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Viernes, 1 de febrero de 2008

INTERNACIONALES

El voto y después

Especialista en historia de las mujeres, la investigadora Eugenia Rodríguez dedica gran parte de su trabajo a un tema que, en estos años, puede resultar interesantísimo para la región: el proceso político sufragista y los movimientos feministas en Centroamérica y su relación con otros países sudamericanos. Aquí, evalúa algunos de sus pasos y reflexiona sobre los caminos pendientes.

 Por Verónica Engler

En 1921, los países que otorgaban algún tipo de derecho a las mujeres a la hora de elegir a sus representantes en el gobierno se podían contar con los dedos de las manos. Por entonces, se dio una de las experiencias pioneras en torno al sufragio femenino en el marco de la Federación Centroamericana (1920-1921), apoyada por El Salvador, Honduras y Costa Rica, y rechazada por Nicaragua. Pero el derecho a votar lo habían alcanzado unas pocas: las casadas o viudas mayores de 21 años que supieran leer y escribir, y las mujeres solteras mayores de 25 años, con instrucción primaria y que tuvieran rentas o capital propio. Era algo... mucho, si se considera los pavores que despertó en la rama masculina del electorado. En el Diario de Centroamérica (Guatemala) un señor afirmaba: “los viejos y los feos difícilmente podremos ya ganar una elección bajo el reinado del voto femenino, ahora los que se llevarán las palmas del triunfo serán los mozos guapos y elegantes. No importa que tengan una cabeza de chorlito. Las mujeres jóvenes son unos seres completamente epidérmicos, para nuestras sufragistas femeninas, el mejor candidato será el más joven, el más chulo, el más simpático (...) Desde hoy el voto queda bajo las influencias del sexo, desde hoy el voto se nos hace coqueto y femenino”. Poco duró esa experiencia

La región tendría que esperar un par de décadas. Las razones por las cuales finalmente se concedió el derecho al voto a las mujeres variaron de un país a otro. Ese es uno de los temas que analiza la costarricense Eugenia Rodríguez Sáenz, doctora en historia e investigadora del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la Universidad de Costa Rica. Especialista en la historia de las mujeres en Centroamérica, Rodríguez Sáenz visitó la Argentina invitada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, para disertar sobre uno de los temas que más la apasionan: los movimientos feministas y sufragistas en América Central.

¿Cómo se da el proceso de inclusión de las mujeres en política en Centroamérica?

–En el caso costarricense, pero también en el caso panameño hay una posibilidad de construcción, en regímenes más democráticos. Sin embargo, uno de los puntos que hay que enfatizar es que aunque en estos países puede haber más espacios de participación, de organización y de movilización, no solamente de las mujeres sino también de otros sectores, en regímenes que se supone dictatoriales y represivos también las mujeres tuvieron importantes formas de organización y, eventualmente, se dieron espacios para ellas, sobre todo cuando se entró en los procesos de derrocamiento de las dictaduras, en la década del ’40. Para el régimen somocista (Nicaragua) fue fundamental en su sobrevivencia la capacidad de articulación que tuvo con las mujeres. La participación y el accionar político de las mujeres nicaragüenses fue muy importante en el marco de un régimen de este tipo, que duró más de 40 años.

¿Se podría suponer que el movimiento de mujeres en ese contexto fue pro dictatorial?

–Son movimientos que se movilizan para construir regímenes democráticos, pero también al calor de regímenes dictatoriales. No necesariamente apoyando en forma explícita los regímenes dictatoriales, pero que los mismos regímenes para su sobrevivencia posibilitaron su accionar y abrieron espacios, no los cerraron. En el caso de Nicaragua eso es muy claro, en el caso de El Salvador, de Guatemala y Honduras hubo mayores dificultades, por eso es importante hacer ciertas precisiones y diferencias de matices. No es automático que en regímenes dictatoriales la mujer no tenga posibilidad de organizarse, eso es falso. De la misma forma, tampoco quiere decir que en la construcción de regímenes democráticos los políticos nos van a dar los espacios. Hay avances y retrocesos, no es que está garantizado que porque hay mayor apertura, automáticamente van a haber mayores posibilidades de movilización.

