Viernes, 20 de junio de 2008 | Hoy
EL MEGAFONO
“Aunque nos parezca absurdo tener que aclarar lo que nosotras comprendemos como violencia de género, percibimos la necesidad de hacerlo. Primero porque varios casos han pasado y siguen pasando en nuestro círculo activista, donde supuestamente todos y todas luchamos, entre otras cosas, por la equidad entre hombres y mujeres”, escribieron las mujeres de San Cristóbal de las Casas en la “Carta Abierta a los hombres, compañeros o no, agresores o no”, que dieron a conocer la semana pasada por distintos sitios de Internet. El texto sobrevino a un escrache que a principios de mes un grupo de ellas realizó contra “un agresor sexual. Francisco Ciavaglia, dicho Pancho (...), llegado a Chiapas hacía tres meses para trabajar como fotógrafo independiente”. Desde su llegada, explicaron ellas, “varias fueron las mujeres que se sintieron agredidas por su actitud, dos de ellas optaron por irse de la ciudad”, lo cual motivó el escrache y la conformación de un grupo de reflexión del que salió la Carta Abierta.
“La definición jurídica de violación es demasiado estrecha para abarcar todas las agresiones que sufrimos cotidianamente como mujeres. La violencia sexual es cualquier acción que no respete y que va en contra de nuestros deseos y voluntades. No importa el ‘nivel’: todas, violaciones, amenazas, abusos verbales y físicos, son igualmente graves, aunque unas sean más directas que otras. (...) Una relación consentida no quiere decir que se consienta todo. (...) Tenemos el derecho de decidir hacia dónde queremos ir y qué queremos o no hacer. (...) Como dueñas de nuestros cuerpos podemos vestirnos como queremos y la ropa que usamos no dice nada sobre el tipo de relación que queremos establecer. (...) Optar por ignorar, no querer ver, no tomar posición y hasta aliarse con un agresor es también pactar con la violencia, porque es no considerar nuestra lucha diaria por ser dueñas de nuestros cuerpos como prioridad, como una lucha tan importante como todas las otras en las que estamos. Pensamos en escribir todo esto porque vemos que la violencia es mucho más sutil y subjetiva de lo que generalmente se considera como tal. Escuchar la voz de quien sufre, en distintos niveles, cotidianamente, es el primer paso para cambiar. El segundo paso es respetarla. Sólo así se puede construir el mundo que queremos, en todos los espacios, sin separar el público del privado y sin mantener las opresiones contra las cuales luchamos.”
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