Viernes, 20 de julio de 2007 | Hoy
MEDIOS
Mujeres en la radio hay, quién podría dudarlo. El problema es que las más de las veces están para tolerar chistes misóginos, generar fantasías sobre escotes que existen o no, reírse de las ocurrencias de ellos o tal vez inspirarlos. En esto coinciden también las mujeres que se escapan de la norma y aportan estilo e inteligencia en un medio dúctil que encuentra entre las oyentes la gran mayoría.
Por Moira Soto
Bastión todavía inconquistable en paridad de condiciones para las profesionales de este medio, la radio local es un medio llamativamente conservador, incluso con alguna emisora de perfil francamente misógino. Un paseo por el dial a cualquier hora del día o de la noche muestra esta supremacía masculina, al menos en las voces que están al frente de los programas y en las de columnistas (ya se sabe que los equipos de producción están formados mayoritariamente por mujeres). Obviamente, la temática de género está ausente en la gran mayoría de los programas aunque los números de Ibope indiquen que las mujeres oyentes de radio son mayoría. Una situación francamente injusta que reconoce Alicia Petti, periodista de espectáculos, columnista de Buen día, Santo, por Radio Mitre, la única persona especializada que escribe regularmente –la sección “Radiografías” y las entrevistas de los sábados– sobre radio, en el diario La Nación: “Si hay que nombrar un medio actualmente en deuda con la presencia y la labor de las mujeres en distintos rubros, ese medio es sin duda la radio. Claro que apelando al lugar común se pueden rescatar las famosas ‘honrosas excepciones’ desde la conducción, un lugar habitualmente en mano, es un decir, de voces masculinas. Las mujeres, en especial durante las últimas décadas, han ocupado un lugar más que acotado en las grillas de programación, tanto de AM como de FM. Cuando se les llega a dar la posibilidad de ejercer la conducción, suele ser en ciclos de formato magazine, que hacen hincapié en las notas de color, que en el mejor de los casos pueden acercarse a una genuina mirada femenina”.
Según Petti, el cupo en la radio no se cumple ni de lejos, desde hace tiempo las mujeres están en franca minoría “y esto se ha establecido de manera inamovible a la hora de armar la grilla artística por parte de los directivos, quienes en definitiva no hacen más que cumplir automáticamente una suerte de mandato histórico no escrito. Por esa razón, el rol de las mujeres ante el micrófono es de columnistas a cargo de determinados temas, de acuerdo con su profesión (salud, jubilaciones, espectáculos, psicología, etcétera), espacios que todas ellas deben defender casi con un cuchillo entre los dientes, porque no les queda otra. En algunos raros casos, la especialización puede ser en política, deportes, economía. Si consiguen un lugar en la radio, cualquier temática sirve a las mujeres que quieren hacerse oír, expresar un punto de vista, dejar una marca personal, aunque no siempre el espacio es suficiente ni la libertad es total para el tratamiento de ciertas cuestiones que podrían considerarse conflictivas, por más que el profesionalismo de muchas mujeres alcance grados de excelencia”.
Dentro de este panorama de inequidad, de todos modos existen nombres que descuellan en algunas de las emisoras más escuchadas: Romina Calderaro, María O’Donnell, Ernestina Pais, Romina Manguel, Fanny Mandelbaum, además de las entrevistadas para esta nota por Las/12. También se puede mencionar a Mónica Gutiérrez, Liliana López Foresi, Betty Elizalde, Mona Moncalvillo, Magdalena Ruiz Guiñazú, entre otras. Gloria López Lecube, conductora y empresaria, está celebrando un nuevo aniversario de la FM La Isla, a la que sumó la AM La Marea, emisoras que se singularizan y destacan por la igualdad, superando el cupo, entre mujeres y varones frente al micrófono.
