Viernes, 20 de julio de 2007 | Hoy
INUTILíSIMO
La ropa que llevamos puesta está transmitiendo mensajes que quizá nosotras mismas no hemos calculado o premeditado, nos avisa la revista Mucho Gusto (Nº 192, 6-9-78), publicación dispuesta a ayudarnos a descifrar nuestro propio vestuario y, ya que estamos, también el ajeno: “La forma en que una persona se viste es un signo que permite a otras orientarse y clasificarla dentro de alguna categoría. Es decir, a través de las prendas los otros asignan un valor equis a cada persona, dentro de una escala”. Por supuesto, existe también una clasificación institucionalizada de la ropa a través de los uniformes, pero seguramente a las lectoras les interesará más conocer el rol del sex appeal en el atuendo.
“Desde luego, el papel del vestuario en la seducción es fundamental: tanto varones como mujeres se acicalan cuando están en plan de conquista con mucho más esmero que de costumbre”, nos alecciona Mucho Gusto. “Cada cual tiene su estilo de seducción, y en la mujer este estilo marca lo que podemos llamar su grado de accesibilidad.” Por ejemplo: una señora angustiada por su reciente separación sale a la calle con pantalones ajustados y descubre con desagrado que los autos se paran y sus conductores la piropean con excesivo entusiasmo. Entonces, ella comprende el mensaje involuntario que estaba transmitiendo y “decide vestirse como una señora, luego de lo cual las galanterías se vuelven más discretas”.
Es que en cuestiones de ropa se da “un interjuego muy sutil entre diferentes factores”. Por caso, no es lo mismo una adolescente vestida con jeans y remerita que está usando lo típico de su edad, “que una señora adulta con las mismas prendas, que está manifestando una actitud más deportiva e informal de lo que corresponde a sus años”. O, lo que sería peor, una pose más desprejuiciada. Son varios los factores que hay que combinar equilibradamente para no llamar a error, según edad y tipo físico: “En un extremo de esta escala, tenemos a la dama esbelta, elegante y discretamente fina; en el otro, a la mujer exuberante y algo vulgar, aunque eficaz en su atractivo por los resultados que logra”.
Pensemos seriamente, pues, que la vestimenta es un mensaje, que estamos diciendo cosas a las personas con las que nos cruzamos, trabajamos, conversamos. Les comunicamos “si deben acercarse o permanecer distantes”. Pero lo mejor de esta historia es que “si usted logra descubrir cuál es el mensaje que envía, sabrá más sobre sí misma. Dicho mensaje puede ser: “señora seria de edad mediana, correcta, ya no interesada en seducir, de ingresos medios”, o “joven intelectual exótica y desprejuiciada” o “dama fina y exquisita de buen gusto, adinerada”.
Como dice Mucho Gusto, el número de mensajes es inagotable, pero antes de enviar cualquiera de ellos —o sea, antes de vestirse— reflexione profundamente sobre cuál es el que realmente quiere dar, a fin de evitar molestos equívocos y, sobre todo, lograr sus metas.
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