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Viernes, 20 de julio de 2007

DEPORTE

Hay equipo

Las mujeres que integran la Selección Nacional de
Fútbol anotaron a su favor el primer triunfo de los Juegos Panamericanos Río 2007. Fue un triunfo ignoto que apenas se festejó en el vestuario y una muestra del sexismo que impera en las políticas deportivas, que excluye a las mujeres y sostiene el arcaísmo de que hay disciplinas diferenciadas para unos y otras.

 Por Gimena Fuertes

Mientras las delegaciones del continente desfilaban en el campo del Maracaná en la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos Río 2007, Mariela Coronel, junto a sus compañeras del seleccionado de fútbol femenino, miraba desde la tribuna. La euforia del primer triunfo contra Panamá –ganaron 2 a 0– les había hecho olvidar un poco la bronca de haber sido discriminadas del desfile oficial. “Es impresionante, está lleno de gente, esto es una fiesta”, dijo exaltada a Las 12 desde Brasil. En ese momento, entre trompetas y papelitos, se acordó cuando en aquellas somnolientas tardes santiagueñas se escapaba a la hora de la siesta para ir a jugar al fútbol con su hermano. La historia de Mariela es como la de tantas mujeres a las que la alegría del juego y la posibilidad de llegar a vivir del deporte se les presentan como una excepción.

La noticia de que la Asociación del Fútbol Argentina (AFA) no permitió que los deportistas que la representan circulen con otra indumentaria que no exponga la marca con la que se firmó un convenio de exclusividad (Adidas) tuvo mayor repercusión que el triunfo inicial del seleccionado femenino de fútbol en la prensa local. Este episodio fue una muestra más de que ni el Estado ni el mercado se hacen cargo de los costos del fútbol femenino. Desde la Secretaría de Deportes de la Nación le tiran la pelota a la AFA, porque argumentan que a la Asociación le sobran recursos económicos para promover este juego entre las mujeres. Y desde la AFA, esperan triunfos que se transformen en pesos para empezar a considerar este deporte como un buen negocio. En el medio, están Mariela y sus compañeras.

Gol en contra

Desde la Secretaría de Deportes de la Nación justifican la falta de becas en el fútbol femenino porque es un deporte profesional. Por su parte, la AFA no reconoce nada que tenga que ver con el Comité Olímpico y el fútbol está considerado como una actividad profesional y maneja tratos comerciales. Sin embargo, el hockey tiene auspiciantes y las jugadoras cobran 16.850 en becas; el atletismo recibe subsidios de la Federación Internacional y el básquet tiene a los varones sin becas porque son profesionales y las becas para las mujeres suman los 4440 pesos. Los proyectos de inclusión deportiva que toman en cuenta al fútbol femenino se limitan a los Juegos Nacionales Evita.

El número de niñas, adolescentes y mujeres que juegan al fútbol está sin relevar, ya que no están institucionalmente enmarcadas en programas ni actividades. Los prejuicios y las cuestiones culturales siguen ganando, ya que pocas mamás llevan a las nenas a jugar o, en las clases de educación física, los y las docentes suelen desalentar esta práctica. Si bien en algunos clubes grandes, a las integrantes de los equipos de fútbol femenino les dan viáticos y ropa, ninguno fomenta las divisiones inferiores femeninas. Entonces, muchas mujeres juegan al fútbol por su cuenta, autoorganizadas, por lo que su actividad queda invisibilizada y eliminada de cualquier estadística y política de apoyo a la actividad.

Mónica Santino tiene 42 años y, al igual que Mariela Coronel, de chica se escapaba “para ir a jugar en la calle”. “Recién a los 30 me di el gusto de mi vida de cambiarme en el vestuario y salir a la cancha.” Pasó por River, jugó en All Boys de volante central, después estudió para directora técnica y fundó una escuela de fútbol para nenas y mujeres. “Como en el fútbol femenino no hay divisionales si no una sola categoría, la gran mayoría de las futbolistas de la Selección aprendieron a jugar espontáneamente y se fueron abriendo paso”, explica.

En el campeonato de apertura y de clausura sólo participan 10 clubes. “Los clubes no apuestan al fútbol femenino porque en principio no genera dinero. Es por eso que esta selección no tiene recambio. Faltaría hacer mucho trabajo, destinar más recursos de AFA o del cuerpo técnico a buscar jugadoras del interior que hay muchas y muy buenas”, sostiene. “La selección que nos representa nos da un montón de orgullo, con todas las dificultades que tienen. Contra equipos profesionales como el de Brasil, no son partidos de igual a igual, el esfuerzo de ellas se merece aplauso, es bárbaro, es un espejo para todas”, alienta.

