Viernes, 18 de febrero de 2005 | Hoy
INTERNACIONALES
Florence Aubenas es la corresponsal de guerra de Libération que hace más de un mes fue secuestrada, junto con su traductor, en Bagdad, mientras cubría el proceso electoral iraquí. Todavía no hay noticias de ella.
Florence Aubenas, reportera de guerra del diario francés Libération desde hace diecinueve años, fue secuestrada hace más de treinta días junto a su guía y traductor Hussein Hanoun al Saadi en las calles de Bagdad. Estaba en Irak desde mediados de diciembre para cubrir la campaña electoral y desde el 5 de enero no hay ninguna noticia sobre su paradero. Desempeñaba allí una forma de trabajo poco frecuente: criticando la autopercepción del periodismo como un modo de revelación de verdades, ironizando eso que se suele llamar la ideología de la comunicación. En los años de trabajo de Florence en Ruanda, Afganistán, Argelia e Irak, se plasma un combate directo a la idea de un mundo transparente en el cual el periodista ordena y explica la lógica de los acontecimientos. Estas experiencias están volcadas en el libro que publicó en la Argentina, La fabricación de la información. Los periodistas y la ideología de la comunicación (co-escrito con Miguel Benasayag), una suerte de manifiesto contra la prensa actual como un sistema de reglas autónomo que se maneja con sus propios códigos, realidades y lenguajes.
Florence estuvo varias veces en Buenos Aires. En una ocasión vino a presentar su libro; en otra aprovechó para dar una charla en la cátedra libre Rodolfo Walsh de la Universidad de Buenos Aires. También participaba cada vez en las actividades de un asentamiento en el partido de Moreno. En París trabajó en la Asociación Afrika, una agrupación de mujeres migrantes argelinas y escribió un libro junto a una de sus más activas militantes, Mimouna Hadjam. En una entrevista de mayo del 2001 decía: “Yo soy reportera de guerra. En general, cuando somos enviados a cubrir un conflicto o a un país extranjero, los periodistas ya sabemos antes de llegar lo que vamos a contar. Esto quiere decir que el corresponsal no va a un país a ver lo que pasa sino para confirmar lo que se piensa de ese lugar antes de ir. Pero esto no está hecho con el espíritu de manipular, no hay un Gran Hermano que diga lo que hay que decir. Es una ideología que está internalizada en los cuerpos mismos de los periodistas, y ellos la reproducen constantemente, aun sin mala fe. Lo hacen porque están convencidos de que eso es lo que hace falta contar. Cuando fui a Kosovo, la lectura de la historia ya estaba hecha. Esto quiere decir que en ningún momento el redactor en jefe me convocó para decirme: ‘Hay que sostener la operación de la OTAN, estamos del lado de Estados Unidos porque Francia vendió aviones’, sino que se sobrentendía que estábamos de ese lado. Pero también deben guardarse algunas apariencias, en particular el gran valor del periodismo occidental: la objetividad. Por eso, si la OTAN hiere a un civil lo denunciamos, pero sobre el conjunto de la operación estamos de acuerdo”.
Florence entró a trabajar en Liberátion en 1986. Cuatro años después, el mítico diario que fundara Jean-Paul Sartre después de mayo del ‘68 pasó a manos de un gran empresario francés. Los trabajadores, que hasta ese momento tomaban todas las decisiones del diario, temieron por lo que pasaría ante el nuevo dueño. Pero, contra todos los pronósticos, la sorpresa fue darse cuenta de que nada cambiaba. “Cuando yo empecé a trabajar, el diario era propiedad de los asalariados. Los trabajadores decidían los contenidos y votaban por el director. A principios de los ‘90, el diario fue vendido a un gran empresario francés y eso fue un shockpara todos, porque era una ruptura con la historia de Libération. Una cosa muy particular, que a mí me sorprendió mucho, es que nada cambió. Eso nos hizo pensar sobre lo que era el diario antes, donde nosotros teníamos que decidir qué hacíamos y que después, cuando un accionista tomó nuestro lugar, resultó ser lo mismo. Esto nos llevó a una reflexión más general sobre el periodismo en Francia, al cual sólo se lo critica por sus excesos. Esto significa, por ejemplo, decir: ‘El director de tal diario es amigo del primer ministro, por eso este medio lo sostiene’. En suma, parecía que si se cambiaban todos los directores de diario, y a grandes rasgos se eliminaban los excesos, el periodismo en Francia podía llegar a ser perfecto (...). Creo que esta teoría no es correcta porque lo que no funciona en el periodismo francés es la estructura misma de la prensa.”
La prensa sólo informa lo que puede traducirse en los códigos de lo representable, ésta es una de las tesis fundamentales del libro de Florence. “Cuando hago un reportaje en Francia e interrogo, por ejemplo, a un profesor que hace una manifestación y le pregunto si están pidiendo un aumento salarial, él dice: ‘Yo no puedo contestarle muy bien porque no soy representativo de la manifestación’. El mismo te trae a un compañero que dé con la imagen de profesor, tal como la prensa se la imagina. Esto quiere decir que la prensa ha tomado tal lugar sobre la gente que ellos mismos se presentan de manera que corresponda a la imagen que la prensa hace de ellos. Hay mucha gente joven que habla de la manera en que saben que la prensa los quiere escuchar. Es decir, reproducen lo que ven en la TV. Estamos en un sistema que es circular, donde la gente critica a la prensa diciendo que da tal o cual imagen de ellos pero, a la vez, la única forma de existir es aparecer en la prensa. La gente parece estar viendo su propia vida a través de la prensa. Y esto es muy sintomático del capitalismo en general. Me acuerdo de unas víctimas de un accidente de tren, que eran alumnos de un colegio. En el entierro, los padres de los chicos decían: ‘En el accidente anterior había más periodistas que ahora, ¿cómo puede ser?’”
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