Viernes, 21 de abril de 2006 | Hoy
FOTOGRAFíA
Una pequeña rebelión de sus órganos genitales –a la que la medicina llamó quiste– capturó la atención de Tatiana Parcero sobre su cuerpo, como si viéndolo a través de la cámara pudiera develarle los procesos internos.
Por Sandra Chaher
Casi desde que empezó a estudiar fotografía, a los 17 años, en México DF, Tatiana Parcero hizo autorretrato, la marca de su estilo. “Empecé en video, cuando aún estaba en México: me filmaba, elegía las imágenes que más me gustaban, hacía una foto de lo que se veía en pantalla y ésa era la obra. Lo hice durante dos años. Después, cuando terminé la universidad en Nueva York, tuve un problema físico, un quiste ovárico, y algo que pasaba dentro mío pero no lo veía fue el inicio de lo que sigo haciendo ahora: tratar de ver qué está pasando dentro del cuerpo y de la mente. Pero mi trabajo siempre fue muy introspectivo, aunque no fuera autorretrato. Yo lo relaciono con el hecho de ser psicóloga.”
Tatiana tiene 38 años y llegó a Buenos Aires hace diez, después de enamorarse de un viejo colega argentino. Mientras terminaba la Licenciatura en Psicología en el DF, Tatiana empezó a estudiar fotografía. Al terminar la universidad, ya trabajaba como fotógrafa y decidió hacer una Especialización en Fotografía en la New York University. Se quedó cinco años, estudiando primero y trabajando después. “Fue la época en que empecé a mostrar más mis cosas, hice varias muestras colectivas, y también la investigación se volvió más interior.” Acá hizo dos muestras: una en el Centro Cultural Ricardo Rojas, en 1999, llamada Nuevo Mundo y vinculada con su reciente maternidad, y la otra en el 2000, en un espacio para eventos de Puerto Madero; y participó de un Estudio Abierto en San Telmo. “Pero no soy muy conocida en la escena porteña. Me llama la atención porque afuera sí lo soy. Me invitan a participar en libros de fotografía latinoamericana y contemporánea, y mis fotos se venden en galerías de España, Estados Unidos y México.”
Reinventandose
La mayoría de las obras expuestas ahora en Tono Rojo son de estos últimos años. Su cuerpo, entero y fragmentado, es una vez más el soporte en el que contar las historias que atraviesan su mente: dibujos, palabras y signos que hablan de la alquimia y la cábala, de las fases energéticas de la luna, de los momentos de fuerza y debilidad, posiciones de las manos –mudras– que dicen sobre la mayor o menor energía que tiene el ser en determinado momento.
La técnica que usa se llama “de yuxtaposición de fotos en blanco y negro impresas en acetatos sobre fotos a color”. Hay tomas del cuerpo casi entero, otras de manos, de palmas, de pies, de torsos. Sobre ellas aparecen los dibujos elegidos. Para Re-invento están la cábala y la alquimia, pero también hay fotos de una serie de hace diez años, Cartografía interior, en la que las imágenes sobre el cuerpo pertenecen a códices mayas y aztecas, en los que Tatiana encontró relaciones entre el cuerpo y la naturaleza: “Los ríos hablan de las venas, es como si la tierra fuera el cuerpo y lo que está en ella pudiera traducirse a lo corporal. Yo quería explorar los códices en forma lúdica, todas las cosas que aparecían en ellos, en algunos encontré la interferencia europea a través de la cruz o directamente de figuras de españoles; pero después aparecieron estas referencias al mapa corporal que le dieron otro sentido”.
En Re-invento el disparador de la investigación fueron los experimentos y combinaciones que empezó a hacer su hija Valentina cuando entró a la primaria. “Así me puse a investigar sobre alquimia. Y el tema de los mudras me interesa desde hace mucho. Cuando nos vinimos a vivir acá con Pablo, hicimos un viaje largo, por India, Islandia... India me provocó muchas imágenes, y están todas acá. Y también esta serie tiene que ver con la anterior que hice, Actos de fe. Nosotros estábamos viviendo en Estados Unidos cuando fue el atentado del 11 de septiembre. Acabábamos de llegar y nos íbamos a quedar un tiempo que finalmente fueron dos años. Ese hecho fue el despertar a la posibilidad de que la fe tiene mucho más sentido del que uno piensa, sobre todo en religiones que ni conocés. Y ahí quise investigar sobre las religiones y entender la búsqueda que hay en cada una: hay un Dios que cada una ve diferente.”
En Re-invento hay un último grupo de obras que no son dibujos ni códices, ni signos, sino pinturas monocromáticas de flores sobre manos y pies. “Tienen que ver con los rituales prenupciales de las mujeres hindúes, que se pintan las manos y los pies con henna, haciendo dibujos de flores, estrellas y animales. La idea de embellecer el cuerpo y que esto tuviera que ver con un ritual prenupcial me gustó mucho. Mi intento en esta muestra fue sintetizar con pocos elementos –la expresión del cuerpo, las posturas y la gráfica– todas las cosas que quise decir en estos años. Por eso es como inventarme nuevamente a mí misma.”
Re-invento, en Tono Rojo (E. Schiaffino 2183), podrá verse hasta el 27 de mayo.
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