 8 de enero de 1942 (exactamente 300 años después que Galileo), Hawking primero fue tentado por la matemática (en contra de su padre, que quería que fuera médico) para terminar luego en la física y la cosmología. A los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (también conocida como enfermedad de Lou Gehrig), que ataca a las neuronas motoras y condena al enfermo paulatinamente a la inmovilidad total. Pese a que le informaron que moriría en tres años (sólo el 5 por ciento de los pacientes que sufren esa enfermedad sobreviven más tiempo) hoy sigue vivito y coleando, a bordo de una silla de ruedas última generación y con un sintetizador de voz computarizado (que emite 20 palabras por minuto) como única forma de comunicación con el mundo. Se casó dos veces. Primero con la citada Jane Wilde, con la que tuvo tres hijos y luego, en 1995, con Elaine Mason una de sus enfermeras (justamente ex esposa de quien le diseñó el aparatito a través del cual habla seleccionando palabras y frases de un monitor computarizado).

Amo del universo
Crítica más, crítica menos, en 1988 Hawking produjo un batacazo. Siguiendo los ejemplos de George Gamow (Uno, dos, tres, infinito), Carl Sagan (Cosmos, 1982), Steven Weinberg (Los tres primeros minutos del universo, 1977), Hubert Reeves (Paciencia en el azul, 1986) y Stephen Jay Gould (El pulgar del panda, 1980), probó suerte en la divulgación científica al publicar Breve historia del tiempo. Y le fue más que bien: con 25 millones de ejemplares vendidos, se transformó en el best-seller de no ficción más importante de todos los tiempos, aunque muchos admiten no haber leído más allá de la página 20 por considerarlo bastante complejo.
Allí, de un modo elegante, aunque oscuro, intenta esbozar para los legos en el tema una explicación de cómo empezó todo y qué son los agujeros negros sin emplear otra fórmula que la conocida E=mc2. Hawking asegura que inmediatamente antes del Big Bang el universo era como una arveja suspendida en un vacío sin tiempo y que pasó por un período de rápida expansión llamado “inflación”, teoría debida a Alan Guth. Como conclusión de su teoría llamada “inflación abierta”, argumenta que el tiempo nunca tendrá fin y que el universo se expandirá para siempre.
Historia de dos libros
Trece años después, Hawking volvió a la carga con El universo en una cáscara de nuez (Crítica-Planeta, 2002), título inspirado en un pasaje de la escena 2 del segundo acto de Hamlet que dice: “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito”.
Hawking parece haber aprendido la lección (y escuchado a varios de sus lectores y especialmente a sus editores) al actualizar sus complejas teorías sobre el nacimiento del cosmos con un lenguaje asequible y aún más claro para que la mayoría pueda al menos llegar a la página 200. Así, recurre al humor y fundamentalmente a excelentes ilustraciones para emprender “ese extraordinario viaje por el espacio-tiempo, hacia un increíble país de las maravillas en el que partículas, membranas y cuerdas danzan en once dimensiones, allí donde los agujeros negros se evaporan y desaparecen llevándose consigo su secreto, y donde habita la pequeña nuez, la semilla cósmica originaria, de la que surgió nuestro universo”.
Con excepción de los capítulos 1 (“Breve historia de la relatividad”) y 2 (“La forma del tiempo”) que forman un tronco central, los demás cinco capítulos pueden ser leídos en el orden que uno elija.
Los ingredientes para un buen banquete físico están servidos: supergravedad, supersimetría, teoría cuántica, Relatividad General, membranas de diez dimensiones, teoría M, holografía, dualidad, supercuerdas y p-branas... conceptos de moda en las actuales fronteras de la física teórica.
Con el propósito de profundizar en una teoría capaz de unificar las leyes de lo más grande con las de lo más pequeño, El universo en una cáscara de nuez cumple con los requisitos de un buen libro científico (esos que no acumulan polvo en las bibliotecas simplemente porque uno recurre una y otra vez a ellos): es claro, legible y entretiene.
A diferencia de Breve..., este último libro ya hizo acreedor a Hawking a un premio que cualquier divulgador científico desea tener: el Aventis Prize for Science Books (premio de £10,000), uno de los galardones más prestigiosos en esto de la popularización de la ciencia. Sólo el tiempo (escurridizo e infinito) dirá si logró aplacar los ánimos de sus detractores... y los de su ex esposa.

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Hawking visitó a la amarilla familia de Springfield. Derecha: la tapa de su último libro.
 
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