Viernes, 30 de diciembre de 2005 | Hoy
INTERNACIONALES
La denuncia contra una red de pornografía y prostitución infantiles que opera en Cancún puso a la periodista y activista mexicana Lydia Cacho en el ojo de una tormenta peligrosa. Tras una demanda por calumnias presentada por uno de los acusados, estuvo virtualmente secuestrada por la Justicia durante casi un día; las autoridades la tildan de “delincuenta” y justifican las irregularidades del arresto. El proceso recién comienza.
Por Soledad Vallejos
En su casa de Cancún, el lunes 19 escribió: “No podré responder muchas llamadas: estaré trabajando en mi defensa. Sólo quiero dejar sentado que esta es la prueba fehaciente del poder que protege la pornografía infantil de los alcances de la impunidad y la corrupción en México; que sé que mi trabajo es honesto y profesional; que creo en la libertad de expresión, en mi derecho a defenderme y a ser escuchada por los tribunales. Pero sobre todo, y ante todo, creo en los derechos de esas niñas y niños marginados que fueron acosados y presionados, víctimas reiteradas de la violencia, y que otra vez están revictimizando a esas criaturas para salvarse ellos”. Lydia Cacho Ribeiro había salido de la cárcel el sábado 17, tras casi 20 horas de una detención a todas luces oscura, y si no francamente reñida con la legalidad, al menos sí poco apegada a reglamentaciones. Fueron 20 horas a lo largo de las cuales su paradero permaneció desconocido, su posibilidad de llamar a un abogado cancelada y su desconcierto por la impunidad con que los agentes federales la trasladaban de un estado mexicano a otro (por carretera y eludiendo la custodia permanente que la Justicia le había asignado) intacto. Lo único que sabía era la acusación por la cual estaba siendo detenida: una demanda por calumnias e injurias. ¿El motivo? Kamel Nacif Borge, el empresario de origen libanés nacionalizado mexicano, el “rey de la mezclilla” (es dueño de un imperio fabril bien conocido por las denuncias de explotación y abuso en sus maquilas), el hombre que sabe tener amigos de lo más poderosos y causas judiciales tan virtuosas como para desvanecerse en el aire, se sintió ofendido porque Los demonios del Edén. El poder detrás de la pornografía infantil –la investigación de Lydia expuso el funcionamiento, los nombres, los circuitos de una red de pederastia y que desató una serie de causas judiciales– lo vincula con Jean Succar Kuri, un pederasta que cimentó sus millones en la pornografía infantil y el turismo sexual que explota a niñas, niños y adolescentes en las arenas idílicas de Cancún. La sombra que ocultó a Lydia durante casi un día entero es sólo un fragmento, apenas una demostración de cuánto es capaz el poder que gobierna la explotación de esos cuerpos cuando se trata de defender un negocio que genera millones de dólares por año: no sólo tiene iniciativa, sino también excelentes conocimientos de los mecanismos de la Justicia.
Tenía 12 años cuando se convirtió en “amante” de Succar Kuri. Edith Lorena Encalada Cetina fue quien, ante el juez Tercero en lo Penal de Cancún Víctor Manuel Echeverría Tun, declaró hace poco más de dos años: “Sin temor a equivocarme me consta que Succar contacta a otras niñas en Estados Unidos para poder, incluso, intercambiarlas (...) con el señor Kamel Nacif, quien tiene gusto por los niños, y con Miguel Angel Yunes, de quien no sé con certeza a qué se dedica”. Miguel Angel Yunes Linares es el actual subsecretario de Seguridad Pública de México; Kamel Nacif es quien querelló a Lydia por calumnias (radicando la denuncia en un fuero especializado en delitos electorales). Este fue el tipo de relatos que Lydia comenzó a escuchar en 2003, cuando se convirtió en directora del Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM) de Cancún, el refugio para mujeres, niñas y niños víctimas de la violencia sexual y doméstica que había creado un año antes. Es que en enero de 2002 había decidido sumar: no alcanzaba con escribir sobre la violencia hacia las mujeres, necesitaba una acción más contundente que le reclamara poner en juego el cuerpo. Periodista, escritora, pero también feminista militante, fue en esa tarea al frente del CIAM que contactó con un mundo de pornografía infantil, pederastia y dinero, mucho dinero producto de la explotación sexual circulando por cada paso del mecanismo.
