Viernes, 2 de diciembre de 2005 | Hoy
MúSICA
Así son las canciones que eligió Ligia Piro para su primer disco. Letras y música ancladas en los mejores recuerdos de varias generaciones, versionadas según su estilo de cantante de jazz, al menos por ahora. Porque ella rehúye de las definiciones, al menos de aquellas que no contemplen la aclaración “por ahora”. Y lo cierto es que, mientras graba el segundo disco, deja abierta la posibilidad de cambiar de registro. Veremos.
Por Laura Rosso
Cada uno de los temas que conforman el disco de Ligia Piro son versiones de canciones inolvidables. Su voz parece lograr que las melodías se llenen de dulzura, entren en profundidad o salgan disparadas con estilo propio. Hija de Susana Rinaldi y Osvaldo Piro, Ligia buscó para su primer disco –LP– aquellos temas que llenaron de música su infancia: “Todas las canciones del disco las escucho desde que tengo nueve o diez años. Mamá escuchaba jazz y yo empecé por lo que había en casa: Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Antonio Carlos Jobim y Elis Regina eran cuatro que estaban siempre. Cuando empecé a cantar, a los 24, quise trasladar esa música que había sido mía durante tanto tiempo y hacer mis versiones”. Con sus interpretaciones, Ligia recrea en su disco canciones como Body and Soul, Message in a Bottle, Chega de Saudade, God Bless the Child, Night and Day o Summertime. De entrada supo que no quería dedicarse a la lírica; quería hacer música popular. Hoy dice no considerarse una cantante de jazz sino una cantante que canta jazz, bossa nova y soul.
–Viniendo de una familia de artistas, ¿era un destino ineludible dedicarte a la música o en algún momento pensaste en hacer otra cosa?
–Pensé en anotarme en la facultad y seguir alguna carrera cuando terminé el colegio, pero creo que porque la exigencia social es muy grande y cuando decís que vas a estudiar teatro o canto te quedás como muy sola. A mí me ayudó a meterme en el arte tener una familia que me dio el ejemplo de que es un trabajo que se toma en serio, que uno se hace responsable de eso como de cualquier otro trabajo. Yo no creo tanto en el factor suerte, creo que el éxito no es azaroso sino que depende del trabajo, de lo que uno persevere y de cuánto ame su profesión. No sé si mi destino era ineludible: yo lo elegí y, obviamente, también mamé la música desde la panza.
–Pero elegiste otro género musical.
–Elegí un género que me partía la cabeza. A mí el jazz me supera, no sé por qué, andá a saber de dónde, porque el gusto por las cosas uno no lo analiza, te pasa, como cuando te gusta un color. Yo elegí el jazz y dije: “De ahí no me muevo”. Por ahora, claro. Porque me gustan tanto algunas canciones, en castellano, de rock, canciones venezolanas, boleros, valsecitos peruanos. Sin embargo, hoy en día no las canto porque estoy cantando otra cosa, estoy cantando jazz, que es una música que me encanta. Es como cuando digo: “Dejé de fumar”; bueno, no dejé de fumar; hace tanto tiempo que no fumo. Nunca se sabe, la vida pasa por tantas sensaciones.
–¿Cómo elegiste las canciones para el disco?
–Las canciones del disco las elegí cuando empecé a armar mi repertorio para cantar en pubs y clubes de jazz. Busqué los temas que más me gustaban melódicamente y por las letras; aquellos que tenían un significado para mí. Hay temas que canto desde muy chiquita. Siempre hubo discos en casa. Un día estaba puesto un disco de jazz y pregunté: “¿Qué es?” Ahí se despertó mi interés, fui, lo agarré, después agarré otro y cuando encontraba el mismo nombre o la misma cara me lo llevaba al cuarto y los escuchaba una y otra vez. Era algo que no correspondía con mi momento generacional. Bueno, también escuchaba Los Parchís o Pipo Pescador de más pequeña, que tiene canciones que aún recuerdo y a veces las canto, pero el jazz me pegó así.
