Viernes, 25 de junio de 2004 | Hoy
PERSONAJES
Comparada con Emily Brönte por la soledad soberana de su independencia, alabada por la crítica y revelándose siempre distinta a sí misma como toda seña de identidad, P.J. Harvey ha regresado para asombrar con Uh Huh Her, su disco nuevo. ¿Adivinen qué? Afortunadamente, la chica a la que no le importa complacer goza de excelente salud.
No se sabe nada de su vida privada, o muy poco. “Prefiero los malentendidos
a que la gente sepa demasiado de mí”, dice siempre Polly Jean Harvey,
y argumenta que todo lo que se puede saber acerca de ella está en sus
discos. Y la P.J. Harvey que se revela en las canciones es siempre distinta
o, mejor: su lírica, que explora al detalle emociones, fetiches, estereotipos
y las diversas encarnaciones del amor va sumando capas y capas de complejidad.
Es posible que no exista otra artista tan desvergonzada y ambiciosa en la búsqueda
de las pinceladas, precisas o difusas, capaces de describir una atmósfera,
un estado de ánimo, una experiencia. Por eso es muy injusto encasillarla
con el mote de “cantautora oscura” que la crítica suele preferir.
Ella es mucho más que eso. Ha sido una chica en carne viva en Dry, Rid
of Me y especialmente 4 Track Demos, sus discos de 1992-93; en Rub Till It Bleeds
hablaba de acariciarse hasta sangrar y en Oh My Lover se entregaba hasta la
humillación: “Oh, mi amante/ ¿Acaso no sabés que
está bien?/ Podés amarla a ella/ Y podés amarme a mí
al mismo tiempo/ Hay tanto que descubrir/ Yo sé que no tenés tiempo/
Oh, dulce/ Dame tus problemas, los guardaré con los míos/ Toma
a tu medida/ Toma todo lo que puedas encontrar”.
Más tarde, en 1995, con el éxito de To bring you my love, fue
una sinuosa vamp con el rostro maquillado hasta el grotesco; parecía
la Bette Davis de Baby Jane. En seguida, se recluyó para emerger como
una banshee triste y rabiosa en Dance Hall at Louse Point, y en 1998 escribió
Is This Desire?, un disco donde su experiencia personal aparecía oculta
detrás de los personajes que protagonizaban las canciones: Angelene,
“el desastre más bello que alguna vez hayas visto”, Catherine,
a quien “le gustan los lugares altos, para poder hacer ruido allí”,
Leah, “de pelo negro, ojos marrones, siempre tan necesitada, siempre diciendo
‘no tengo a nadie’, a pesar de que la abrazaban, siempre buscando
otros brazos”, Elise, que mata a su amante en una habitación de
hotel, y de nuevo Catherine, pero esta vez en la voz de su amante: “Envidio
al viento que cabalga en tu pelo/ Envidio la almohada sobre la que tu cabeza
descansa/ Mientras la luz brille sobre mí/ Maldigo cada segundo que respires”.
Este sí era un disco oscuro, y P.J. Harvey trabajaba sobre el límite
donde el deseo se vuelve violencia, incluso crimen. Pero la continuación
fue un volantazo: en el 2000, Stories from the city, stories from the sea era
pura alegría. “En Is This Desire? estuve buscando sonidos oscuros,
perturbadores, nauseosos. Pero en Stories... quería belleza absoluta,
que cada canción fuera lo más hermosa posible.” El disco
era eufórico. En Good Fortune, el tema de difusión, no había
nada de amor condenado, al contrario: P.J. Harvey, enamorada, se embarcaba en
una aventura amorosa arriesgada por las calles de Nueva York; después,
recordaba la sensación de invulnerabilidad del primer beso y hasta le
hacía cantar al siempre recatado Thom Yorke de Radiohead “Noche
y día sueño con hacerte el amor” en el dúo “This
Mess We’re In”. De blusera siniestra había pasado a heroína
chic sin la menor contradicción, sólo demostrando que es imposible
colgarle un cartel. Ahora, con su nuevo disco en cuatro años, el impronunciable
Uh Huh Her P.J. Harvey deja atrás los fuegos artificiales, pero no para
volver a las tinieblas, sino para meterse en lo más personal, las cartas,
las confesiones vergonzosas. Y lo hace con su rara valentía que busca
profundizar hasta la crispación.
