Viernes, 18 de febrero de 2005 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
Ya lo dice, palabras, palabras menos, el lugar común: la felicidad perfecta, de cielo despejado permanente, no existe. Apenas hay momentos de felicidad, de esplendor en la hierba, que vale disfrutar y atesorar en el recuerdo. Esto, claro, respecto de las felicidades personales y privadas de cada uno/a, de ciertas situaciones de vida vivida. Paralelamente están los espacios de dicha, exaltación, encanto que nos proporcionan distintas expresiones del arte. Y la verdad es que se está ofreciendo en estos momentos en Buenos Aires un espectáculo que garantiza –a menos que se detesten los ritmos y danzas latinoamericanos, caribeños, que se odie el color, la alegría, el romanticismo– una hora y pico de total felicidad. Un espectáculo llamado Panama’s Affair, que apela –lo anuncia desde el vamos una suerte de Indiana Jones latino– a la nostalgia de “otros cielos, lo desconocido, fieras acechando, aventuras, amores y odios, anhelos de paisajes lejanos, el misterio”.
La idea de escenificar una serie de temas musicales en su mayoría tropicales brota del universo poético de Helena Tritek, una bordadora de imágenes, hacedora de recordados espectáculos sobre poetas, que en esta oportunidad rinde apasionado tributo a la música que acompañó su infancia, a las hermosas canciones populares de amor que nunca mueren porque expresan con sinceridad sentimientos profundos, atemporales, universales.
Lo maravilloso del caso es que este proyecto de la directora, ya de por sí atractivo, se llevó a cabo con iguales (y elevadas) dosis de inspiración y profesionalidad, con una elección rigurosa de sus intérpretes, una meditada investigación de épocas y ritmos. Todo lo cual se refleja con creces en un show irresistible que aprovecha sabiamente elementos escenográficos y de vestuario que ya estaban en el Maipo –palmeras, blusas y faldas de coloridos volados que usó Eleonora Cassano– y les da nueva vida gracias a la participación de Mónica Mendoza y a las luces de Dana Barber. Dice Tritek que hay unas líneas de un poema de Omar Khayyan –que se pronuncian en algún momento de Panama’s Affair– que actuaron como guía en esta oportunidad: “Nunca renuncies a las canciones de amor, ni a los prados, ni a los besos, hasta que tu barro se mezcle con un barro más antiguo”.
Para hacer esos temas que expresan en contados minutos las variaciones del discurso amoroso, HT llamó a dos intérpretes insuperables: Alejandro Viola, líder de Los Amados que aquí deja de lado toda sospecha de parodia, y Gipsy Bonafina, una chica fogueada en lindes del musical, que combina generosamente energía y técnica. Después, la directora hizo casting para elegir con tanto tino a los músicos que mucho público se cree que son cubanos de verdad los que hacen sonar de maravillas piano, acordeón, trompeta, guitarra, congas, bongo, cajón, armónica, percusión... Además de hacer coros y entonar ellos mismos ese bolero impar llamado Dos gardenias. “Son mis negritos de Lanús”, dice cariñosamente Helena. “Yo les digo que son unos príncipes, porque tienen que estar muy elegantes, aportar una sensibilidad especial.” Los príncipes se llaman Ramiro Allende, Matías Bahillo, Lisandro Fiks, Black Méndez y Mambo Méndez, con dirección musical y arreglos de Fiks (también de Los Amados).
Así se suceden gozosamente, cantados, actuados y bailados con el cuerpo que se desarticula y corazón sobre las tablas, temas que balancean alegría y a veces un cachito de pena, ritmos afro y europeos, dramatismo y humor (Tabú, La conga blicotí, Veinte años, Palame d’amore, Mariú, Burundanga, Cao-cao maní picado...), en este show que invoca el nombre de Panamá como sitio exótico, de agentes secretos, marineros chicos, amores locos. Perohay un momento en que la primorosa representación levanta un vuelo poético inefable: sucede cuando Alejandro Viola le entona, tan afinado como emocionado, Amapola a una muñeca vestida de holandesa (parecida a la que tuvo HT cuando niña), la cantante y actriz con media máscara en la cara. Ya saben: “Amapola, lindísima Amapola, serás siempre mi alma... Amapola, no seas tan ingrata y ámame”. El hombre se deshace tratando de arrancar una respuesta de la figura inmóvil, los brazos tiesos en el aire. Y de pronto el milagro, porque así se lo percibe también desde la platea: cambia la luz, la muñeca empieza a articular sus brazos rígidos, de su boca salen dulcísimos arpegios que contrapuntean el canto del enamorado. Entonces es cuando la felicidad que procura este espectáculo puede llegar al éxtasis.
Panama’s Affair, en el Maipo, Esmeralda 443, Segundo piso, viernes y sábados a las 21, domingos a las 20, 4322-8238. Entradas desde $ 10.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.