“Jean Succar Kuri es un hotelero de Cancún, de origen libanés, actualmente preso en Chandler, Arizona, sujeto a juicio de extradición para responder por los delitos de pederastia y pornografía infantil. La denuncia por parte de sus víctimas y la orden de aprehensión en su contra se efectuaron antes de que yo conociera a las niñas objetos de abuso. Posteriormente, en mi carácter de directora del CIAM, conocí su caso y apoyé su recuperación física y psicológica. Me decidí a escribir un libro cuando me di cuenta de las poderosas redes de apoyo con las que contaba Succar Kuri, las cuales le habían permitido fugarse y amenazaban con dar ‘carpetazo’ al proceso judicial y, eventualmente, dejarlo libre”, escribió Lydia en “Juicio político contra el periodismo” (también disponible en www.cimacnoticias.com). Dijeron las crónicas del momento que Succar Kuri fue un prófugo que las poderosas redes de apoyo a que refiere tenían, como casi todo en esta historia, un nombre clave: Kamel Nacif Borge, el hombre de quien se suponía testaferro a Kuri, y quien, se sugirió hasta el cansancio, le facilitó un avión particular para escapar de México.
“KN.” Como en una emulación algo burda de los sueños edilicios del ciudadano Kane, Nacif eligió sus iniciales para sellar las fachadas de sus plantas textiles. Tiene 69 años, un cigarro permanentemente encendido y una fama que lo precede: en Las Vegas, los dueños de los casinos celebran su llegada (son, dicen, memorables las veladas en las que deja correr dinero sin preocupación alguna), aunque en 2003 las investigaciones del observatorio norteamericano de las casas de juego (la Gambling Research Information & Education Foundation) lo hayan relacionado, junto con Jack Binion –el dueño del Shoreshoe Casino– al lavado de dinero; de acuerdo con organizaciones que monitorean el trabajo en las maquilas, figura entre los explotadores más abusivos (salarios ínfimos, ninguna prestación social), además de haber sido acusado por abuso de trabajo infantil por el Centro de Derechos Humanos de Tehuacán (Puebla). Supo ser buen amigo del ex presidente Ernesto Zedillo, pero el tiempo cambia y él sabe adaptarse: su nueva compañía es Vicente Fox, quien en 2001 lo acompañó en la inauguración de uno de sus hoteles y en 2002 lo definió como “ejemplo del empresario ideal”. También, claro, se lleva bien con la primera dama Marta Sahagún, a cuyo proyecto “Vamos México” aporta fondos con frecuencia.
Ubicuo y escurridizo a la vez, toda una definición del auténtico poder, Nacif, sin embargo, no es ni por lejos protagonista de Los demonios del Edén. La suya es una presencia que sobrevuela, un santo y seña que reaparece de tanto en tanto sin que nada lo sindique, en la superficie, como la pieza clave. Lydia escribió en estos días: “Kamel Nacif es mencionado cuatro o cinco veces en mi libro. Su nombre aparece en los testimonios de las víctimas, quienes lo señalan como uno de los amigos que solían acudir a reuniones de Succar, y éste mismo lo menciona como uno de sus poderosos protectores”. Pero esas menciones alcanzaron y sobraron para ofenderlo lo suficiente como para poner en marcha una maquinaria (no solamente) judicial que recién comienza a andar. Nacif, ese es el hombre que demandó a Lydia y hace unos días, con ella en libertad bajo fianza, la desafió durante una entrevista que otorgó a un diario: “Que sea hombrecita, que demuestre lo que dice”.
“Esa llorona no se va a salvar, ¿eh?” Eso también lo dijo Nacif en la entrevista de Blanche Petri publicada en La Jornada. Y hay más.“KN: Es algo asqueroso que esa señora me mezcle en este asunto. Y que los medios de comunicación le den cobertura a esta señora que miente. Ella dice que tiene 100 denuncias de acoso sexual en mi contra. ¿Que no sabe esa señora que esa gente se retractó?
BP: ¿Se refiere a las niñas que primero denunciaron al señor Succar ante la Procuraduría General de la República y que luego, ante notario en Estados Unidos, dijeron que todo era falso?
KN: Claro que se retractaron porque es una conjura eso que me hicieron.
BP: Se dice que fue el señor Succar Kuri el que las presionó para que se retractaran.
KN: El detalle del señor Kuri no lo sé. Ora sí que yo no soy ni juez ni parte. Sólo sé que las jovencitas se retractaron.
BP: ¿(La presencia mediática de la causa contra Succar Kuri) le parece demasiado para un caso de pederastia?
KN: Hay que matarlos... a todos los pederastas, ¡hay que matarlos! Si hay alguien que haga algo tan asqueroso como hacer fiestas con niñas –digo, con niñas chicas, porque con niñas grandes está bien, digo yo– hay que matarlo. Yo eso haría, porque tengo hijos, nietos. (...) Que metan a la cárcel a esa señora. A ver, que sea hombrecita y que sostenga ante el juez lo que escribió. Pero si se desiste públicamente, que se vaya y Dios la ayude. Ora que si no... ahí va la segunda demanda por daños y perjuicios. A ver cómo me va a pagar. Para que se siga quejando.”
