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Viernes, 1 de octubre de 2004

POLíTICA

De la calle a la celda

Carmen Yfran, integrante de Ammar-Capital, y Margarita Meira, vendedora ambulante, están detenidas desde los incidentes frente a la Legislatura porteña, el último 16 de julio. Ninguna aparece en los videos que se ofrecieron como prueba, pero la Cámara del Crimen confirmó la semana pasada su prisión preventiva. Ellas no saben por qué.

Por Verónica Gago

Carmen
Es un viernes primaveral. “Está linda la calle, ¿no?”, es lo primero que dice al aparecer en el boxer destinado a las visitas. El sol entra a borbotones en la unidad 31 del penal de Ezeiza, donde Carmen Yfran está presa desde hace diez semanas. La detuvieron el viernes 16 de julio, cuando se retiraba de la movilización de protesta contra la reforma del Código Contravencional. “Estaba en un quiosco comprando cigarrillos y chicles con otra compañera. Nos estábamos yendo hacia la calle Balcarce. Me agarraron de atrás. Lo primero que pensé es que me iban a robar; hasta que sentí el palo del policía cruzado en el pecho. Me subieron al carro de asalto y me llevaron para una comisaría en Lugano”, relata. Los policías estaban de civil y en ningún momento se identificaron. Ese día empezó una absurda pesadilla que aún no termina. “Al principio creí que nos iban a hacer una averiguación de antecedentes y largarnos. Pero después de diez horas de hambre, frío y olores nauseabundos en Lugano, nos llevaron a Tribunales, que parecía un salón de fiestas por la cantidad de abogados, fiscales y funcionarios que daban vueltas. En la madrugada del lunes ya estaba en Ezeiza.”
Carmen es una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina Ammar-Capital. Tiene 54 años, un hijo y un nieto a los que extraña con desesperación, pero aún no se anima a que la visiten. Su madre, supone, estará enojada: se enteró de que ella no trabajaba en un geriátrico recién ahora, al hacerse conocida la noticia de su detención. Cuando llegó al penal, pensó que sería por unos días. Ahora acaba de recibir la noticia del fallo de la Sala V de la Cámara del Crimen que confirmó los procesamientos de los 15 detenidos por lo sucedido frente a la Legislatura porteña –entre los que se cuenta–, lo que obliga a los manifestantes a permanecer tras las rejas al menos hasta la instancia del juicio oral. La imputación que se ratificó fue de coacción agravada y privación ilegítima de la libertad.
“Parece que voy a pasar las Fiestas acá”, dice mientras se le inundan los ojos de lágrimas. Una amiga de Ammar-Capital y otra de la Universidad de Madres de Plaza de Mayo que la visitan intentan darle ánimo, sin lograr evitar que a ellas también los ojos se les empañen de angustia.
“Nosotras no aparecemos en los videos de los disturbios. No tienen pruebas. Es una injusticia completa”, insiste Carmen. Y recuerda la sorpresa de ella y de sus compañeras al ver bajar de una camioneta, a pocas cuadras de la Legislatura, a seis hombres encapuchados. “Vimos clarito cómo sacaban palos, huevos y fierros. Se fueron enseguida para adelante y empezaron con los destrozos.”
Carmen es conocida en el pabellón como “la piquetera”. Le tienen respeto desde que se ofreció frente a las celadoras a ir como voluntaria a un tubo –las celdas de castigo que tienen el tamaño de un colchón– a cambio de que hagan algo para que vuelva el agua al penal, tras tres días de no tenerla. Está en un “rancho” –que es como se dice en la jerga carcelaria a la formación de cuatro o cinco cuchetas puestas en círculo y tapadas con frazadas o bolsas de nylon– con otras cuatro presas. “Voy a la escuela y a la biblioteca, y leo como nunca antes. Si no, te volvés loca”, dice Carmen. Escribe sin parar. Hace una memoria de cada día en el penal. Le suma reflexiones y comentarios sobre el sistema carcelario, las vidas de otras presas, la relación con la policía adentro y afuera de Ezeiza, su propia historia y la de sus compañeras. También se dedica a estudiar puntillosamente el Código Penal, incluso otras detenidas ya le hacen consultas.
Carmen hace una suerte de genealogía que la lleva a su preocupación actual: “Durante la dictadura, a las prostitutas nos llevaban al Instituto San Miguel, donde nos hacían cortar el pasto con la mano, nos golpeaban y nos picaneaban. Con los famosos 21 días de los edictos, te llevaban o tenías que pagar para seguir trabajando. Desde que nos formamos como organización, aprendimos que teníamos derechos y nos empezamos a negar a pagar las coimas a la policía. Ahora, con la aprobación del Código Contravencional, se vuelve a una situación donde la policía recupera sus cajas de recaudación: decime, ¿quién va a tener plata para pagar una multa de 400 pesos o para perder cinco días de trabajo en tareas comunitarias? Es evidente que empiezan las coimas de nuevo. Hoy una salida que antes no se hacía por menos de 50 pesos, se hace por 20, de los cuales a las chicas les quedan 7”. Con su voz resfriada –hace cuatro días que no tienen agua caliente para bañarse– se enfurece una vez más: “Lo que quieren es sacar a todos los pobres de la Capital”.

