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Viernes, 21 de abril de 2006

SOCIEDAD

El alivio del pesimista

Dennis Rodgers, antropólogo inglés y pesimista confeso, asegura que venir a la Argentina es una manera de refrescarse. ¿Por qué? Es que aquí los movimientos sociales tienen “increíbles maneras de experimentar”. Y aunque los microemprendimientos y las cooperativas no van a cambiar el mundo, dice, al menos permiten vivir mejor aun en el contexto más duro.

 Por Sonia Santoro

Dennis Rodgers es un académico poco ortodoxo. De haber vivido con una pandilla en Nicaragua y representar la leyenda urbana del chere (extranjero blanco) pandillero en Managua, pasó a internarse en La Juanita, La Matanza, para estudiar el movimiento liderado por Toti Flores. El abismo que separa las dos experiencias tiene un punto de contacto, su interés por meterse en el campo, deformación profesional si se quiere ya que es antropólogo, pero también pasión por las experiencias alternativas de desarrollo. Invitado por el British Council, estuvo en Buenos Aires, encontrándose con distintos movimientos sociales y con el Estado para presentarles los resultados de las investigaciones de las que fueron objeto.

Rodgers tiene 32 años, un arito en su oreja izquierda y un saco que intenta cerrar insistentemente sin lograrlo. Docente del London School of Economics, espera que los invitados lleguen para dar la charla “¿Vale nada lo politizado?”, en base a su trabajo sobre el Presupuesto Participativo de la ciudad de Buenos Aires. Quienes vienen retrasados son los dos movimientos que le hacen mantener su esperanza sobre la posibilidad de generar alternativas de desarrollo viables: el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La Matanza y el Movimiento de Trabajadores Revolucionarios Santucho, desprendimiento del Teresa Rodríguez, de Ezpeleta (ver recuadros).

–¿Qué hacés Dennis? –lo increpa calurosamente un señor con boina y bigotes blancos, apenas llegado.

–¿Cómo estás?

–Mejor que hace tres años.

Hace tres años, durante seis meses, Rodgers se tomó el 86 tres veces por semana desde plaza Once hasta La Juanita, para meterse en ese mundo que lo había atraído, sobre todo por el carisma de sus dirigentes: Toti Flores y su pareja Soledad Bordegaray, que le permitieron estudiarlos a cambio de algunas charlas sobre antropología, Nicaragua y Spinoza. Allí están ellos, Flores y Bordegaray en la tercera fila, y Susy Paz, del grupo de Ezpeleta, en la primera, rodeados de otros miembros de sus agrupaciones.

“Con el argentinazo, Argentina se transformó en laboratorio político. Surgieron nuevas formas de hacer política (trueque, piqueteros, asambleas, fábricas recuperadas). El punto común es que ocurrieron en espacios autónomos; buscaron reemplazar o conquistar al Estado, a diferencia de los espacios de invitación, que son espacios de participación política organizados por el Estado para instituciones que no son del Estado. El presupuesto participativo es el arquetipo de los Espacios de Invitación”, explica Rodgers, quien llama “espacios autónomos subversivos” a las asambleas en las que se debatía dicho presupuesto. La del Abasto, contó, en junio de 2003 llevó a más de 350 personas. De ellas, Rodgers se acercó a un hombre de unos 40 años, para preguntarle:

“–¿Qué sabe del presupuesto participativo?

–No sabía mucho hasta anoche que esa mujer que está allá me dijo que venga y, como ayudó mucho a mi familia, vine.

–¿Le dijo qué tenía que votar?

–Sí, y que vote a tal delegado.

–¿Y usted votó lo que ella le dijo?

–Al delegado sí, pero después escuché que había buenas ideas así que no voté las que ella me había dicho.”

El fragmento de la exposición provocó risas en el auditorio. El antropólogo había puesto en evidencia prácticas habituales de la política nacional. Así y todo, él rescató que “aun en Espacios de Invitación una persona traída por una puntera puede generar cosas distintas. Entonces, no necesariamente la politización funciona negativamente, como la literatura académica sugiere”.

En la última fila, Bordegaray intervino después de abrir una ronda de mates:

–Parecería que el presupuesto participativo es una herramienta que puede llegar a ser independiente de la mano que la ejecuta, que produce efectos más allá de quien la empezó a usar.

