Viernes, 12 de febrero de 2016 | Hoy
VISTO Y LEíDO II
En el primer libro de poemas de una artista visual se cuestionan los límites verbales de la representación con el perfume de la extrañeza.
Por Daniel Gigena
“Cuando vuelan los pájaros arman la forma de otro animal”, se lee en uno de los poemas, no todos en verso, del primer libro de Mariana López (Buenos Aires, 1981). Artista visual, López estudió Letras y Artes en la Universidad de Buenos Aires y participó de la Beca Kuitca en 2011. Ese mismo año publicó poemas en una antología editada en Fráncort. En Velorio y velódromo, las letras y las artes funcionan a veces como matrices de los textos, a la manera de marcos donde se desarrollan tramas mínimas o estalladas. En otras ocasiones los cuadros, las lecturas, las palabras o esculturas son motivos incidentales, piezas sueltas de una forma mayor, indicios compositivos: “me veo reflejada/ en el picaporte de bronce/ como si fuese un retrato/ de Lucien Freud”. Eso pasa incluso con las siglas: “OCCV. Eso es que él escribe en la pared, con un lapicito que tiene siempre a mano, porque es un gran dibujante, al borde la cama, cada vez que terminamos de tener relaciones: ‘odio coger con vos’”.
Los textos de López, entre los que se incluyen cartas y narraciones de sucesos cotidianos acaso soñados, se asemejan al guión de un film que no descuida los viajes al pasado mediante el recurso, de nuevo, a la imagen física: “En esta foto estoy disfrazada de bailarina, al lado está mi hermana. De chica quería ser bailarina pero en vez de bailar me la pasaba dibujando bailarinas terminé siendo pintora”. Esa inocente paradoja –temporal y vocacional– abre el libro y esclarece, además, el mecanismo creativo. “En un momento, hacer arte para mí era poner en relación dos cosas que no tenían nada que ver, generando el misterio de si se está armando un tercer sentido o no”, cuenta la autora. Es así como la foto de una niña bailarina puede desencadenar el relato de los días de la artista como nómada extraviada en el espacio y en el tiempo: “Japón, máquina, pulpo, langostino/ Corrientes, Dorrego,/ Holanda, entrevista, pesadilla/ galerista, Japón, mundial/ Florencia”.
“El texto era como una especie de máquina –añade–. Como una licuadora, en donde uno va agregando elementos, y la edición es un momento de ese proceso que se congela y en que las partes quedan combinadas de una determinada manera, pero en verdad esas combinaciones son infinitas.” Como ocurre en algunos de sus trabajos pictóricos, la escritura de López utiliza varios elementos organizadores: el archivo, el montaje y la autobiografía: “Veo mi futuro reflejado en el picaporte de la puerta:/ voy a estar leyendo en un bar, pelada”. Los límites de la representación estructuran Velorio y velódromo, que, como indica con elegancia el título, abunda en muertes, en vidas amenazadas por la enfermedad y la vejez, en la velocidad y en la danza de las semejanzas. “Ezequiel Alemian, que fue la persona con la que trabajé la edición, me dijo: ‘Vos te hacés la moderna, pero los temas del libro son clásicos: la muerte aparece todo el tiempo’. Justo en ese momento me habían regalado un libro con imágenes de Hans Holbein el Joven. Eran los grabados de la serie La danza de la muerte, que representan una idea tradicional: cómo la muerte va danzando con distintos miembros de la sociedad”, cuenta López. A la sociedad convocada en el libro la integran madre y hermana, amantes, novios con cáncer; médicos de narices, secretarias y alumnos que contagian deseo, aunque: “no sabés de tu padre/ objeto embarazado/ cajita china”. El desconocimiento es una de las fuerzas ocultas de la escritura.
“El hecho de que no se sepa bien dónde termina un texto y dónde empieza otro es lo que le da unidad formal al libro. Eso a algunos lectores les hace un poco de ruido, pero me parece que es la apuesta más fuerte. Que la narrativa, de alguna manera, se desarme en unidades menores, que son los poemas, y éstos, en versos, que a su vez se vuelven a juntar generando prosas”, grafica la poeta-artista. El diario personal, la anécdota, los diagnósticos y pronósticos, además de las sentencias (“sos un imbécil/ eso te protege”), alimentan el animal de formas múltiples, que como el pulpo cerebral que cierra el libro, “maneja velocidades distintas con los tentáculos”.
Velorio y velódromo
Mariana López
Vox
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