TEATRO
Las metáforas del miedo
Aunque los primeros textos que publicó en su vida fueron poemas, Ana Longoni tiene una trayectoria sólida en el campo académico, en el que suele ser conocida como profesora e investigadora inquieta por las relaciones entre arte y política. Quizá por seguir esas preguntas que suelen guiarla es que ahora presenta La Chira, una pieza que gira en torno del exilio, los desaparecidos y los sobrevivientes.
Por Gabriela Lotersztain
La Chira, escrita por Ana Longoni y dirigida por Ana Alvarado, no cuenta una historia en el sentido clásico sino que va mostrando distintas imágenes: una nena encerrada en un ropero, un hombre vestido de mujer, un hombre embarazado y otro que pierde los zapatos. Los textos son poéticos, pero por momentos se vuelven oscuros y hacen que la obra resulte algo confusa. La Chira (va los viernes y sábados a las 21, en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549) gira en torno del exilio de los que huyeron de la dictadura, los desaparecidos y los sobrevivientes de la represión militar.
Ana Longoni tiene toda una carrera hecha en el campo académico: es profesora e investigadora en las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA, y ha publicado libros sobre los vínculos entre arte y política en la Argentina del siglo XX. La entrevista comenzó, entonces, con la pregunta de cómo empezó a escribir literatura: “Si bien estoy en el campo académico, siempre escribí literatura. En realidad lo primero que publiqué fueron poemas”.
–¿Y cuándo empezaste a escribir teatro?
–En realidad estos textos no tienen un origen teatral. Eran más bien poéticos y surgieron en el taller que coordinaba Susana Torres Molina, unos diez años atrás. Pero no tenían unidad, no armaban una historia lineal. Compartían un cierto clima que tiene que ver con la infancia, Perú, el exilio... Y hace dos años se los pasé a Ana Alvarado, amiga mía hace tiempo, y me propuso dárselos al grupo Panthalasa. A los actores les gustó mucho y decidimos trabajar juntos. Hicimos una selección de los textos y entre todos armamos esta obra, con dirección de Ana. Ensayamos durante un año y medio y, mientras tanto, seguí escribiendo textos que se generaban a partir de la intervención de Ana o de los actores.
–¿Cómo se te ocurrió trabajar sobre el exilio y la represión militar?
–No sé si se me ocurrió trabajar sobre esos temas. Más bien diría que fueron surgiendo en mis textos porque tenían que ver con mi historia. Durante la dictadura mi familia tuvo que exiliarse en el Perú, así que pasé gran parte de mi infancia allí. Los textos también hablan de esa experiencia. En cuanto a la represión militar, aunque no tengo familiares desaparecidos muchos amigos de mis viejos están desaparecidos. Yo soy de La Plata, que fue una de las ciudades más golpeadas por la represión.
–¿Y por qué elegiste La Chira como escenario de la acción?
–La Chira es una playa al sur de Lima y funciona como el lugar donde aparece por primera vez el miedo, al cruzar un acantilado y paralizarse ante la posibilidad de caer. En realidad es una metáfora del miedo que está presente en toda la obra, el temor que siente un chico frente a lo que ocurre a su alrededor y que no puede entender. El Perú es una metáfora del pasado, que puede ser tanto el tiempo de la militancia como el tiempo del terror en la Argentina como el tiempo del exilio, que sigue siendo un tiempo de terror. Porque el exilio tiene un costado siniestro y duro de desarraigo, de hostilidad del mundo que te rodea y de incomprensión. No es un exilio dorado.
–Hay una imagen muy fuerte, la del personaje que está encerrado en un ropero.
–Creo que la obra trabaja mucho el tema del encierro interior, que está simbolizado por ese personaje. Eso tiene que ver con el hecho de permanecer dentro del espacio privado para no correr peligro. Durante la dictadura, mucha gente tuvo que hacerlo. La expresión que usaban los militantes era “estar guardado”. También está la cuestión de la “casa limpia” que menciona uno de los personajes: “Yo estaba guardado en una casa limpia”,
una casa que ha sido protegida de forma que los represores no puedan encontrarla si alguien que la conoce es secuestrado y se ve obligado a delatar a sus compañeros.
–Otro momento donde se alude a los militantes es cuando se habla de la “pastilla de vidrio”. ¿Vos pensabas en la pastilla de cianuro que los militantes llevaban escondida por si los capturaban los represores?
–Por supuesto. Ese texto tiene que ver con testimonios de sobrevivientes de la represión que cuentan que mucha gente, mientras agonizaba en la tortura, decía: “Les gané”. Eso quería decir que no habían dado nombres a pesar de haber sido torturados. La idea de los militantes era que había que resistir hasta la muerte. Esto, visto desde los parámetros de un chico o desde los parámetros actuales, resulta extraño y difícil de entender. La obra trabaja con la extrañeza que provoca ese código, que era completamente natural para la militancia.
–En La Chira son recurrentes dos imágenes: la de los pies y la de los zapatos. Los personajes se lavan los pies varias veces y uno de ellos se los corta y se come sus propios pies.
–El hecho de que el padre pierda los zapatos durante el viaje es muy significativo. Para mí los zapatos están fuertemente asociados a los desaparecidos. Muchos artistas plásticos y fotógrafos han trabajado con la imagen de los zapatos para representar al desaparecido. Volviendo a la obra, la pérdida de los zapatos del padre es una metáfora del peligro que corre de ser secuestrado, desde la mirada de la nena. Por otra parte, el encierro de los personajes los condena a devorarse sus propios pies y, de esta forma, a provocarse una inmovilización. Si uno se come sus pies no puede caminar.
–Una cuestión central es la posibilidad o la imposibilidad de hablar. ¿Vos pensabas en la disyuntiva entre hablar o no hablar durante la tortura?
–Sí, claro. Eso está todo el tiempo insinuado, sobre todo cuando el fantasma del hermano mayor, que algunos ven y otros no, les pregunta si realmente no hablaron. Es un tema sobre el que yo vengo trabajando desde hace un tiempo: la mirada de algunos sectores sociales sobre los que lograron sobrevivir a la represión. Hay cierto sector de las Madres que considera que cualquier sobreviviente es sin lugar a dudas un delator y un traidor. En La Chira aparece la palabra del sobreviviente, que durante muchos años estuvo prohibida porque la sociedad no estaba dispuesta a escucharla. El estreno de la obra, casualmente, coincide con este momento en que los sobrevivientes están empezando a tener otra legitimidad para hablar. Pienso que hay que evitar la incomprensión que implica, a pesar de no haber estado ahí, condenar al que tuvo que soportar la tortura. La cuestión de la palabra y del silencio es importante en la obra. De hecho lo que se muestra es una reunión entre hermanos donde, por fin, pueden decirse lo que nunca se dijeron.