Las cifras de la contaminacion luminosa
El trabajo de Cinzano, Falchi y Elvidge se resume en un gran planisferio que muestra, con distintos colores, los distintos niveles de contaminación. Y a primera vista lo que se hace más obvio, lógicamente, son los grandes manchones que corresponden a las capitales de los distintos países y a otras grandes ciudades. Pero también, y en menor grado, a sus alrededores, aunque no haya lugares habitados.
Veamos ahora los datos globales: “Dos tercios de la población mundial vive en lugares con algún grado de contaminación luminosa”, dice Elvidge. Eso significa que 4 mil millones de personas ya no tienen cielos oscuros como los que existían en todas partes hace apenas cuatro o cinco generaciones. Los datos son mucho peores cuando uno focaliza en las regiones más desarrolladas: el 99 por ciento de los europeos y los norteamericanos vive en sitios afectados, en mayor o menor grado, por este problema. Y en algunos lugares más específicos, como el Este de Estados Unidos, el Oeste y el Centro de Europa y ciudades de Japón y Corea del Sur, el cielo está tan cargado de luz artificial que jamás alcanza un nivel de oscuridad mayor al de un crepúsculo (el período de alrededor de 1 hora que antecede a la salida del Sol o que precede a su puesta). Y hay más: un quinto de la humanidad (unos 1200 millones de personas) ya no pueden ver la Vía Láctea en su cielo, lo que marca una suerte de límite crítico en las escalas de polución luminosa. Pero en Estados Unidos ese porcentaje es del 70 por ciento, y en Europa, del 50 por ciento. Y, lejos de detenerse, la tendencia aumenta: los autores de este “Primer Atlas Mundial del Brillo Artificial del Cielo Nocturno” estiman que en los países más desarrollados la contaminación luminosa crece a un ritmo anual de entre 5 y 10 por ciento.