Para conversar sobre esta situación tan asimétrica, Las/12 convocó a tres periodistas que ocupan un lugar descollante en el medio radial: Elizabeth Deluca, licenciada en Ciencias Políticas y Técnica superior en Periodismo, ha trabajado en la gráfica y en la televisión, entre 2000 y 2003 fue columnista de Bloomberg Television, en 2003 realizó la serie de documentales Un día en la vida de y desde 2004 tiene su propio programa diario por Radio Argentina, Dame el poder (de 8 a 9 de la mañana), y su equivalente en la señal Metro del cable; Miriam Lewin empezó haciendo periodismo para chicos, estuvo en Crisis, Editorial Atlántida, recaló en Telenoche donde fue cronista hasta 1992, luego se incorporó al equipo de Telenoche Investiga en 1997, realizó la resonante investigación sobre el cura Julio Grassi, pasó a trabajar en Puntodoc, en América, hizo el programa radial Dos en Off y actualmente forma parte de la unidad de notas especiales de Telenoche y desde el año pasado coconduce Estamos en eso, de 9 a 11 por Radio Nacional, de lunes a viernes; Silvia Naishtat es ingeniera agrónoma, coautora con Pablo Maas del libro El cazador (biografía no autorizada de Juan Navarro y el grupo Exxel, Planeta, 2000), colaboró en diversas publicaciones como Somos, Expreso, La Nación, Tiempo Argentino, entre 1985 y 1989 estuvo en el noticiero de ATC, entró en Clarín en 1990, donde actualmente es editora de la sección Economía (en 1996, Naishtat fue votada mejor periodista de economía y finanzas por sus colegas, de acuerdo con la encuestadora Mori, y en 2004 obtuvo el premio Buenos Aires Herald de excelencia periodística en gráfica, seleccionada entre 150 profesionales). Naishtat es la única columnista del exitoso Show de la Noticia, de 6 a 9, que conduce Roberto Pettinato por la FM 100.
Elizabeth Deluca: –Es evidente que el fútbol ocupa un espacio preponderante y visto desde un ángulo masculino, y que de los demás temas se apropian en su gran mayoría los hombres, y dan su propia versión. Es casi un clásico que con determinadas noticias, los conductores o columnistas varones las lleven por el lado sexual, el chiste picaresco nada sutil. Me llama la atención que no se les dediquen a las mujeres espacios específicos que tengan que ver con sus gustos, necesidades, preocupaciones o diversiones. En muchos casos, noto que a las mujeres que están como coconductoras, columnistas o locutoras no se las respeta intelectualmente, no se les permite sobresalir, decir nada fuera del libreto masculino. Si se les hacen ese tipo de chistes, tienen como la obligación de ser cómplices, reírse o quizá quedarse sin trabajo. Es un rol que nunca quise cumplir y por eso busqué generar espacios propios. Este panorama es otra manifestación de la discriminación que subsiste. Desde siempre he defendido los derechos de las mujeres en mis programas, y tengo que decir que no hay igualdad ni de oportunidades ni de respeto profesional. Creo que en la radio, en general, se trata de mantener a la mujer un escalón más abajo, y si querés ocuparte de temas considerados serios, tenés que rendir el doble. Cuando tuve esa columna en la cadena norteamericana Bloomberg, me dediqué a entrevistar a mujeres de todas las profesiones y oficios. La conclusión que saqué fue que no sólo existe el techo de cristal sino que es muy difícil traspasarlo, y que son muy pocas las mujeres que pueden generar su propio espacio de poder.
