Viernes, 14 de octubre de 2016 | Hoy
XXXI ENM > INTENSO DEBUT > AGENDA NUEVA
Dos talleres se abrieron por primera vez en el Encuentro y fueron tan concurridos que multiplicaron sus comisiones y espacios de discusión: Mujeres y cannabis, y Mujeres afrodescendientes. En el primero, la criminalización del autocultivo, el uso medicinal y la madurez social para plantar la modificación de la Ley de Drogas fueron los temas más calientes; en el otro, identidad, reconocimiento del Estado, racismo e hipersexualización de la mujer negra.
Por María Mansilla
“Tengo la planta tatuada en mi espalda. Entraba a neonatología en camisón escotado y con la hoja dibujada ahí, era fuerte pero tampoco merecía una discriminación semejante. Mi hija nació prematura porque durante el embarazo yo tuve presión alta, y fue porque decidí no consumir marihuana durante los nueve meses. Yo le había contado a la obstetra que era usuaria de cannabis medicinal, me gusta ser sincera, le expliqué mi historia. Igual, desde ahí fui la marihuanera, la drogona, y las enfermeras me señalaban.” La catarsis de Romina (35), exuberante y autodeterminada, inauguró el primer taller sobre Mujer y Cannabis que se realizó en un ENM. La escucharon otras usuarias medicinales, cultivadoras, miembras de clubes sociales, cocineras de aceites, campesinas, académicas, caretas curiosas, usuarias recreativas, maestras que se muerden la lengua cuando enseñan a germinar el poroto o ven a sus alumnxs con trastornos de ansiedad tomar psicofármacos.
Luego Romina contó que se dedica al autocultivo y que comenzó a fumar para tratar el dolor que le provocaba el balín que tiene alojado en su cabeza. Una vez le dispararon; ella estaba en el borde del arroyo de su barrio, descansando, y desde un puente le dispararon porque sí. Vive en un barrio denso, rodeada de “narcos que fueron a la escuela conmigo”. Romina también habló con bronca y desamparo de cuando terminó presa. “Los cultivadores también caemos en la volteada. Quedé engrampada a una banda de narcotráfico. Hace unos meses agarraron a un vecino, y en la investigación me asocian con él por una foto en la que estamos con mis plantas. Me allanaron, me llevaron presa aunque tengo una hija menor de 5 años, estoy procesada. Mi causa no termina pero aminoró porque se dieron cuenta que era cultivadora nada más. ¡Cómo nos la dan!” Pese a la tendencia de la jurisprudencia moderna, su caso entra en las estadísticas de la lucha contra el narcotráfico y queda bajo las generales de la Ley de Estupefacientes.
“El único mal que tiene la planta es que te lleva presa. ¡Pero no es la planta, es la ley!”, interrumpió una señora oriunda del Lago Puelo. Ovación.
A partir de testimonios similares –allanamientos, destrucción de plantas, criminalización del autocultivo, escuchas telefónicas, sobreseimientos dos meses después-, en el aula se empezó a tejer la red: qué hacer, cómo explicarles a lxs abogadxs sobre siembra y rendimiento, por qué conocer los antecedentes de fallos como el Caso Arriola y las garantías del Artículo 19 de la Constitución sobre derechos individuales.
“Las palabras pueden ser semillas -intervino una investigadora cordobesa-. Podemos sembrar ideas y esparcirlas. Existe el prohibicionismo que interviene sobre lo jurídico pero también existe un prohibicionismo en lo micro que es la experiencia que varias nombraban de cuestionarse a sí mismas por cultivar o por probar el aceite.”
Las diosas del taller fueron las referentes de Mamá Cultiva, reconocidas por dar con la fórmula para visibilizar el tema de la marihuana medicinal y generar un debate social y político sobre la despenalización. En este taller les encontraron parientas, pioneras como las Madres contra el gatillo fácil, las de Ituzaingo, las de la Plaza de Mayo.
Otras de las intervenciones movilizantes fueron las voces de las más jóvenes. Desde un rincón y otro de ese salón impecable se ponían de pie y entre nervios (miedo) y emoción contaban frente a 200 mujeres cómo de ser las fumonas de la familia terminaron aliviando el dolor físico de alguien del clan o del barrio gracias a tener acceso a la distribución solidaria de aceites. “Mi abuela ahora pide ´los yuyitos de Kari´, cree que son Flores de Bach.” “Mi hermana no tuvo más brotes de esclerosis múltiple desde que hace el tratamiento con vapor.” “Mi mamá aceptó que yo tuviera plantas, soy epiléptica.”
Entre tanto relato relacionado con salud y fitoterapia, cada tanto alguna interrumpía: “¡No olvidemos defender la despenalización del cultivo para uso recreativo!”.
Conclusiones y propuestas: derecho a decidir la cura de cada enfermedad, creación de un taller para definir estrategias para la regulación y legalización, autocultivo como forma de protesta, documentación de historias clínicas, no al Estado controlando la producción. Se repartieron semillas. Se proyectó un video sobre cómo hacer el aceite de forma autogestiva (disponible en arec.com.ar) y se recomendó una miniserie dirigida por Daniel Hendler para la UNTREF, sobre la ley uruguaya 19172 y su impacto social.
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