Sábado, 28 de noviembre de 2015 | Hoy
CINE
Un padre muere y su hija se dispara al mundo en busca de su mamá. Lo que pasa en el medio de ese trayecto es el relato de Cómo funcionan casi todas las cosas.
Por Marina Yuszczuk
Celina atiende a su papá en modo automático, como tantas personas que tienen otrxs a su cargo durante mucho tiempo: le deja la comida preparada, le lleva el té a la cama, separa con cuidado las pastillas que le tocan para ese día. Siempre vivió con él, que ahora está enfermo, y no se pregunta si lo cuida porque lo quiere o porque debe o simplemente porque está ahí. Tampoco se pregunta muchas otras cosas, adaptada silenciosamente a una vida en un paraje solitario de la provincia de San Juan y a un trabajo solitario en una cabina de peaje. Sólo se mueve, de acá para allá, de la casa al trabajo y de vez en cuando a una changa que tiene con un amigo que la pretende (Esteban Bigliardi), sin que a Celina le alcance la intensidad para echarlo o aceptarlo de una vez por todas. Es que en una película que tiene el atrapante título de Cómo funcionan casi todas las cosas se dice casi desde el comienzo, lo dice un vendedor un poco chanta de bigote y pelo engominado (Rafael Spregelburd), que algunas cosas son así, “y ya está”.
La primera película de Fernando Salem y Esteban Garelli, que en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se quedó con los premios Mejor Director de la Competencia Argentina y Mejor Guión Argentino de todas las competencias, parte de ese personaje interpretado por Verónica Gerez, tan atractiva como la película que la rodea, con esos ojos resignados y un cuerpo excesivamente contenido que es mucho más elocuente que la propia Celina en revelar la dificultad para moverse entre otrxs. El padre de la chica muere muy pronto y, como si hubiera levantado el ancla que la mantenía en casa, Celina empieza su vagabundeo, llevada por la fantasía. La idea es trabajar en algo que le permita ganar más plata en poco tiempo para ir a conocer a su madre, que según le dijeron vive en Italia. El método es vender unas enciclopedias llamadas Cómo funcionan casi todas las cosas, y la galería de personajes que se depliegan a partir de los dos empleos de Celina es imperdible: la compañera del peaje (Miriam Odorico), que hace crucigramas para pasar el tiempo, el referido gerente de ventas a cargo de Spregelburd, con aires de predicador evangelista, y luego, fundamental, la vendedora experimentada que la acompaña en sus primeros intentos de comerciar sabiduría y soluciones mágicas por billetes.
Ella es Raquel (Pilar Gamboa) y también tiene una historia, un auto viejo y un hijo al que no se le hace fácil soportar. Además, la imagen empresarial que pretende ofrecer con tacos, camisa y pollera tubo queda tan desamparada en las rutas polvorientas de la provincia por las que siempre anda despeinada y con calor, que Raquel salta a la vista como un personaje en conflicto, y el hijo que muchas veces lleva en el asiento de atrás suele recibir como gritos las descargas de esa amargura. Cómo funcionan casi todas las cosas es por momentos una road movie que cruza fugazmente el desencuentro de Celina y su mamá con el de Raquel y su hijo. Y eso es suficiente, porque lo hace con sutileza y con cine, mostrando más de lo que dice. Después está la trampa comercial, digamos, la de la editorial norteamericana que pretende que un libro puede revelar, por la módica suma de poco más de 300 pesos, las respuestas a los principales problemas de la vida, y también la de complicar la trama con intertítulos literarios para hacer que todo gire alrededor de ese libro, o tratar de que mucho de lo que hacen los personajes coincida mágicamente con lo que podría decir la enciclopedia. Tal vez la película podría prescindir de la literatura, porque sus fuertes están en el cine y no necesitan ayuda: en sus actrices y actores (María Ucedo aparece, casi como un regalo, sobre el final), en el atractivo de los personajes y en la sensibilidad para plantear el abrazo y la reconciliación, la de Raquel con su nene por ejemplo, como el amparo más fundamental en el desierto.
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