El sueño de la piba

Mariela Coronel es volante, tiene 26 años y se inició en el fútbol junto a sus hermanos. “En Santiago del Estero nos escapábamos de la siesta para jugar al fútbol. Así empecé, en el potrero”, relata. En 2000 empezó a jugar en Independiente y en 2001 pasó a la Selección nacional. “En un deporte amateur es muy sacrificado entrenar, pero lo hacemos por amor al deporte. Almorzás medio mal, no dormís, te las arreglás con los horarios para trabajar. El sacrificio te lo paga lo que estamos viviendo hoy”, cuenta contenta. Mariela ahora vive en Buenos Aires, juega en San Lorenzo, club que le paga viáticos, y con eso alquila un departamento cerca del estadio con tres compañeras con las que comparte los gastos. “Ahora nos dejan entrenar en el Cenard, en el predio de la AFA, y se me complicaba seguir trabajando. Cuando no me alcance con los viáticos tendré que volver a trabajar y dejar de jugar, que es lo que más me gusta”, se resigna.

Salvador Stumbo, presidente de la comisión de fútbol femenino de la AFA, comparte la tribuna con las jugadoras desde donde miran el desfile oficial en el campo. En ese palco no privilegiado argumenta que “somos de la AFA y a la vez estamos con el Comité Olímpico. El fútbol es uno solo, ya sea masculino o femenino, pero en los cambios económicos lamentablemente se hacen diferencias. Sin embargo, el trabajo de los y las deportistas es el mismo porque entrenan igual. Por mi parte, como presidente de fútbol femenino estoy tratando de trabajar para traer jugadoras del interior. El Ministerio de Educación y la Secretaría de Deporte deberían poner el fútbol femenino en todas las escuelas”.

Marta Antúnez, responsable del Area Mujer de la Secretaría de Deporte de la Nación, destaca que “se logró acercar levemente el fútbol de rendimiento a la secretaría. A su vez pudimos acercarnos a la AFA a través de su comisión de fútbol femenino, logramos que algunas jugadoras se alojaran en el Cenard, dictar clínicas con jugadoras de la Selección, organizar charlas con el cuerpo técnico y los dirigentes para chicas del interior y de Buenos Aires”.

Sin embargo, Antúnez recalca que “la preocupación más grande y la deuda pendiente es el deporte de inclusión con mirada de género, y en este aspecto el fútbol es el deporte a trabajar con prioridad, ya que hoy casi todas las niñas juegan al fútbol, en especial en el interior del país, y el desarrollo es similar que en los varones, sin necesidad de escuelas, de líderes, de árbitros. Lo que se requiere es un apoyo a la organización, a competencias, intercambios deportivos entre niñas de diferentes lugares. Pero lo indispensable es trabajar sobre los patrones culturales, en especial a quienes elaboran las políticas y programas y que aún siguen sosteniendo el arcaísmo de que los deportes para niñas son diferentes a los deportes para varones”.

Antúnez explica que “las mujeres están más influenciadas por la pertenencia social al momento de decidir deportes, es más sencillo para niñas de grupos sociales vulnerables jugar al fútbol. Sin embargo, esto se da solo en la niñez, porque al llegar a la adolescencia, otras tareas femeninas las excluyen del potrero, deben cuidar a sus hermanitos, hacer las tareas domésticas o criar a sus propios hijos, mientras los varones a su misma edad siguen disfrutando del juego. El fútbol es un verdadero deporte de inclusión social y las niñas lo tienen vedado, por cuestiones culturales, sociales, machistas, incluso desde el mismo Estado”.

En ese sentido, Santino agrega que “muchas mujeres se divierten mucho jugando al fútbol, pero las cuestiones culturales nos vemos inmersas en eso de que no podemos hacer nada juntas, en equipo, que somos competitivas y envidiosas. Son prejuicios que juegan en contra. Pero cuando las mujeres descubren que este deporte es supersaludable, que se pueden divertir más jugando al fútbol que yendo al gimnasio sólo por una cuestión estética, se arman un montón de torneos fuera de las ligas y campeonatos oficiales”, cuenta.

Con ropa diferente, sin recursos económicos, con pasión y alegría, Romina Ferro, Eva González, Valeria Cotelo, Carmen Brusca, Celeste Barbitra Nuño, Ludmila Manicler, Clarisa Huber, Natalia Gatti, Mariela Coronel, Rosana Gómez, Vanina Correa, María Florencia Quiñonez, Catalina Pérez Castaño, Florencia Mandrile, Andrea Ojeda, Fabiana Vallejos y María Belén Potassa, se llevaron el primer triunfo de los Panamericanos.

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