Viernes, 15 de abril de 2005 | Hoy
MúSICA
Dice que no es feminista, pero sucede que la sociedad “es tan machista” que sus letras se despegan de cualquier repertorio de coplas del Altiplano para chirriar en algunos oídos como una raya en un disco de pasta. Mariana Carrizo, joven y de larga trenza negra, canta desde la experiencia acompañada de su caja, igual que lo hace la gente de su pueblo en Carnaval, igualito que si pintara postales andinas.
En la prisa por llegar a horario a la entrevista, Mariana Carrizo olvidó su poncho. Por lo que no había manta para las fotos. Un oportuno voluntario (uno de los dueños del Tasso, el lugar de San Telmo donde Mariana se presentó a principios de marzo, en Buenos Aires) aseguró tener en su casa el preciado objeto. “Pero tiene que ser salteño, si no, no sirve”, solicitó la artista. Al regresar, el caballero depositó la encomienda en las manos de la dama: un poncho rojo, con flecos negros y guarda negra. Mariana no dejó pasar lo que cualquier porteño ni siquiera hubiese advertido. “Este poncho no es salteño, es pampeano. La diferencia está en las guardas”, explicó y se dedicó a acomodar su interminable trenza de color negro azabache. Es ella, Mariana Carrizo, más conocida como la salteña que canta coplas feministas que incomoda a los hombres con sus versos y obtiene la complicidad de las mujeres en sus presentaciones.
Mariana procedió, entonces, a emborrachar con café con leche unas galletitas Lincoln (favoritas desde sus lejanos convites con su entrañable abuela Lolita, en Salta) para calmar el hambre de un desayuno retrasado por cuestiones varias, y así dio inicio al diálogo con Las/12. “No soy feminista, no me gusta mucho el término, no es mi intención hacer enemigo al hombre de la mujer. Yo supongo que, como es tan machista la sociedad, lo que más golpea son esas coplas, porque también canto coplas de amor, de piropos, coplas para la tierra, para todo el mundo. Yo veo en mis shows cómo las mujeres disfrutan cuando digo algo que les pega a los hombres y los hombres se enojan; pero a la vez no, a la vez se ríen.”
Las coplas son como el agua: si se quieren atrapar, se pierden entre las manos; por eso Mariana las define como libres, inapropiables, de todos y de nadie al mismo tiempo. “Yo lo hago como una propuesta artística, pero la gente canta coplas como algo cotidiano. Como en los carnavales, donde la gente está absolutamente libre y dice en las coplas lo que durante el año le pasó en cualquier aspecto de la vida, pero cada uno con su personalidad, con su pinturita. Yo aprendo tanto y disfruto tanto en los carnavales que a veces me callo para escuchar y disfrutar de eso.”
Cerca de 3 mil coplas lleva recopiladas esta salteña que dice ser tan dura que a veces tiene miedo de internar en el hospital a alguien a causa del rigor de su palabra. “Pensaba que todas las coplas eran iguales y descubrí que en cada pueblo tienen una característica diferente.” A Carrizo la parió el cielo, el viento, los cerros y el aroma de Angastaco, ubicada a más de 200 kilómetros de la capital salteña, en un año indefinido que ella impide bajo cualquier circunstancia determinar. Allí creció cuidando cabras y escuchando coplas anónimas emergidas de ignotas gargantas perdidas en medio de los cerros. Esos gritos fueron apropiados por Mariana como una auténtica forma de plasmar su pensamiento, su picardía y la reivindicación de la mujer.
Dios hizo primero al hombre y después a la mujer, porque solo el pobrecito no sabía p’ande correr.
Si la mar fuera de tinta y el cielo de papel doble, no se pudiera escribir lo falsos que son los hombres.
Mariana Carrizo fue ovacionada en el Festival de Cosquín 2005, el mismo escenario donde el año pasado se presentó con un repertorio de coplas populares, acompañada por su caja y su voz, y resultó elegida Consagración. La naturaleza de sus coplas despertó, en aquella ocasión, el interés y la complicidad del público femenino, y la cautela del varonil, pero luego fue ovacionada por todos los presentes y lo que en principio había sido pautado por los organizadores en una presentación de tan sólo cinco minutos, se extendió a veinte, a pedido del público. Este año, quienes asistieron al festival confirmaron el éxito de la pícara salteña que compromete con sus versos feministas al auditorio masculino.
–¿Qué es lo que más te preocupa de la actitud del hombre hacia la mujer?
–Lo peor que puede haber es que el hombre le pegue a la mujer, eso es terrible y más si tiene una familia, que los chicos vean eso es realmente triste. Y bueno, habrá que civilizarlo al hombre, y a las mujeres que permiten ser golpeadas, también. A mí que ningún hombre me toque un pelo porque lo mato y no la cuenta más. Aunque no quiero escupir para arriba, ya me veo toda moreteada cantando, con un ojo así de hinchado (se ríe como para poner un poco de humor a un tema tan preocupante como la violencia de género). Si son tan inteligentes como dicen ser, entonces los hombres deberían tratar a la mujer de otra manera.
–¿Qué opinás de las mujeres que luchan por sus derechos?
