Viernes, 2 de mayo de 2008 | Hoy
MUSICA
Amante de los viajes por el norte del país, de las peñas y los cruces de coplas, Nuria Martínez le da vida a instrumentos milenarios como el sicus, la quena o las ocarinas, generando sonidos hipnóticos que recuperan cultura tradicional y la mixturan con nuevas tecnologías.
Por Laura Rosso
La presentación oficial de Nuria Martínez habla de una música aerofonista, autodidacta, que toca instrumentos milenarios como el sicus y la quena, que formó parte del grupo de música infantil Indio Universo, que tocó con León Gieco y que tiene un trío junto a Federico Beilinson y Luciano Larocca con el que explora sonidos de comunidades originarias. Pero ella, recién llegada de Tilcara y compartiendo un mate, elige una definición más acotada, acorde con sus gustos. Ser vientista es suficiente: “Simplemente me gusta más”, asume.
Acompañada de vientos rústicos y carnavaleros como las anatas, flautillas y ocarinas, o vientos más sofisticados como la flauta traversa, Nuria vive, viaja y trabaja en compañía de ellos desde su adolescencia. “Ahí está todo el aire de uno, es como la proyección de la voz humana. Las quenas y los sicus poseen una sonoridad muy latinoamericana, bien de nuestra cultura sudamericana que abarca toda la zona norte de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador. Me gusta la identidad que estos instrumentos tienen, cómo me identifican esos sonidos, y bueno... me puedo expresar con ellos. Mi punto de inspiración es la música étnica y yo agrego contemporánea porque no lo hago en forma convencional. Se escuchan cantos indígenas, pero hay además un tratamiento con nuevas tecnologías y arte multimedia. Yo soy de la ciudad, tengo esos recursos y los utilizo.”
Nuria suspira cuando recuerda el carnaval andino. “Todo es muy festivo, hay peñas y mucha tradición en el encontrarse. Es intensidad pura. Todo el tiempo hay comparsas, grupos que se juntan y cada día tiene su particularidad. Cada comparsa tiene su mojón que puede ser un río o un cerro. Se toma chicha, cerveza y saratoga mientras se carnavalea. Las mujeres coplean a lo loco. Es muy hermoso todo el ritual de la copla, muy creativo, se inventan cantos nuevos o se cantan coplas más conocidas. Se dan también los contrapuntos donde se empiezan a contestar o a decir cosas. Vos entrás a la rueda y ahí puede pasar de todo.”
—En Tilcara he tenido vivencias muy lindas. Tenía para mis presentaciones bastante repertorio de Ricardo Vilca, un compositor jujeño que falleció el año pasado. Tuve la suerte de conocer a sus músicos y tocar con ellos. Fue muy lindo porque yo venía profundizando mucho en la música de él. Es un compositor fuera de serie. Para mí, un maestro compositor. Eso me dejó el alma completamente llena, fue una experiencia musical maravillosa. Después, encuentros con copleros impredecibles. Hay una comunidad musical muy grande en Jujuy, muchos músicos, una movida enorme, se arma toda una amistad.
—Como quenista me gusta Uña Ramos, que compuso especialmente para la quena; es un referente indispensable. Empezó a hacer música instrumental solito en Humahuaca hace muchísimos años. Hoy ya es un señor con el pelo blanco. En flauta traversa, el Mono Izarrualde es otro inevitable, que no deja de sorprenderme. Lo escuché miles de veces, grabé con él pero cada vez que lo escucho me deja con la boca abierta.
—Mi formación musical se dio de dos maneras, desde los años ‘80 en forma autodidacta, especialmente con la quena y los sicus. Anduve por peñas, recitales, viajes por el norte y por el sur, conociendo y tocando con músicos de todos los estilos. De cada uno aprendí algo. Y también tuve una formación académica, especialmente en flauta traversa, en el Conservatorio y junto a mi maestro Pablo Levin.
—Sí, hicimos durante mucho tiempo espectáculos didácticos sobre las culturas originarias de Argentina. Con Indio Universo y previo a eso con el grupo Coquena, del Programa Música para Todos. Me queda una gran satisfacción personal por haber participado en proyectos donde los chicos también escuchen esto, porque hay que buscar con lupa, en ninguna radio ni en la tele hay difusión de músicas originarias, folklórica o instrumental. O saber sobre leyendas, los chicos se enganchan con esas cosas. Muchos programas de Canal Encuentro están buenos.
—No me siento compositora. Me siento intérprete, tengo ideas musicales, las plasmo y terminan saliendo temas. Pero no tengo una rutina.
—Los viajes son una gran bocanada de aire que una toma. El cemento no es muy inspirador que digamos. Los viajes aportan lo suyo y después el encuentro con otros músicos es muy estimulante para mí. Juntarse con otros, tocar, ver qué te proponen, por donde te llevan.
—Grabamos un disco el año pasado que no salió todavía así que este año el proyecto sería que salga, estoy enfocada en eso. Además del trío toco en varias bandas de sicuris. También me dedico a la docencia, tanto particular como institucional, enseño los instrumentos que toco. Tengo una actividad más estructurada durante el ciclo lectivo y en vacaciones viajo mucho más. Y seguir tocando. Después de estar tantos años en lo mismo, te hacés de un ambiente, de gente, de situaciones y sin quererlo estás ahí, en el escenario siempre.
Con ecos y vibraciones bien latinoamericanas, los vientos de Nuria parecen colarse entre las honduras y repliegues de la tierra sacando sonidos que resultan hipnóticos y seductores.
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