El amor y la furia
Polly Harvey vive en Somerset, Inglaterra, en una casa de campo. Se crió
en Yeovil, y hasta la adolescencia no tenía decidido si quería
ser veterinaria –cabalga desde la infancia– o dedicarse a la música.
Tomó la decisión a los 21, cuando formó su banda, que al
principio llevó su nombre, hasta que se desprendió de la formación
y siguió como solista. Pero no hubo variaciones musicales de peso. Pocas
veces se señala la enorme influencia que P.J. Harvey ejerce en el terreno
estrictamente musical, pero lo cierto es que su mezcla irrespetuosa de bluegrass,
psychobilly, country, folk y sobre todo blues con un sonido eléctrico
hijo del punk está presente en las bandas que hoy son noticia y éxito,
desde White Stripes hasta Yeah Yeah Yeahs. Fue una de las primeras en recuperar
esos géneros y aportarles una marca estética diferente, producto
de su paso por escuelas de arte. No es que a ella le preocupe demasiado que
pocos reconozcan su condición de pionera: “Si mucha gente puede
disfrutar de mi música siempre es mejor, pero nunca estuve demasiado
interesada en complacer”, dice.
Uh Huh Her es refrescante porque, entre otras cosas, no es el disco que se esperaba
de P.J. Harvey después de su encarnación como solista bella y
sofisticada. Es un trabajo que suena incompleto a la primera escucha, pero después
está claro que esa falta de centro, esa concepción errática,
es un efecto buscado. La primera canción, The Life & Death of Mr.
Badmouth es una típica canción de la Harvey joven y furiosa: blues-punk
amargo, y un castigo anticuado: “Todo lo que sale de tu boca es veneno/
Mintiendo, engañando desde el primer día/ Alguien tiene que lavarte
la boca con jabón/ Lavarte la boca, lavarte la boca”. Y a continuación
su voz cambia, se hace agridulce y arremete con un folk a media máquina:
“Estuve hipnotizada desde el primer día/ Por vos salté a
las llamas/ Traté de seguir con mi vida/ Y siento vergüenza/ la
vergüenza es la sombra del amor”. Después vuelve la furia,
pero con un humor. Who The Fuck? es un punk rock fragmentado e irónico,
y ella aúlla: “¿Quién mierda te creés que
sos? ¡Sacá tus manos de mi cabeza! Sacá tu peine de ahí,
no soy como las otras chicas, no podés enderezar mis rulos”. La
confrontación con un hipotético peluquero es una excusa-chiste
para la catarsis en la que se defiende como indomable. Y además, es una
manera de poner en primer plano la compleja relación de una mujer con
su pelo, tema recurrente en su lírica, y objeto de burla de la crítica
de rock machista. Pocket Knife es una canción vagamente amenazante sobre
la negativa a dejarse domesticar: “Siento como si recién hubiera
nacido/ Aunque me esté haciendo mayor/ Por favor, no me hagas un vestido
de bodas/ Soy demasiado joven para casarme/ ¿Acaso no ves mi navaja de
bolsillo?/ No podrás hacerme tu esposa”. The Letter es la canción
elegida como simple, una elección rara porque se trata de una melodía
retorcida con una letra erótica sobre el olvidado arte de escribir cartas:
“Apoyá la lapicera sobre el papel/ presioná el sobre con
mi aroma/ ¿No podés ver en mi letra la curva de la ‘g’?
