Viernes, 29 de abril de 2016 | Hoy
ARTE
Alejandra Fenochio, la pintora que se entromete en la vida de personas que suelen pasar desapercibidas para retratarlas, tiene dos muestras en curso en Buenos Aires: una llamada Puente y otra llamada Río: dos fronteras. Porque ella es una artista que las cruza para buscar a quienes están del otro lado, hombres y mujeres que de su mano agradecen el privilegio de perpetuarse en el marco de una obra de arte.
Por Cristina Civale
Un conjunto de retratos de pequeño formato donde se da vida a quienes viven del otro lado del puente que une la zona más o menos turística de La Boca con la isla Maciel. Eso es Puente, la parte de Alejandra Fenochio en Viceversa, una muestra colectiva que se exhibe en el bar de la Fundación Proa, en el llamado Espacio Contemporáneo coordinado por Santiago Bengolea, muestra que fue curada por el colectivo Etcétera integrado por Federico Zukerfeld y Loreto Guzmán. Viceversa, cuenta Guzmán a Las12, es un “proyecto que fue pensado en primera instancia en el vínculo entre institución, artistas y público. En ese sentido el barrio era la pieza clave y fundamental para el proyecto, así que cuando comenzamos a pensarlo uno de los primeros protagonistas debía ser el o la vecina. Al pensar en este personaje nos preguntamos sobre el comportamiento del vecino o vecina como público ¿Cuál sería el recorrido de una vecina al visitar Proa? ¿Comenzaría por una vista panorámica de su barrio desde la terraza? ¿Optaría por sumergirse directamente en la sala principal? ¿Iría acompañada, invitaría a otros a visitar el espacio? ¿Qué sensaciones u opiniones le provocarían las obras expuestas? ¿Y si además de vecina también fuese artista?”
Fenochio vive a la vuelta de Proa, aunque no la visita con asiduidad, y fue una de las razones por la que los curadores la eligieron para formar parte de la muestra. Pero quizá la razón de más peso es que Fenochio elabora un contraste de su pintura frente al auge exacerbado de la fotografía documental en el sistema de arte contemporáneo. “Nos interesa ese contraste y el tiempo que maneja en la pintura –continúa explicando Loreto–, ya que generalmente trabaja con modelo vivo, lo que le obliga a mantener vínculos temporales con los objetos y sujetos que investiga, de manera errática y accidentada, lo que convierte a su pintura en una investigación militante en la que ella se involucra con los lugares, personas hechos por periodos largos y con una seriedad impresionante. Además es una pintora extraordinaria con un trabajo absolutamente contemporáneo, ¿qué más contemporáneo que la realidad social de la Isla Maciel?”.
Fenochio fue al puente por primera vez cuando trabajaba en el Plan Cultural en Barrios en una escuela de La Boca en la calle Necochea en el año 1988 con sus alumnxs. El deterioro hizo que no lo frecuentara más. Después de haberlo evitado durante años dado su estado de abandono, se volvió a acercar en 2010 cuando estaba restaurado. Lo primero que le llamó la atención fue la información política de los trabajadores. “Así me enteré la historia de lo que había pasado allí –cuenta Alejandra–. Fui a reuniones de trabajadores en La Boca y en la Isla Maciel. Participé de La Noche de los Museos que Vialidad y los trabajadores realizan allí paralelamente que en toda la ciudad, tomé muchos mates y comí algunos guisos. Ofrecí taller para niños, fui a ver espectáculos”.
Los protagonistas de la serie el Puente fueron por primera vez a Proa cuando se inauguró la muestra. Un espacio de arte que se planta en su territorio, por el que pasan a diario, jamás los convocó a entrar. Recién cuando sus rostros fueron colgados en las paredes conviviendo ahora con la muestra de MAXXI, con los retratos del Papa y Mao, entre otros, sintieron que tenían permiso y razón para entrar al espacio de arte.
“Cuando el Grupo Etcétera me invito a participar de Viceversa en Proa –cuenta Fenochio– me pareció interesante que esos boquenses, mucho más boquenses que todxs los que pasan por la Fundación, jamás habían entrado allí. Porque no tenían motivo, ni los habían invitado. Ahora tienen un motivo. Entran para ver una pintura que los retrata” dice. Así lo contó Mario de Los Pibes. El día de la inauguración subía las escaleras con su hijo y su mujer y el pibe le preguntaba a su papá si estaba seguro que “ahí adentro” había un retrato suyo.