Silvia Naishtat: –Coincido a grandes rasgos con lo que plantea Elizabeth. Soy una persona bastante nueva en la radio masiva, pero tango la experiencia previa de Tiempo al tiempo, el programa que hice por El Mundo con Dolores Valle y Josefina Giglio. Como Elizabeth, logramos tener un espacio propio. Ahora, en una radio como la FM 100, puedo ver que hay un recorte a la democracia: mujeres preparadas que no tienen el lugar que merecerían. En el tratamiento de los temas, hay en el medio una especie de agenda de la inmediatez que es muy chata, muy formateada. Pasan los flashes muy rápidamente, una información que se va repitiendo a lo largo del día, como una letanía... sin duda, hay un problema serio respecto de la falta de oportunidades para mujeres, pero también hay que mencionar esta cuestión de fondo, dada por el formato y los contenidos de la información. Es cierto que falta la temática que concierne a lo femenino, pero también creo que lo del fútbol está expresando otra cosa, está expulsando otros temas. Ese formato hace que existan programas –pocos– liderados por algunas mujeres que responden a una mentalidad masculina. Mujeres que se sobreadaptan. Me parece que hay una realidad en los medios en general que es muy triste, tanto en la gráfica como en la tele o en la radio, salvo algunas expresiones que son como un refugio, donde todavía puede haber sorpresas, creatividad. El resto es previsible, superficial. Creo que como periodistas estamos en flor de crisis, incluso el periodismo de investigación. Vos, Miriam, hiciste lo del cura Grassi y después no hubo nada de esas dimensiones.
Miriam Lewin: –A mí me parece que la realidad de los medios no hace sino reflejar la realidad de la sociedad, donde las mujeres no ocupamos el 5 por ciento de los puestos de poder, ni en lo social –fijate en cualquier club de barrio, quién preside la comisión– ni en lo político ni en lo empresarial. Si salimos del ámbito de la gente más comprometida socialmente, donde hay mujeres, nos encontramos con la supremacía masculina. Creo que los medios reproducen el reparto de poder en la sociedad.
M.L.: –No me parece. Yo vivo una realidad laboral un poco especial porque estoy en Radio Nacional, donde por ejemplo Lía Salgado, olvídense de la tele, conduce un excelente programa, a las 19, está Mona Moncalvillo, yo misma. Y debo decir que me hago cargo de la reproducción de contenidos que una supone que son los requeridos socialmente. Como decía Silvia, hay una tendencia a reiterar lo que hacen en otras radios.
E.D.: –Lo que yo me planteé claramente al generar espacios propios, independientes, fue enfocar los temas desde una mirada de mujer ¿por qué no? Agarremos tal noticia, veamos cómo nos pega, tratemos de desmenuzarla, de profundizar sin dejar el lenguaje coloquial, con amenidad, un poco de sentido del humor. Y quizás esta forma de hacer periodismo les resulte interesante a las mujeres, y también a los hombres.
M.L.: –Creo que no les permitirían hacer otra cosa. El modelo impuesto Lanny Hanglin-Florencia Ibáñez, por poner un ejemplo, aunque hay muchos otros, es “ay, Lanny, ay...” Donde la mina lo secunda al conductor y lo único que falta es que le diga “qué divino sos”. Esto al margen de que Florencia sea una buena profesional, pero ése es el rol que debe cumplir al lado del macho dominante.
E.D.: –Creo que si un día una locutora se rebela, la apartan. A mí me parece un trato detestable, nunca estuve dispuesta a tolerarlo, de modo que siempre traté de ponerles freno a ciertos chistes cuando tuve conductores, tipos famosos, que tenían esa costumbre. Se quedaron duros, alguno me pidió disculpas, otro no... Pero conseguí cierto respeto, aunque me agotó esa tensión porque es algo permanente con las locutoras, con cualquier mujer que pase por ahí. Todo el tiempo, muy desgastante.
M.L.: –Antes de empezar la nota, comentábamos que un conductor de TV puede ser muy mayor, muy excedido de peso, feo para cánones en vigencia, con poco pelo, pero la mujer que tiene al lado debe ser joven, flaca y lucir espléndida: es parte de la misma discriminación de género.
E.D.: –Creo que ese lugar que se le niega a la mujer creativa, que opina, que quiere conducir, lo estamos creando nosotras, porque espontáneamente los hombres no van a ceder un gramo de poder. Lo estamos logrando de a poco.
S.N.: –Coincido con Elizabeth, me parece que es un camino que estamos inventando, sin experiencia, sin referentes casi. Ensayo y error, por supuesto. Pero tenemos casos como el de Miriam: cuando ella se metió con el caso Grassi tenía en su contra la Iglesia, el establishment, el poder, y fue tan impecable su trabajo, realmente ejemplar. La entrevista que le hiciste al cura es para estudiar en la escuela de periodismo. Porque ése es otro tema: tenés que armar un tipo de presencia en los medios sin fisuras, que no presente la menor falencia, si no, te tumban alegremente.