Margarita
Margarita Meira comparte la unidad con Marcela Sanagua, otra de las chicas de AMMAR-Capital que está detenida junto a su hija de 20 meses. Margarita es vendedora ambulante desde que la convertibilidad la dejó sin su trabajo de siempre: coser lencería para las marcas James Smart y Pierre Cardin. “Cuando empezaron a importar todo, me quedé en la calle.” Se hizo vendedora ambulante de golosinas y baratijas y puso un comedor en su barrio, Constitución. También armó junto a su marido la Cámara de Comerciantes de la Vía Pública. Ya desde entonces se enfrentaba a diario con el capitán de navío Norberto Varela, entonces interventor de la policía municipal de Buenos Aires en la intendencia de Fernando de la Rúa. Varela debió renunciar cuando se supo que lideraba un grupo interno de inteligencia y defendió públicamente al represor Alfredo Astiz. Su reemplazante fue Jorge Enríquez: ex delarruista, luego bullrichista y actual macrista y ferviente promotor del endurecimiento del Código Contravencional. Desde aquel momento, Margarita conoce a Enríquez en su cruzada contra los vendedores ambulantes.
“Ese día (de los incidentes) lo vi por TV desde el bar frente a la Legislatura. Yo tuve cáncer de pulmón y fui operada. No estoy ni estaba con salud suficiente como para andar corriendo, por eso me quedé en el bar. A las dos de la tarde salí con mi marido y otro amigo porque ya bajaban la persiana del lugar y empezamos a caminar por Diagonal Sur: en la esquina de Bolívar vemos que detienen a un hombre y que unos policías de civil le pegaban salvajemente. Era justo la esquina del Colegio Nacional Buenos Aires y había tres pibes viendo lo mismo que nosotros: a ellos los pusieron contra la pared y también se los llevaron detenidos. Después me enteré de que eran vendedores ambulantes. Fuimos a la comisaría 2ª a hacer la denuncia y no nos daban bolilla. En eso entra Enríquez a la comisaría y decidimos irnos al Ministerio de Justicia. Ahí presentamos la denuncia, de la que tenemos una copia sellada. Ya serían como las 5 de la tarde. Fuimos a tomar el subte y ahí nos encontramos con una periodista de Canal 9 que de pronto vemos que corre y vuelve enseguida detrás de una gran cantidad de policías. A los pocos minutos nos arrestan.”
Margarita habla mucho y rápido. No alcanzan los tiempos de la visita para contar todo lo que quisiera. Pero antes de irse aclara: “Yo fui a la marcha por mis hijos y mis nietos; no estoy de acuerdo con que bajen la edad de imputabilidad ni tampoco con que le den a la policía más poder, porque ya sabemos cómo termina eso”.

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Margarita Meira al momento de ir a declarar a tribunales
 
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