La verdad es que no es ni elegante ni justo ni está basado en ninguna información ni reservada ni de las otras decir que el nombramiento histórico de dos mujeres en dos carteras duras como Defensa y Economía haya sido una provocación. Y sin embargo, más allá de quiénes sean estas dos mujeres, de lo que tengan para decir en adelante y de todo lo que estaría bueno poder preguntar –por eso de no olvidar la agenda de género más allá de la importancia de sus temas específicos ahora que están en lugares estratégicos–, como primera reacción me sale una sonrisa de gata que acaba de comerse el pescado de sólo imaginar a los señores de las Fuerzas Armadas obligados a negociar con una señora. Dicen en los pasillos de las redacciones y radios, incluso, que lo que hizo bajar abruptamente la bolsa el día en que se conocieron los nombramientos no fue el de Felisa Miceli, sino el Nilda Garré, tal vez porque el empresariado argentino, aun remozado y habiendo hecho posta con las generaciones activas de hoy, sigue recordando con nostalgia –y esperemos que no, pero también con cierto ánimo de as en la manga– los días en que sus intereses económicos eran custodiados por las armas. Entonces que no se enojen los señores de uniforme, que no alteren sus clubes exclusivos y sus botas bien lustradas con la irrupción de tacos altos o trajecitos bien cortados porque tenemos la bolsa en la mano. Cuando esta columna esté sobre el papel ya habrán jurado las dos ministras, ya podremos decir que al fin salieron las chicas de las nutricias áreas exclusivas de desarrollo social y educación y los indicadores superfluos –como los negocios de la magra bolsa nacional– seguirán con su inercia. Pero, como cuando hay motivos de festejo una no se puede negar, sostendremos la mueca pícara de quien se ha llevado del banquete ese servilletero tan bonito para mostrarle a la familia. Haya habido intención o no ¡qué saludable provocación!