Los días anteriores a la inauguración Fenochio fue a invitarlos a sus casas, pegó carteles en las carteleras del Puente y les explicó a los “otrxs” vecinos cómo sería. “Traté de convencerlos de que era importante que estuviesen ese día”.
Lo mismo sucedió en Rosario con los pescadores de su serie Río que ya se inauguró en el Macro de esa ciudad y que ahora llega a Barraca Vorticista de Buenos Aires. “Los pescadores entraron al museo, a ese impresionante edificio hecho de silos de colores que por supuesto conocen sólo por fuera. Cuando vieron sus retratos noté que se sentían enaltecidos– dice Fenochio y continúa. En los dos casos aparece la propia identidad como algo importante, la pertenencia a un grupo que se visibiliza a través de las pinturas, los enorgullece”. La gesta de Rio comenzó porque cada vez que la artista visitaba Rosario se sentía cautivada por los pescadores colgando en los puestitos. De ese hechizo surgió su deseo de pintarlos y así fue como en diferentes viajes y jornadas de seis horas fue captando lo que veía en imágenes. “Adoro Rosario, ciudad donde río y voy al río –cuenta–. Entonces este proyecto fue tal vez una excusa para pasar más días allí, en las márgenes del Paraná. Como una viajera curiosa y decidida con mi valija de pinturas y algunos bastidores pinté estos 25 retratos y paisajes en ambos márgenes del río en sucesivos viajes que realicé durante 2015 a la ciudad y cruzando, en el margen de Victoria que los rosarinos llaman ‘la isla’”.
Las familias de pescadores que unen las dos orillas fueron retratadas en su faena diaria procesando y exhibiendo con naturalidad en puestos ribereños la mercancía producto de su trabajo, orgullosos de los frutos de río.
Mientras, enormes, bigotudos, decapitados, plateados y sangrantes, los pescados cuelgan de ganchos donde son mojados una y otra vez como si así pudiesen revivir.
Acompañan la muestra paisajes de las noches, los atardeceres y la desbordante naturaleza isleña de camalotes e incontenibles aguas. Juan Chiesa, creador del ciclo televisivo “Conceptos para Interpretar la Imagen” escribió un texto lúdico sobre Río, en uno de sus párrafos intenta delinear a la artista: “Alejandra ríe, se ríe, afirma en primera persona: “río”. Alejandra ríe como un torrente de vida. Como un cause dragado que da paso al calado más profundo. (…)
Alejandra desborda el paradigma de la coherencia, se sumerge en las profundas y oscuras aguas de la coherencia. Coherencia y dignidad se entremezclan en una paleta de remolinos. No tiene red, tiene género, es todos los géneros. Alejandra es probablemente la más contemporánea de las contemporáneas, imprime todos los tiempos en un solo tiempo. Fenochio se desangra y ríe, grita con una paleta de colores fuertes: “estos moncholos han sido pescados hoy igual que ayer, igual que antes que hubiera un antes”. A la Rosario que se piensa genéticamente europea, Fenochio le estampa un ramillete de moncholos, la devuelve a los tiempos de la caza y de la pesca. Alejandra Fenochio es tan contemporáneamente irreverente que se permite ser sensible. Se interna en la noche, navega en la penumbra, se aleja a una distancia prudente de su modelo y enfoca con trazo vigoroso, enfoca y retrata el perfil de una Rosario nocturna vista desde la isla, desde una isla que se sabe tierra virgen, amenazadamente virgen”.
Así es, Fenochio disfruta explorando territorios y dejándose magnetizar por historias e imágenes para tratar de interpretarlas y convertirlas en cuadros.
“La pintura, como la ejerzo, tiene la suerte de necesitar mucho tiempo, eso hace que las relaciones sean más verdaderas y confiables. Me gusta que no sepan de mí, ni lo que hago y que eso vaya develándose en el trabajo, de a poco”, concluye con una humildad que no es cuento.
Río. Barraca Vorticista. Estados Unidos 1614, Rosario. Hasta el 4 de junio.
Puente. Fundación Proa. Espacio Contemporáneo. Av. Pedro de Mendoza 1929, CABA. Hasta 11 de junio.
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