S.N.: –Fue una experiencia muy estimulante hacer Tiempo al tiempo hace cinco años, un lujo. Sí, había una mirada de género, un tratar de entrarles a los temas desde otro lugar, aprendimos sobre la marcha. También es muy afortunada la experiencia actual con Pettinato para mí, porque este programa rompe el formato común de la mañana temprano. El no tiene periodista de deportes, por ejemplo. Busca las noticias más del lado de la explicación, la opinión, es un programa que se apoya mucho en la música, materia que Pettinato conoce tanto. Busca un estilo diferente y tiene un rating altísimo, una audiencia masiva que va desde el camionero varado sin poder pasar a Chile que agradece el tema de los Rolling pero sobre todo el comentario que hizo Pettinato, que contó la historia de esa letra. Desde mi lugar, yo trato de contar la información desde la cocina de las decisiones económicas, ver a quién beneficia esa noticia, a quién perjudica, salir del verso habitual. Sin embargo, a esa hora hay un programa conducido por una mujer que es netamente masculino. En Clarín, como las grandes notas las llevan los periodistas estrella, yo siempre busqué la información lateral, una zona donde podés encontrar buenos temas. El de la presencia de la mujer lo tengo muy incorporado, me sale naturalmente. Esta semana hago una nota sobre las mujeres del vino, tres minas que hoy están marcando el paso de la industria: en una multinacional, en una empresa mediana y la enóloga más reconocida en el nivel mundial. En la radio, me importa mucho todo lo referente a violencia familiar, violación, aborto, y lo puedo tratar, aunque no sea mi especialidad, porque soy la única voz de la información. Lo propongo como tema del día y soy escuchada.
M.L.: –Vale recordar que en el ’85, con Lila Pastoriza y otras mujeres redactamos un documento sobre la situación de la mujer en los medios de prensa. Y a pesar de todo lo que hemos hablado, debo decir que lo leés ahora y resulta reconfortante, porque hemos avanzado bastante. Por ejemplo, decíamos: nunca una mujer trabaja ni es jefa del área de Economía, las mujeres sólo cubren temas como educación, salud, moda, con liderazgos femeninos. Poquísimas en policiales. Como Elizabeth y Silvia, yo también tuve tempranamente ese enfoque de género. En mi primer programa de radio, Dos en off, solo entrevistaba a mujeres, historias de vida, todas interesantes. Por supuesto, me preguntaban ¿por qué sólo mujeres? Lo mismo me pasó cuando escribí el libro con otras sobrevivientes de la ESMA. Bueno, aparte de que ningún hombre quiso prenderse porque les cuesta admitir su debilidad y en general no hablan de sus sentimientos, ese trabajo nos sirvió para reflexionar sobre la existencia de la mirada femenina, sobre cuestiones que tienen que ver con ciertas percepciones de la cotidianidad, que los hombres no registran. Aunque al principio me dio un susto terrible hacer Estamos en eso, tuve la suerte de que todo saliera bien. Me preocupa todo lo que afecta a la vida de la gente, ése es mi anclaje. Y obviamente pienso que los temas de género tienen que estar presentes, aunque a muchos de mis compañeros y a unos cuantos oyentes, asuntos como el de Romina Tejerina les resulten revulsivos.