En el caso de Nicaragua, durante la dictadura somocista, ¿de qué forma se dio la inclusión de las mujeres en el régimen?

–El ala femenina del Partido Liberal, fundada por Josefa Toledo, jugó un papel muy importante de articulación junto con (Anastasio) Somoza, pero por primera vez también fue el ala que propuso en 1939 lo del voto. Sin embargo, lo del sufragio femenino en el caso de Nicaragua fue un proceso de retórica política por mucho tiempo. Lamentablemente en 1939 esa propuesta fue rechazada y archivada, y tuvieron que esperar hasta 1950 para que se volviera a reactivar la posibilidad en otro contexto político en el que el somocismo estaba más debilitado.

En relación con el sufragio, en las acciones de los movimientos de mujeres parece que no prima sólo una cuestión ideológica, usted señala que también existen razones tácticas y estratégicas a la hora de defender o no la causa.

–Sí. Ideológicamente la mayor parte de los partidos socialistas o comunistas en América latina y Centroamérica estaban a favor de la propuesta, o incluso en su programa político se declaraban a favor del voto femenino. Pero eso no quiere decir que, en términos de lo que es la dinámica política, ellos lucharan o tomaran como caballo de batalla esa defensa. En el caso de Costa Rica, por ejemplo, una de las líderes más visibles del Partido Comunista, como fue la escritora y maestra Carmen Lyra, en los años ’30, estaba en contra del voto femenino porque ella creía que eso iba a beneficiar a las mujeres que tenían educación, y que finalmente votarían preferentemente por los mismos candidatos que ya estaban en el poder, y eso no iba a implicar ningún cambio en la sociedad. Ella consideraba que realmente había que luchar para que hombres y mujeres trataran de derribar el sistema capitalista y sus exclusiones y desigualdades. Pero la lectura que tiene que hacer una detrás de eso es “bueno, sí, estamos a favor, pero no lo estamos apoyando”.

¿Cuál es el desafío ahora que el sufragio femenino y universal está instalado en los países de la región?

–El derecho al voto y a la ciudadanía universal implican no solamente el voto. Esa es una parte, que es la que siempre se enfatiza, es importante mencionar la otra parte que es la que tiene mayores dificultades: lograr el acceso paritario y en igualdad de condiciones de las mujeres al poder y a los puestos de elección popular, ese el gran desafío que todavía está pendiente. Entonces, para eso se han desarrollado las iniciativas de las llamadas leyes afirmativas como las cuotas (cupos) de participación política que va, en América latina, entre un 20 y un 40 por ciento. En el caso de Centroamérica, esa ley está vigente. Primero se sancionó en Costa Rica, en 1996, con un 40 por ciento, luego en el ’97 Panamá y en el 2000 Honduras, ambas con un 30 por ciento (de cupos femeninos). Actualmente, en términos de representación y acceso al poder de las mujeres, de acuerdo al último informe de Unifem de 2003, Costa Rica tiene un 46 por ciento en términos de logros. No solamente son diputadas, también están en otros puestos, ministerios, municipalidades y alcaldías. Pero al nivel de las diputaciones, ahora ocupamos el primer lugar en América latina con el 38,6 por ciento, el segundo lugar en diputaciones lo tiene Argentina con un 35 por ciento. Pero hay que tener en cuenta que en el caso argentino ustedes tienen Senado, nosotros nada más tenemos Congreso, y en el Senado en Argentina actualmente tienen cerca del 45 por ciento de mujeres. Entonces, actualmente, por lo menos en lo que es representación a nivel del Senado y del Congreso, el primer lugar en América latina lo ocupa Argentina. Guatemala, en cambio, es el país que está más atrasado, con menores niveles de América latina y a nivel mundial. Hemos recorrido un importante camino, pero todavía falta.

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