¿La añoranza?/ Sacá el capuchón de la lapicera/
humedecé el sobre/ Lamelo, lamelo”. P.J. Harvey, se sabe, no usa
celular y ni siquiera cede a enviar e-mails. The Slow Drug, una canción
leve que nunca estalla, la encuentra sola en su habitación, quizá
combatiendo una resaca química que la tiene insomne: “Miro por
la ventana, veo cómo sopla el viento/ Pronto amanecerá/ Droga
lenta por la mañana”. Lo doméstico vuelve a aparecer en
un tema tormentoso, Cat on the wall, donde sólo narra que encontró
un tema en la radio que la hace bailar, y escucha una y otra vez la voz de su
amante en el contestador automático.
Pero el romanticismo exacerbado que le ganó la comparación con
Emily Brönte (por eso de que una mujer solitaria en una casa de campo inglesa
puede conjurar pasiones oceánicas) aparece en los tres últimos
temas. El primero, It’s You, es quizá lo mejor de Uh Huh Her. Con
guitarras y bajos sordos, parece grabado dentro de un vientre: “Enseñame
cómo amarte/ Soy una chica inteligente/ ¡Mirá lo que me
estás haciendo! Cuando no estoy con vos, mis sueños son tan tristes/
Cuando no estoy con vos, sueño que se me cae el pelo/ Cuando no estoy
con vos, camino por túneles oscuros de mi corazón”. En The
Desperate Kingdom of Love está sola con su guitarra para una balada acústica
hermosa (“Tus ojos misteriosos no van a ayudarte/ Hay otro que mira detrás
de tus ojos/ De vos aprendí cómo ocultarme del desesperado reino
del amor”) y en The Darker Days of Me And Him, otra canción acústica
con percusión delicada donde, lejos de la desesperación, habla
de la recuperación después de un amor fallido.
Una chica de dos mundos
La comparación con Emily Brönte implica que P.J. Harvey es una reclusa.
Esa es la percepción que se tiene de ella, y como no se molesta en dar
demasiadas explicaciones, la imagen de la solitaria ya está instalada.
Pero está lejos de ser adecuada. Hoy quizá se deba a que la P.J.
Harvey de Uh Huh Her escribió, mezcló, produjo y tocó todos
los instrumentos en el disco, con la sola colaboración de Rob Ellis en
percusión. Por desgracia, todavía resulta raro en el machista
mundo rockero que una artista tenga el control total sobre su trabajo, pero
eso no implica que P.J. Harvey viva encerrada en su casa de campo. Salió
de gira con U2, colaboró con Thom Yorke y Nick Cave, interpretó
a María Magdalena en el film de Hal Hartley Book of life, y el año
pasado colaboró con Josh Homme de la banda Queens of the Stone Age en
el disco Dessert Sessions; fue la voz en el simple Crawl Home y la protagonista
absoluta de un video maravilloso, donde ella y Homme pelean en un auto, como
amantes hartos el uno del otro. Viaja constantemente de Inglaterra a Estados
Unidos, y ese intercambio hace a sus viajes musicales más interesantes,
entre lo urbano y lo bucólico.
P.J. Harvey continúa buscando e investigando cuando bien podría
echarse a descansar y disfrutar del consenso unánime de la crítica,
que la venera. Pero no es eso lo que la satisface: “Lo más importante
para mí, como artista, no importa lo que haga, es que los resultados
me sorprendan. Siempre quise que mi trabajo fuera un desafío personal.
Algo que cuestione. Algo extraordinario. Si me siento cómoda en un territorio,
me retiro. La comodidad significa que no estoy en movimiento. Si no me sorprende,
no me interesa. A veces leo letras de cuando era más joven, o escucho
la música, y me horrorizo. ¿Cómo pude escribir algo así?
Pero me tranquiliza que mi costado más ‘normal’ se sienta
incómodo. Todavía estoy tratando de encontrar esa canción
que cubra todas las áreas, que me defina. Probablemente, eso sea imposible.
Pero es mi base, mi punto de partida”.
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