Soy oyente fundamentalmente de AM, y te diría que, por reflejo ancestral, la gente que prende una radio está esperando la voz de un hombre. Me parece que lo que vemos en la tele de la mujer como objeto decorativo se traduce en la radio en intervenciones mínimas o en las voces impersonales de los informativos. El menú ofrece presencia femenina, ciertamente, pero como soporte para el comentario “inteligente” masculino. Sin dejar de reconocer que hay algunas profesionales talentosas y con trayectoria, a mí me resulta molesta esta situación, porque también nosotras permitimos a veces eso, aunque es verdad que en algunas radios es la única opción laboral para las locutoras. A mí me fastidia mucho esto de que ellas tengan que dar el pie, más bien tontuelo, obvio, para que luzca la voz masculina, sobre todo cuando se nota que la mujer tenía algo más para decir. Es una fórmula apolillada que la gente sigue consumiendo a falta de otra cosa. Me encantaría escuchar a mujeres que comenten con conocimiento la actualidad política, desde un punto de vista novedoso. Hay algunas excepciones, pero contadas: por ejemplo, María O’Donnell, cuya calidad profesional es indiscutible, la precisión con que maneja la información, aunque puedas discrepar con su lectura de algún hecho. Es lo antichanta, me inspira confianza. De todos modos, hablando de medio, me parece que la radio, en algunos de sus programas, va por delante de la TV abierta, que la radio ofrece más para elegir, por algo cada vez más gente la escucha. Aunque es verdad que no hay espacios específicos para la mujer y sí mucho fútbol. Deporte que amo, como sabrás, y en el que me he especializado. Pero hay una deuda pendiente con las mujeres que quieren escuchar otra temática en programas que las representen. Creo que hay mucha audiencia que no encuentra su lugar en el dial. Lo que sí oye mucho es una suerte de Polémica en el bar sobre cualquier tema, donde no aparecen mujeres opinando.
Yo empecé a hacer radio en Rosario con un personaje mezcla de Cosme Beccar Varela y Norma Kennedy, y a escribir sobre fútbol –una pasión tan grande que casi me preocupa– en la contratapa de Rosario/12. Si bien me fui orientando para el lado del deporte, tratando de cubrirlos a todos, intento darle un matiz distinto al comentario, de establecer relaciones con el arte y la cultura en general. En Buenos Aires empecé hace a hacer deporte en radio, superando prejuicios que aún hoy persisten. Siempre me manejé con mucha libertad, sin condicionamientos, con una mirada muy abierta. Así como en mi vida nunca pateé una pelota ni estuve en un vestuario, dispongo de la autonomía de no tener compromisos ni amiguismos dentro del fútbol. Además de ser mujer tengo que luchar contra el prejuicio de que si sos de Boca, tenés que tener determinadas características: por ejemplo, carecer de toda sutileza, de cultura. Lo que valoro de La ciudad desnuda, el programa donde estoy con Carlos Alvarez de Toledo y Juan Scoufalos, donde también intervengo en política e información general, es que me siento tratada de igual a igual por mis compañeros que son muy inteligentes: ellos jamás me harían callar ni les molestaría que me salga un buen chiste, porque como habrá notado cualquiera que me escuche, el humor es básico en mi vida.
Si comparamos la situación de la radio con la de la prensa escrita, donde sigue habiendo cierta discriminación, veremos que hay una diferencia: en diarios y revistas, nadie te pide que trabajes de mujer, más allá de que algunas notas puedan tener un enfoque de género (pero hay que decir que escasea, es una deficiencia todavía). Al principio de mi carrera, veía que en áreas duras –economía, política– las mujeres eran contadísimas. Hoy somos muchas más y no te piden que pongas el toque dulce o feliz en las notas. De las mujeres de la prensa escrita se espera y valora la solvencia profesional, que quizá todavía tengamos que probar más que los hombres. Pero al menos no hay que hacer el número vivo que se les pide habitualmente a las mujeres en la radio y en la tele.
