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Viernes, 24 de septiembre de 2004

Mucha energía

Son muchas más de 40, aunque eligieron ese número para bautizar a esta murga uruguaya compuesta por mujeres de muy distintas edades (que no son uruguayas), que se reúnen para bailar, cantar (Las 40) y liberar esa energía que llevan de aquí para allá, siempre que lo hayan decidido por consenso.

Por Gimena Fuertes

Los tambores retumban en el aire. Pero no son tambores de madera y cuero. Son cuarenta voces femeninas que imitan los instrumentos candomberos en “El baile de los morenos”, una de las canciones que interpretan Las 40, el grupo de cantantes, actrices y bailarinas que salen a hacer murga uruguaya por los barrios. No son negras, ni siquiera uruguayas. Ni se les ocurre decir que son un coro femenino. Pero ellas hacen murga uruguaya y es así como quieren que se las presente.
La gama de edades es diversa y las ocupaciones también. Los saberes que aporta cada una son diferentes. “Lo que se vivencia más allá de cantar entre tantas mujeres, que parece difícil pero no lo es, es maravilloso”, dice Lola, una actriz, cantante, periodista.
Todo empezó en marzo de 2000, cuando el director de coro, Alejandro Balbis, reunió a más de 60 aspirantes para conformar una murga. “El objetivo era que quedáramos 17. El anterior director apostaba a que fuéramos desertando y nosotras cada vez nos afianzábamos más como grupo, es más, se seguía incorporando gente”, cuenta una abogada que se hace llamar Meme. “Surgió la idea de mover más el cuerpo para poder expresarnos con más soltura, algunas lo logran”, agrega. Natalia Gómez, de 28 años, cuenta que al principio eran más de 60. “Ensayábamos nada más. Unas seguimos, otras quedaron en el camino. Ahora somos Las 40”, relata esta murguera que en su “vida cotidiana” trabaja de profesora de plástica. Natalia admite no tener conocimientos musicales, “toco de oído nomás, me gusta mucho la música, me gusta mucho lo que hacemos, hay mucha pila”.
Nerina tiene 16 años y está en cuarto año del Nacional Buenos Aires. “También estudio teatro”, aclara. Llegó a Las 40 a través de sus padres, “que iban a un coro de grandes”. “Me fui del coro de mis viejos, me ofrecieron venir acá y me prendí porque acá es todo junto, canto y actuación. Me pasan muchas cosas cuando cantamos, pero no me da miedo cantar en público porque me siento protegida por todas mis compañeras”, relata. En Las 40 –aunque el número no es exacto– algunas saben canto, otras baile, otras actuación, y otras son guapas. “Es una mezcla, una sabe más de una cosa y otras de otra. Nos ayudamos. Nos complementamos”, cuenta Nerina. Betina, que dice ser “la más nueva”, ya que ingresó al grupo hace dos meses, relata esta diversidad. “Hay gente que sabe de canto, otras de teatro, otras de plástica, otras de música, percusión, se trabaja desde la coreografía, se hacen aportes de distintos lados.”
Nora es rubia y alta. Se presenta como “las más grande” y enseguida confiesa la edad de 54 años. “Yo vengo de la percusión y el candombe, tocaba el tamboril en una banda. Cuando me enteré de este grupo me metí porque el candombe también es rioplatense y me interesó aprender la parte vocal. No hay discriminación de ningún tipo, porque acá la mayoría son jóvenes pero son todas grandes mujeres”, asegura.
Las 40 están divididas en tres cuerdas, primas, sobreprimas y segundas, pero a su vez se repartieron en tres grupos, y cada uno contiene todas lascuerdas. Paula es una de las pioneras. Tiene 23 años y empezó hace cuatro. “Siempre hubo mucha energía compenetrada. El trabajo, al ser teatral y musical, te lleva a tener una conciencia particular de lo que estás haciendo. Es una mística muy particular. Al ser todas mujeres se da una energía determinada –opina y cuenta cómo las chicas se preparan antes de salir al escenario–, vocalizamos, hacemos ejercicios teatrales y de precalentamiento. Es un trabajo de conexión entre nosotras.”
En el ensayo, Las 40 se compenetran. Cantan con energía, sus cuerpos se contorsionan al ritmo murguero de las canciones. Interrumpen, se corrigen, siguen. Nada parece poder pararlas. Pero a veces las artistas no salen contentas de las presentaciones. “No se puede poner piloto automático, porque te da lo mismo todo lo que decís”, dice Natalia, de 25 años, que estudia arte dramático en el Conservatorio. “La presentación que más nos gustó fue la que hicimos en el Ricardo Rojas el 27 de febrero. Salió bien porque fuimos sinceras arriba del escenario y se mostró lo que teníamos para dar en ese momento”, asegura.

40 voces y ningún director
En este momento las chicas no tienen director, y están en la búsqueda.
Balbis se fue a mediados de 2003. Ellas se quedaron en banda, pero ninguna se quiso ir. Lo sucedió Federico Rigoni, que hace poco también se fue. Ahora las chicas tomaron el mando en medio de la tormenta. Pero igual buscan un profesional que las oriente. Por ahora se juntan a ensayar en casas, entre mate y facturas.
“Yo canto en la cuerda de segundas, y soy terapeuta corporal. Canto porque me gusta, no tengo conocimientos musicales. Balbis había llamado a mi hija porque es murguera, pero necesitaba voces segundas y yo tengo voz grave. Mi hija se fue y yo me quedé”, dice Viky de 49.
“Estamos en un proceso, tratamos de que las decisiones sean lo más democráticas posible. Intentamos ponernos los mismos objetivos y laburar todas por igual”, revela Viky.
Las decisiones a tomar involucran el aspecto artístico, político y organizativo. Las chicas debaten sobre los temas a cantar, los lugares donde presentarse, cómo moverse en el escenario y cuándo y dónde ensayar. “Federico seleccionó algunas de las canciones, pero también nosotras estamos en la búsqueda para que la temática se vaya abriendo. Estamos en un momento de mucha movilización en lo democrático, en las elecciones”, revela Viky.
A Las 40 se las puede ver en escena en un festival del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en una función para recaudar fondos para un comedor comunitario, en centros culturales o en una escuela de música. “Cada una propone lugares donde presentarnos, le llega la información y entre todas vemos si lo hacemos o no”, cuenta Natalia. Meme dice que no van a todos lados. “Debatimos y tratamos de que se genere un consenso entre todas. La elección tiene que ver con la causa, con la ideología. A los comedores vamos porque es por una causa solidaria, entre un lugar cualquiera y un comedor que sabemos lo que están haciendo, yo elijo el comedor. Pero los que tienen guita, que nos paguen”, sostiene. Celeste agrega que “sí hay un consenso general, y una ideología común. No vamos a ir a actuar para los militares, aunque nos paguen. Y sí vamos a ir a una asamblea barrial”, asevera.

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