–Es como cuando tenés un huésped que se quedó demasiado tiempo en casa y es difícil echar (risas). El presupuesto hace eso: aún la persona que abre el espacio no puede limitarlo. La participación es una actividad transformadora, los esfuerzos de este ámbito trasladan a otros –dice Rodgers.

–¿Sabés cuál fue la influencia del Presupuesto Participativo en las asambleas barriales? –preguntó otro miembro del MTD.

–Hubo tensión al principio entre los dos. En el segundo año mucha gente de asambleas se trasladó al Presupuesto. Un 25 por ciento de las personas habían participado en asambleas. Yo creo que una de las razones de la caída de asambleas fue que no manejaban recursos.

Concluida la charla, Rodgers charló con Las/12.

–¿Cuál era tu visión antes de meterte en los movimientos sociales?

–Yo llegué a Argentina cínico, porque enseño estudios de desarrollo y veo un poco lo que se escribe y muchas veces son sólo palabras. Pero viniendo de Nicaragua, donde la única forma de organización colectiva era la pandilla, fue muy impactante porque el trabajo de campo era completamente diferente, se podía discutir con la gente... Uno puede estar de acuerdo o no con lo que hace el MTD de La Matanza pero son increíbles maneras de experimentar. Y otra cosa que me sorprendió después de haber intentado tender lazos con el Estado nicaragüense, que es elitista y vicioso, venir aquí y que la gente de Presupuesto fuera tan abierta.

–A tres años de tu visita, ¿cómo ves los movimientos?, porque las asambleas desaparecieron rápidamente...

–Las asambleas, ya lo dije, el problema era que no manejaban presupuestos. Los clubes de trueque no son una alternativa, hay una razón fundamental porque se inventó el dinero, porque es más práctico. Las fábricas recuperadas podrían haber sido viables porque eran un medio de producción, pero representan un desafío fundamental al sistema. Entonces les van a cortar los recursos. Y después la gran mayoría de los piqueteros están imbricados en el sistema, entonces reproducen un sistema de peronismo clientelista clásico.

–¿No queda nada para rescatar?

–Iniciativas como el MTD de La Matanza, el Teresa Rodríguez, el Aníbal Verón porque intentan hacer otras cosas. Para mí no se puede construir un mundo mejor con microemprendimientos pero por lo menos se puede construir algo que permita vivir un poco mejor en un contexto muy duro. Tengo un problema, mis estudiantes siempre me lo dicen, mis cursos son muy pesimistas.

–Pero la charla de hoy no fue pesimista.

–No, es que venir a Argentina es un poco una redención para mí. Yo fui a Nicaragua con la idea de que la revolución sandinista había dejado rastros que influenciaban las prácticas económicas de la gente, pero no quedaba nada de eso. Los primeros dos meses siempre tenía encuentros con pandillas, me patearon tres veces. Y cuando finalmente pude entrar en un barrio pobre me propusieron integrar la pandilla, y dije, “dado que no puedes derrotarlos únete a ellos”, y fue una manera increíble de conseguir datos. Empecé mi trabajo en Nicaragua en 1996. El barrio donde viví era un asentamiento, éramos 15 en una casa. Vivía con una familia, había una matriarca, tres hijas, los maridos, otro hijo, varios nietos y nietas, también alquilaban. Yo tenía mucho temor. Pero estuvo bien. Estaban contentos con lo que hice. Al mismo tiempo, la gente no se engancha tanto con la cosa como aquí. Allí más que nada les interesaba saber qué nombres les había puesto, cómo aparecían.

–No les interesaba el cambio.

–Sí, el cambio sería mejorar su situación material. Y una cosa que pasó es que mejoró su situación porque una de las hijas se casó con un traficante de drogas. Es espantoso que el más poderoso proceso de desarrollo local fue la droga. Llegué después de cinco años y el barrio estaba cambiado, más peligroso y violento. La pandilla había mutado de violencia social por disputarse las secciones del barrio a una violencia económica alrededor del tráfico de drogas, eran el aparato de seguridad del tráfico. Así que la violencia que antes no se ejercía sobre la gente del barrio, ahora sí, había un régimen de terror. Yo tengo una suerte increíble, que es la posibilidad de no quedarme. Por eso, a pesar de que el MTD de La Matanza o el Presupuesto Participativo pueden ser criticados, son procesos que tienen cosas positivas, son mucho más ambiguos. Al mismo tiempo, entiendo que son desarrollos locales, que no tienen impacto a nivel nacional.

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