Lunes 26. Una semana después de la carta abierta de Lydia (que puede encontrarse completa en www.cimacnoticias.com), Teresa C. Ulloa Ziaurriz, directora regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CTWA), contesta un mail de este suplemento. “Lamentablemente Lydia está preparando su defensa, ya que sólo cuenta con diez días para apelar el auto de formal prisión y el mismo período para presentar pruebas.” El 24 de diciembre a Lydia le fue dictado el auto de formal prisión, lo cual significa, en realidad, que el proceso judicial contra ella ha comenzado. Tal vez, se resuelva en un año, nada es demasiado seguro teniendo en cuenta la cadena de irregularidades que va uniendo cada paso: la denuncia no fue presentada ni en el estado de Quintana Roo (donde vive ella) ni en el Distrito Federal (donde fue publicado el libro), sino en Puebla, en un papel cuyo membrete –señala Lydia– reza “Ministerio Público Especial para Delitos Electorales”, “en efecto –acota–, justicia divina”. El gobernador Mario Martín Torres apareció en la tapa de los diarios del 22 de diciembre definiendo a Lydia: “Es una delincuenta”. Kamel Nacif, además, se enorgulleció públicamente de la colaboración que Torres brindó a su caso: “Le pedí al señor gobernador de que esta señora me está calumniando, así, así, y él me dijo: ‘aquí no se calumnia a nadie’, y ¡pum!, que le dictan la orden de aprehensión”. La procuradora general de Justicia del estado de Puebla, Blanca Laura Villena Martínez, defendió el hecho de que Lydia fuera detenida sin aviso de la orden de arresto que pendía sobre ella: si así se hizo, dijo, fue para evitar que hiciera “un escándalo”. “Consecuentemente y para sorpresa de nadie –escribió Lydia–, el viernes 23 de diciembre, la juez Quinto de lo Penal (Rosa Celia Pérez González) me declaró auto de formal prisión, una semana después de mi aprehensión, pese a las pruebas presentadas. Actualmente me encuentro en libertad bajo fianza, en el inicio de un juicio que podría concluir con una sentencia de cuatro años de cárcel y una multa.” Eso, en el caso de que la custodia que la Justicia le asignó por las amenazas que recibe desde la publicación de Los demonios... no vuelva a dejarla sola ante la llegada de cinco autos y una orden de arresto; de que no vuelvan a trasladarla durante 20 horas (el tiempo que llevó recorrer 1500 km por carretera) sin permitirle comer, ir al baño, tomar los remedios que necesita habitualmente o hablar con su abogado; de que otra denuncia de Nacif no vuelva a hacer funcionar engranajes poco claros.
Sólo la intervención, en esas 20 horas de traslado (antes de ser oficialmente arrestada e ingresada en una cárcel de Puebla), de ONG, organizaciones defensoras de los derechos humanos y también organizaciones de periodistas parecen haber tenido efecto. Actualmente, legisladoras y activistas mexicanas están llamando a mantener visible el caso, pero además, como dijo la diputada Angélica de la Peña (que preside la Comisión de Infancia, Adolescencia y Familias) a “pugnar porque se ponga el dedo en el verdadero problema: la explotación sexual infantil que se mantiene impune en los centros turísticos”. Por su parte, la Coalición Internacional contra el Tráfico de Mujeres lanzó una campaña internacional para traducir el apoyo en cartas de protesta. “Lydia lo único que hizo, como cualquier periodista, fue narrar los hechos, lo que ella escuchó de las víctimas y lo que encontró en documentos oficiales, en ningún momento manifestó un juicio de valor o sus opiniones personales –afirma Teresa Ulloa Ziaurriz–. Sin embargo, su arresto y ahora que le hayan dictado auto de formal prisión, aunque esté libre bajo fianza, es para nosotros un claro atentado para amordazar las bocas de las y los periodistas honestos que se han comprometido en la lucha contra la explotación sexual comercial y la trata de mujeres, niñas y niños, porque detrás de todo esto hay intereses económicos y políticos muy poderosos involucrados, protegidos y cobijados por la industria global del sexo.” Hasta la semana próxima, la CTWA entregará personalmente las cartas que lleguen en apoyo a Lydia y de protesta dirigidas al presidente de México, Vicente Fox Quezada; al secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza; al gobernador del Estado de Puebla y al presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Puebla. Todo movimiento es preciso, aunque parezca escaso. “Lo cierto –escribió Lydia– es que una simple denuncia por calumnia, improcedente –porque tengo pruebas de lo que publiqué–, consiguió lo que agresores de mujeres y otros delincuentes de alto calibre no habían logrado en todos mis años como periodista y activista feminista contra la violencia: sacarme de mi ciudad, despojarme de la protección y dejarme completamente indefensa y vulnerable durante más de 20 horas, en zonas aisladas y deshabitadas, sin saber si podría perder la vida a manos de quienes deben impartir justicia.”
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