Jueves, 31 de diciembre de 2015 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
La prehistoria de los atavíos acuáticos remite a un vestido verde con flotadores añadidos a sus sisas y un conjunto de túnica y pantalón tejidos en punto color chocolate rematado por una camisa bordada: al primero lo ideó en 1780 una aristócrata que frecuentaba las playas de Margate y al segundo lo usó la reina Hortensia de Beauharnais en 1812 y para zambullirse en aguas terapéuticas. Del lado de la industria, en 1861 la firma de tejidos Caen fue artífice de un traje a rayas de una sola pieza, lo más parecido a una fusión de calzoncillo y camiseta con el bonus track de un corsé de caucho resistente al agua. Lejos de los trajes cuyas texturas tecnológicas provocan nadar con mayor velocidad o secarse en instantes, su arcaica hechura apenas permitió dar cortas brazadas. Las morfologías contemporáneas fueron vaticinadas por el modelo patentado en 1900 por Monsieur Maillot (el diseñador de trajes para los bailarines de la Opera de París) y luego predicadas desde el manual de estilo de la nadadora australiana Annette Kellerman. En 1907 Kellerman provocó al establishment de la natación con un traje de una pieza, que al carecer de enaguas y de frufrús que camuflasen su anatomía le valió un arresto en las playas de Boston. Cuando en 1920 la firma norteamericanas Jantzen creó los primeros trajes de baño en tejido elástico, los destinó a las deportistas. Del lado de las diseñadoras de alta costura que celebraron atavíos de playa, mientras que en 1930 Jean Patou abrió una boutique en Deauville y otra en Biarritz, consagradas a bañadores y con acentuadas diferencias conceptuales entre las líneas para el agua de mar y para zambullirse en una pileta, la surrealista Elsa Schiaparelli creó modelos de estilo deportivo compuestos por un kit de musculosa a rayas, short y botitas al tono ideadas para caminar junto al mar. Las clásicas fotografías de Louise Dahl Wolfe con bañistas caracterizadas cual efigies emblemáticas de 1940 vistieron los trajes de baño realizados en jersey por Claire Mc Cardell, la precursora del sportswear. Desde el título Riviera Style: Resort & Swimwear desde 1900, el Museo de la Moda y el textil de Londres presentó durante 2015 una muestra que abordó un recorrido historicista por los artilugios para baños de mar y en piscinas durante el siglo veinte y lo que va del siglo veintiuno: del paso del agua como prescripción medicinal a la pasarela para exhibir los cuerpos y la coartada para el hedonismo. Curada por la historiadora de moda Christine Boydell, reunió bañadores, pareos, pijamas de playa, bikinis y sin omitir los modismos de las musulmanas. Aquí y ahora, el nuevo y co-grito de la moda en trajes de baño, remite a los enteros o enterizos y también a los dos piezas con apariencia retro que proponen los catálogos y las vidrieras locales. En Caro Cuore los modelos en negro o azul marino ostentan escotes pronunciados que se ajustan con cierres, en Aynotdead se imponen los bañadores blancos despojados de ornamentos y los de superficie animal print, mientras que en Pesqueira Tm surgió una trama de botánica en azulinos como consecuencia de una alianza con Lycra. La firma Class Life celebró sus treinta años en la industria local y compiló todas sus campañas: varios de los modelos enteros que asoman en el look book de 2016, desde sus morfologías recuerdan a los enterizos que vistieron las campañas gráficas de los comienzos aunque innovan en los textiles y en las combinaciones cromáticas.
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