Llevo muchos años en la gráfica y hace seis empezamos una experiencia en radio con Silvia Naishtat, a la que se sumó luego Josefina Giglio, Tiempo al tiempo, que arrancó en El Mundo y ahora proseguimos en FM La Isla. Con la formación siempre más sólida que te da la prensa escrita, descubrimos los códigos de la radio. Lo que nos interesaba era resaltar el aspecto humano de las cosas que pasan en la economía y la escena política nacional e internacional. Vos escuchás a los expertos en economía y casi todo el tiempo te hablan de abstracciones: índices, crecimiento, precios mayoristas, minoristas. Cosas que tienen un impacto cotidiano en la vida de la gente si las procesás de cierta forma. Así, una lectura de estadísticas puede llevar a conclusiones realmente interesantes, también aterradoras, conclusiones que de verdad tocan un nervio de la opinión pública. Por otra parte, las mujeres pueden hacer ciertos comentarios, observaciones sabrosas que se les escapan a los hombres, porque estamos culturalmente preparadas para mirar ciertas facetas. Sin embargo, algunas profesionales serias no se animan porque si una mujer lo dice, es una frivolidad lo que en boca de un hombre sonaría ingenioso. También es verdad que hay algunas mujeres en los medios que para demostrar que son igual de eficaces, de inteligentes, de cultas, optan por negar su condición femenina, internalizan la mirada masculina. Mujeres que niegan la existencia de discriminación, que es como negar la luz del sol, una forma de autodefensa equivocada a mi juicio. Porque lo que me parece que está fallando en esta etapa es animarnos a asumir plenamente nuestra identidad de mujeres. Reconocer que tenemos una visión, reflejos, percepciones propias de mujeres. Por la cultura, la biología, los roles que asumimos en la vida. Ver las cosas desde ese lado, enriquece el trabajo periodístico. La radio es un medio apasionante, que te obliga a separar lo esencial de lo secundario. Allí no hay corrección, chequeo de un dato, es la hora de la verdad. Con Josefina Giglio no hacemos mucha división de roles, ambas estamos especializadas en Economía, ella quizá domina más servicios públicos, tecnología; yo, la macroeconomía, hago un bloque de Internacionales. Creo que nuestro programa es bastante democrático, horizontal, como suelen serlo la charlas de mujeres. No está pautado quién empieza o quién cierra, las entrevistas las hacemos las dos. La radio te da una excitación propia, la espontaneidad y la frescura son sus rasgos distintivos. Siempre hay que seguir adelante. La radio no perdona, como la tele, es un medio invasivo: cualquiera puede encenderla en cualquier momento y mover el dial.
Hago un poco de zapping radial y advierto que las mujeres, en esta forma de comunicación, lo mismo que en la tele, hacen el papel de adornito que exige la cultura patriarcal. Están ahí para darle marco y color a informaciones y opiniones vertidas casi siempre por conductores, cuando no pasan la data de la temperatura y humedad ambiente. Ellas dan el pie, la risita, el pequeño comentario que reafirma lo que dicen ellos, varones que aun en el caso de aparentar haber superado la cultura machista, siguen basándose en chistes y fórmulas rutinarias teñidas de esa ideología. Suelo tomar taxis para ir a la Radio de la Ciudad o Pro-teña, como la llamo a veces, y justo me tocan tacheros que escuchan a Baby Etchecopar en la 10, a quien le replico a la vez que discuto con el chofer, que termina apagando. Imaginate, justo esa radio que nos sensibiliza a todos los que trabajamos en la emisora pública, que salió perdiendo en esa transa que hizo Menem con el pase de la antena, un problema que –a pesar de algunos intentos– no se llegó a solucionar.
Desde mi manera de comunicar, creo que los recursos potenciales de la radio son infinitos, y que están poco explotados en general. Lamentablemente, no siempre la presencia de mujeres, locutoras u opinólogas supone alguna conciencia de género. Ya desde el lenguaje se nota la identificación con el lugar masculino. Ahora mi programa La rosa brindada se achicó a una hora, el tema de los derechos de las mujeres lo tenía Luciana Peker, a quien por ahora no le renovaron el contrato. Desde luego, trato todos los temas desde un lugar de mina. Los martes, Alejandra Aristegui cubre teatro; los miércoles, Claudia Korol da un pantallazo político; los jueves, Diana Tarnovsky colabora como narradora y los viernes suele venir mi amigo Daniel Heffes e intercambiamos musiquitas. Aparte, todos los días hay un invitado que viene de la música, la poesía, la literatura. Y también estoy agitando los sábados, con Eduardo Aliverti en La Red.
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