–Son necesarias. Y es necesario que más mujeres dejen de someterse a lo que los hombres dicen. Yo supongo que la mujer es más que el hombre siempre, lo único que le falta a la mujer es la fuerza física, pero el tema es luchar para que te reconozcan y yo supongo que cada una debe luchar por lo que quiere, como cualquier otra persona, sea hombre o mujer, y siempre el valor de la mujer es superior al del hombre.
–¿Por qué?
–La mujer tiene más fuerza para hacer las cosas, el hombre es puro bla bla bla, andá a sacarles una muela y llora. Así son, mirá si tienen que parir: se mueren directamente, y esa fuerza interior que tiene la mujer le permite hacer muchas cosas, sin desmerecer a los hombres, por supuesto (se ríe y su risa ofrece un impulso renovado a su discurso, que ella rehúsa llamarlo feminista). No es que menosprecie al hombre, pero a mí me parece que las mujeres tenemos más fuerza para enfrentar muchas cosas que los hombres no, y que muchas veces es la esposa la que lo sostiene también.
–¿Nunca te inhibiste por algo o siempre fuiste de ir al frente?
–Yo soy muy tímida, o no, qué sé yo, cuando tengo que hacer algo lo hago, todavía no maté a nadie, no con mi mano, pero con las palabras a más de uno he matado. Ahora estoy aprendiendo a sujetarme un poco, cuando hay cosas que no me gustan. Antes yo reaccionaba muy fuerte, capaz que si hubiera sido un hombre mataba de un sopapo a alguien. Yo soy capaz de dejar a una persona internada por mi palabra, a veces me callo y me trago las cosas para no defenderme de la forma que yo tengo, para no herir gravemente a alguien. Mi mamá me decía que cuando yo me enojo soy el diablo en persona. Otra cosa que me molesta tremendamente es el tema de la discriminación de razas; a mí no me discriminaron, pero los que quieren por ahí discriminarme no logran en absoluto hacer nada conmigo, a mí no me hace ningún daño, todo lo contrario, pero me molesta cuando me entero de que alguien es discriminado.
–¿Tenés coplas de tu autoría?
–Yo hago coplas, pero me gusta olvidármelas, o mezclarlas con las que tengo anotadas para no saber que son mías. Lo lindo de las coplas es queson como un pajarito, hay que largarlas y que se vayan, que sean libres, es un sentimiento que tiene que salir para sentirte libre; aparte me da vergüenza decir que son mías.
La mujer que quiere a dos no es tonta sino advertida, si una vela se le apaga, la otra queda encendida.
Casada quisiera estar, casada por un ratito, casada toda la vida, eso sí no lo permito.
A los 8 años cantó por primera vez arriba de un escenario: fue en el Festival del Poncho, en la localidad de Molino, no muy lejos de su pueblo. Lograr presentarse en ese lugar fue fruto de su audacia para convencer a su padre, que bajo ningún aspecto quería que su hija estuviera en ese evento, y que de ninguna manera quería que su pequeña niña se convirtiera en una cantante de coplas. El había elegido un destino para su hija, ella sería monja. Sin embargo, Mariana rápidamente se apropió de su destino. Y comenzó a cantar en festivales y luego en el Tren de las Nubes.
–¿Tu familia te transmitió el amor por las coplas?
–No, soy la oveja negra de la familia. Nadie canta, ni mi abuela, nadie es músico ni artista. Esto es mío desde chiquita. Yo lloraba cuando mi papá se iba a una fiesta y no me llevaba porque para mí era una maravilla absoluta bailar y divertirse, yo quería estar ahí en el medio, pero mi papá no me dejaba ir y yo me descomponía llorando. No sé de dónde salió esto, no sé si seré humana, mis amigos dicen que no.
–¿Tu padre no se oponía a que te presentaras en los festivales?
–El no me dejaba. Yo siempre me fui escapando, siempre hice cómplice a la gente, para que le pidieran permiso a mi papá; pero, bueno, a veces me lo daba, si no, me iba igual, si no conseguía por las buenas, me iba igual, me escapaba, después venía el castigo, eran unos azotes bárbaros pero, bueno, yo me los bancaba. Había una época en que llegaba al pueblo un contingente de jubilados y yo iba a cantarles a la plaza, me daban propina, pero yo no buscaba el dinero, el tema era cantar.
–¿Cuándo actuaste fuera de Salta?
–Las cosas se fueron dando, primero fue Jujuy, Santiago del Estero, en fin... A los 13 años empecé a actuar en otras provincias y fue porque me escapé. Hoy pienso que fue terrible haberles hecho eso a mis padres. Recuerdo que les dije que tenía que hacer un trabajo para la escuela con un grupo de compañeros. Y me fui sola. Es que a mí me gusta andar sola. Me cuesta andar acompañada.
–¿A qué se debe el nombre de tu disco?
–El título de mi disco, Libre y dueña, tiene que ver con la copla principalmente, uno dice una copla y la deja que se la lleve el viento, y es así, es libre y dueña, y a mí me gusta ser así. Yo sola me dejo suspender como una hoja que se suspende en el viento. Me cuesta estar todo el tiempo con una persona, yo necesito ser libre y dueña (se ríe). Mi novio me dijo que no soy más libre y dueña, yo lo dejo que crea eso, pero está muy lejos de ser así (y ahora su risa se convierte en carcajadas).
Me gusta el vino, la chicha y el aguardiente, pero más sabrosos son los mocitos de los veinte.
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