Viernes, 27 de mayo de 2016 | Hoy
ESCENAS
En Prueba y error, el personaje de una niña va llevando las riendas de una narrativa que intenta desenmarañar las complejidades de las familias urbanas.
Por Alejandra Varela
Cuantas veces habrá pensado que no la querían, que nacer fue el hecho maldito, la causa de la locura de su madre. Camila ve el mundo de lxs adultxs entre el remolino de muebles, de puertas que se cambian de lugar, de focos de luz que ocupan la escena como carceleros para volverla más oscura. Sabe que nunca va a ganar una medalla en las competencias de natación porque es la única de sus compañeras de colegio que no tiene pileta. A su padre no le gustan los esnob, por eso la educa en desechar esa vida que para Camila es la plenitud donde la infancia no parece una carga incómoda que los adultos se pasan como un manojo de flores porque nunca hay tiempo ni ganas, porque la chica tiene que entender que su padre es un artista y su mamá no está muy bien y sus tíxs se besan, se engañan y ella lxs descubre pero lo que Camila sabe deberá guardárselo porque ella tiene doce años aunque la traten como una adulta. Su deseo se amontona en las posibilidades de sus padres. Ella lxs observa y aunque se sentirá descartada nunca dejará de ser el eje de ese mundo.
La torpeza de lxs mayores va mutando en el texto de Prueba y error en una forma desamparada de cariño. Lo que al principio parece desazón, egoísmo, una sinceridad aplastante que hace de la maternidad y la paternidad una tarea sin solemnidades ni idealismo, simple rutina para la que no todxs están preparadxs, se convierte mientras la obra avanza y el personaje de Camila aprende a ubicar su voluntad en una zona que lxs confronta y debilita en sus aseveraciones, en una práctica insegura pero genuina del amor.
Esa manera de advertir el dolor con cierta levedad, como si todavía no hubiera impactado en la sangre y la cercanía de la infancia lo hiciera soportable, desencadena una energía tan amplia que desajusta el tono gastado de lxs adultxs. Ellxs están perdidxs y el escenario es una confusión de objetos y de figuras ausentes que hacen gestos en un simulado fuera de escena y operan como interferencias para que los diálogos queden truncos. Juan Pablo Gómez elige componer una escena caótica en la que Camila siempre funciona como centro, una fuerza solar que los determina. Quien parecía más débil interviene como el resplandor de acciones un poco más articuladas. Si lxs adultxs no saben lo que quieren, si ese realismo sucio en el que están sumergidxs lxs hace negar lo que dicen y verse impotentes en un afuera donde siempre parece estar lloviendo, Camila actúa como el cerco que va tallando nombres en cada frustración.
Lo que no supiste hacer es lo que tus hijxs te demandan y no podes darles. Eso resuena en la chica aunque jamás lo mencione. Las noches frente al televisor tomando whisky, los objetos e instalaciones intrascendentes de su padre, la madre siempre en camisón, atormentan porque desarman cumpleaños, porque no está la firma ni los pasajes para ir al sur, porque Camila no es Natacha, la líder, la que tiene una mansión con perros japoneses y un racimo de trofeos en su cuarto.
Hay algo de la estética Tolcachir en esos diálogos descarnados, donde la risa se defiende de tanta crudeza, donde el pudor y el límite que el otrx sugiere, lxs ha abandonado para dejarlxs en su capsula, peleando contra el espejo. Es Camila la que lxs humaniza. Si en algún momento la chica aparenta estar en peligro, si entre tanto abrazo y caricia adulta la falta de intimidad podría decantar en tragedia, la dramaturgia se va encontrando con las debilidades de los personajes y Camila es la única salvada en el vendaval de muebles y lamentos.
El padre logra interpretar en el comportamiento y las palabras de su hija un mecanismo que le permite integrarse. La madre no consigue verla con distancia, y al ser Camila la explicación, la base que determina sus lugares en la escena, la madre seguirá perdida.
Prueba y error, escrita y dirigida por Juan Pablo Gómez, con las actuaciones de Anabella Bacigalupo, Luna Etchegaray, Patricio Aramburu, Nahuel Cano y Alejandro Hener, se presenta los jueves a las 21 en Timbre 4.
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