–Tu disco lo grabaste de manera independiente. ¿Por qué tomaste esa decisión?
–Fue un laburo familiar, de autogestión. Quería ser dueña de mi producto. El disco lo produjo mi mamá y mi productor artístico fue mi tío. Necesitaba tener las experiencias de cada uno de ellos conmigo y estoy muy contenta de haberlo hecho.
–¿Vas a grabar otro?
–Sí, estoy necesitando el segundo disco. Empiezo a grabar a fines de septiembre y va a ser mi primera producción, voy a producir el disco artísticamente. Es un desafío. Yo grabo porque necesito meter música en mi vida, es casi una necesidad física. Gracias al primer disco canté en escenarios grandes y es otra magia, pero jamás dejaría de cantar en pubs.
–¿Cómo va a ser?
–Hace dos años amplié mi banda. El primer disco fue con un trío y ahora estoy trabajando con un cuarteto, agregué un piano. En el disco va a haber músicos invitados, quiero seguir ramificando y ver adónde puedo llegar. Va a haber jazz, bossa nova, soul y un samba. Me gusta mucho la música brasileña. Toquinho, por ejemplo, que lo escuchaba mucho de chica. Como yo no compongo –porque creo que no tengo esa capacidad, y sí tengo la capacidad de interpretar–, quiero ir por distintos autores porque cada uno tiene cosas para contar.
–En tu disco le agradecés a Africa de Retes por enseñarte a cantar. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Cuando empecé a estudiar canto, pasé por varios profesores, hasta que me encontré con Africa, que había sido profesora mía en el conservatorio. Ella me ayudó a comprender lo que pasa con la música en el cuerpo. Hay que entender primero cómo tomar aire, que te pasa en el físico cuando el aire ingresa y qué tiene que pasar adentro para que ese aire salga. Son técnicas, como aprender a manejar, primero estás: “Pongo primera, suelto el embrague”, te corcovea el auto. Lo digo con ese ejemplo porque lo comparé, lo viví y creo que es lo mismo. Un día arrancás el auto y hacés todo divinamente. Con el canto me pasó lo mismo, sufría mucho en mi época de estudiante por no entender, decía: “¿Cómo hacen éstos para cantar? Yo no puedo largar una nota”. Pero no era así, estaba exigiéndome en llegar a lugares que todavía tenía que transitar. Y creo que Africa me ayudó a eso, a tener paciencia, a conocer mi cuerpo, imaginármelo internamente. Me faltaba internalizar el instrumento con el que uno trabaja, saber qué pasa con las cuerdas vocales, un trabajo de imaginación constante, casi de meditación. Recuerdo que me decía: “Nena, esto es así, vamos a trabajar”. Hay maestros que en la vida te marcan, te dan las frases justas en el momento justo, te enseñan a comprender cosas. A mí, Africa me enseñó a entender.
–¿Qué aprendiste de tu madre, Susana Rinaldi?
–Mi mamá me enseñó con el ejemplo, cómo se trabaja, cómo uno se tiene que tomar esto. Mi vieja estaba laburando, concentrada y no había posibilidad de distracción: “No, mamá está trabajando”, era como ir a la oficina a la mañana, ir a ensayar hasta que se estrenara determinado espectáculo. Pero yo no soy tan exigente, me doy mis tiempos, ella es mucho más autoexigente. Copié el modelo de que no hay que hacer las cosas de taquito, me han inculcado que el escenario es un lugar serio al que hay que tenerle mucho respeto, como al mar. Yo le tengo respeto, no miedo, respeto, porque te puede comer.
–¿Por qué les dedicás el disco a tus abuelas?
–Angela y Carmen eran dos genias totales que me han dado a mí, a mi hermano y a mis primos todo el amor que han tenido, no han tenido más para dar. Dos ejemplos claros que no necesitaban recibir absolutamente nada: daban, eran dos máquinas de dar. Angela, mi abuela materna, tuvo más posibilidades de verme cantar que Carmen, mi abuela paterna.
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