Viernes, 29 de enero de 2016 | Hoy
ESCENAS
El grupo Caviar estrenó Club Capo Cabana, con el virtusiosmo de siempre y la faceta más camp de su historia.
Por Alejandra Varela
Entrar para que todo ocurra, para que las plumas y el maquillaje desbordante recuerden que el teatro es también un modo de habitar un espacio, una ceremonia que ocurre entre escaleras y luces y acomodadores elegantes que celebran la llegada al Kabaret.
Se trata, entonces, de inventar ese clima, de buscar entre las fotos que hacen del Maipo un museo teatral, en esos personajes femeninos que recorren las mesas con una composición relajada, sin impudicia ni divismo, una diversión de otra época.
El género del cabaret fue la experiencia que encendió en Bertolt Brecht el trazado de un teatro que pudiera unir la política con la espectacularidad, que fuera disfrutable y a la vez, dejara esa huella de crítica que lxs comediantes derraban cuando afuera el frío y la niebla de una Berlín al borde del terror mantenía a sus espectadorxs un tanto aturdidxs pero deseosxs de una música que los despertara.
Pero el cabaret ya no es un refugio como señalaba Joel Grey en la película de Bob Fosse, tampoco es el lugar de lo prohibido. Hoy puede disfrutarse como una estética que exige histrionismo y precisión, sensualidad y virtuosismo. Y allí está el grupo Caviar para que esos cuerpos que hacen de lo femenino una escritura donde se anexan y se aplican formas grotescas y sutiles, donde la ambigüedad parece ya casi invisible porque lo que importa es la actuación, el humor y la magia que materializan, rescaten un género que en la Argentina pudo cruzarse con el teatro de revistas y que hoy es posible apreciar más allá del contexto. En una sociedad capaz de liberar lo que el cabaret resguardaba como osadía, incluso de asimilarlo a su mecánica industrial para ofrecerlo y saturarlo, ese género de la noche y el baile encuentra su faceta más camp.
Como lo definía Susan Sontag, lo camp es esa sofisticación que busca el artificio de una manera estética y hace de lo formal una totalidad que ahoga cualquier lectura intelectual o política. Siente una fascinación por lo decorativo y es sensiblemente andrógina. Ama ir en contra del propio sexo tanto como el doble sentido que nunca deja de ser un poco ingenuo.
Lo femenino en Club Capo Cabana aparece no sólo en esas figuras donde la naturaleza, la cirugía o el simple relleno falso desandan esa mascarada, esa tensión que el transformismo señala como posibilidad dramática, sino principalmente en una comicidad que atesora recursos del cine mudo donde el movimiento se sostiene en una coreografía para contar y construir un mundo en el despliegue de los cuerpos. En este sentido el cuadro de las dactilógrafas opera como síntesis para señalar que la fastuosidad del vestuario, la música, la exactitud de la mímica, son una narración sostenida en la capacidad actoral.
Lo visual no es sólo el deslumbramiento de los trajes brillantes que intervienen como escenografía. La escena donde una Marlene Dietrich casi dibujada por Tim Burton se muestra caracterizada con unos brazos larguísimos, entiende que la belleza también puede ser hablada desde la deformidad y que la risa es esa extensión, ese dato que no encaja, ese gesto final de una madre que esnifa y abre otra historia, esa complicidad permanente de Walter Soares con la platea, esos detalles que permiten poner en crisis y burlarse del mismísimo género del cabaret. Como si después de todo, nada debiera ser tomado muy en serio y en el instante donde resuena la voz exasperante y experta de Libertad Lamarque se pudiera revelar la absurdidad de su canto.
Ese doblez que Caviar inventa mientras los fantasmas aparecen y el desfile final recuerda esa cuenta regresiva que acompañaba a Bjiork hacia la horca en Bailarina en la oscuridad. Su personaje en el film de Von Trier amaba los musicales y se entristecía con la última canción que la devolvía a lo real con toda su saña.
Este Caviar después de Jean Francois Casanovas se encuentra con Fosse y con Von Trier al hacer del dolor de la muerte, de la despedida, un show.
Club Capo Cabana - Grupo Caviar, dirigida por Walter Soares, con las actuaciones de Gabriela Figueroa, Viviana Fiorito, Johanna Ferrau, Marcelo Iglesias, Juan Salas, Facundo Vivona, Mauricio Guzmán y Soares se presenta de miércoles a domingos a las 21:30 en el Teatro Maipo.
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