Viernes, 1 de septiembre de 2006 | Hoy
PERFILES
Si algo le impide a Adela Helguera seguir recorriendo Puerto Iguazú montada en su ciclomotor, no es el hecho de ser monja o de haber cumplido 70. Es culpa del médico, se queja, quien no se animó a prohibirle que se quede quieta ni que se dedique a la política.
Por Gimena Fuertes
Adela María Helguera es monja y tiene 70 años. Se acaba de hacer conocida porque existe la posibilidad de que integre la lista que encabeza el obispo Joaquín Pigna para formar parte de la Asamblea Constituyente de la provincia de Misiones, en la que intentarán impedir que el gobernador Carlos Rovira vaya por su re-reelección. Cada vez que la llaman desde un medio de comunicación de Buenos Aires a Puerto Iguazú, donde tiene su trabajo de base, intrigados en su interés por la actividad política, ella aprovecha para denunciar toda la situación social de una de las provincias más pobres del país, y para sentar posición sobre la pobreza, el aborto y la economía. Si bien como religiosa sostiene que el aborto “es matar”, también argumenta que no está de acuerdo con que se penalice a las mujeres que interrumpen su embarazo. Además sostiene que “la Iglesia no debe hacer del aborto el único ataque a la vida, porque los chicos que sí nacen sufren la falta de comida, de remedios y de escuela, y eso es mucho peor”.
“No hay por qué hacer pesar condenas sobre las mujeres que abortan. Hay que encarar este tema de otra manera. Estamos viviendo un genocidio de las nuevas generaciones por el veneno y la desnutrición, y ahí es donde la Iglesia debe defender la vida.”
El médico de Adela Helguera le acaba de prohibir que siga dando vueltas por el pueblo en su moto como lo hizo hasta el 12 de junio cuando se cayó y se quebró el fémur y tuvieron que ponerle una prótesis. “Era mi manera de moverme”, se queja. En 1994, Helguera llegó a Puerto Iguazú, un pueblo de 50 mil habitantes con cifras de pobreza y desnutrición infantil alarmantes. Otro de los grandes problemas que sufre esta zona es la contaminación del aire, el agua y la tierra debido a los agroquímicos que se utilizan en las plantaciones de tabaco. Hasta este año, Helguera sostuvo una militancia social dentro de sus tareas religiosas. Sin embargo, a partir de las ambiciones del gobernador misionero, la Pastoral Social y Cáritas se acercaron al obispo Pigna y a ella para intentar constituir el Frente Unidos por la Dignidad. Y ella decidió ir por más. “Hasta ahora he llevado bastante a fondo la actividad social, y lo social y lo político se implican el uno al otro, no se puede cambiar la sociedad si no se tocan los resortes políticos. Mi actividad no es partidista sino por el bien común, por la defensa de todos, no es tomar un partido político como bandera, es decir ‘no’ a una reforma. No hay ambición de conseguir un puesto sino de impedir que nos sigan llevando de las narices”, sostiene Helguera con un énfasis propio de quien no quiere cargar con los prejuicios generados sobre la política por aquellos mismos que la vinieron ejecutando y que ella intenta cambiar. “Ya estoy metida en el baile”, sintetiza.
La pobreza es un paisaje que se fue naturalizando en Misiones, pero la ambición de reelección del gobernador despertó a diversos sectores. “Es que esto ya es el colmo, por eso se armó una oposición bastante fuerte con participación de políticos de partidos tradicionales, pero también de muchos luchadores sociales”, cuenta Helguera. “Nosotros queremos una alternancia, no queremos continuar con un unicato, en muchas provincias se perpetúan los mismos en el poder y después llegan a ser mafias.”
“Están disponiendo de 35 millones de pesos para la reforma para beneficiar sólo a dos personas, que son el gobernador y el vice, y en la mayoría de Misiones los chicos se mueren por desnutrición, otros nacen desnutridos y si sobreviven tienen atrasos en la escuela. La falta de alimentación de las madres es otro problema muy serio de toda la zona, no sólo de Puerto Iguazú.”
Otro de los grandes problemas de la zona son las plantaciones de tabaco. “Les exigen a los peones que pongan agrotóxicos y los chicos viven ahí mismo, es veneno puro para la tierra y el agua, y los chicos que crecen ahí mismo después tienen cáncer y deformaciones”, cuenta esta religiosa. Helguera relata que desde distintas organizaciones sociales intentan llevar adelante una campaña para fomentar la agricultura orgánica, “pero los pobladores prefieren seguir cosechando bajo las imposiciones de lasgrandes tabacaleras porque de otra forma se quedarían sin trabajo, ya que no les compran la hoja de tabaco sin fertilizante”.
Para esta monja, “eso es matar”. Por eso ella se “escandaliza con la falta de comida y remedios”. “La Iglesia debe defender la vida sin hacer del aborto el único ataque a la vida. Porque esto es un genocidio, esto que vivimos es peor. La Iglesia tienen que hablar de esto, esto también es matar, y a más gente. La riqueza se ha concentrado de tal manera que hay reactivación económica, pero sólo para las grandes empresas, hay un poco más de trabajo, pero se ha aumentado la desigualdad en la distribución de la riqueza, y ése es el problema número uno de la Argentina. Llega más plata que se concentra arriba, ¿y abajo qué? Eso es lo que hay que atacar, actuar en conjunto y por eso es necesario mirar más allá de lo social. Existen planes elaborados por economistas, es posible revertir esta situación, pero hay que decidirse para llevarlos a cabo. Hay que saldar la deuda interna, la deuda con el pueblo.”
Adela conoce a mujeres que han abortado “y es una herida que no se la sacan de encima, queda muy adentro. Creo que el aborto es matar. Pero no hay, además, que hacer pesar condenas sobre ellas, no se puede penalizarlas. No podemos castigar a una persona que ya lleva demasiados problemas sobre su espalda. Hay que encarar este tema de otra manera. Estamos viviendo un genocidio de las nuevas generaciones por el veneno y la desnutrición. Estamos matando generaciones de gente pobre”.
Ante algunos cuestionamientos que surgieron desde algunos sectores de la Iglesia, Helguera replica que “la preocupación por mostrar la unidad hace que la gente que piense distinto se calle. Pero hay un cierto cambio hacia un pluralismo dentro de la institución”. “Siempre trabajamos con el objetivo de formar comunidades de base, es una manera de hacer el cambio desde abajo. El bien común es la mayor expresión de la caridad y eso es política como servicio, no como dominio y explotación.”
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