Viernes, 24 de octubre de 2008 | Hoy
CINE
Helke Sander –realizadora emblemática del movimiento feminista en Alemania– visita por primera vez la Argentina para presentar una retrospectiva de su obra en el marco del DocBsAs08. Los temas aquellos de la década del sesenta aparecen aquí revisados y reelaborados por una mirada siempre ávida y atenta.
Por Natali Schejtman
En la película El factor subjetivo, Helke Sander rastrea los orígenes del movimiento de mujeres en Alemania en los fines de los ‘60. Entre archivo documental y segmentos ficcionales, la realizadora va construyendo un mapa ideológico pero también costumbrista. De hecho, una de las primeras imágenes que le viene a la mente hoy cuando se le pide que recuerde la vida cotidiana de esos tiempos agitados es una escena de esa película: las mujeres discutiendo en una cocina. “En esa cocina es donde redactamos los primeros volantes que distribuimos exclusivamente entre mujeres, lo cual fue bastante sensacional. El primer encuentro en una cocina tuvo lugar en diciembre del ‘67, y en enero del ‘68 ya existía el movimiento de mujeres”, dice Sander hoy, de visita por Buenos Aires en el marco del DocBsAs/08, el principal festival dedicado al documental.
La conjunción de lo doméstico y la vida política es uno de los temas que ocupó a Sander desde sus inicios como realizadora (primero fue directora de teatro, después de cine) hasta hoy. En aquel momento, su lucha primaria, una de las que forjarían su preocupación teórica, conceptual y estética y que establecería las particularidades de las causas defendidas, tenía que ver con la consideración de la mujer madre y activista. Con otras madres jóvenes se dedicaron a la construcción de guarderías que les permitieran poder tener a sus hijos bien cuidados, a la vez que seguir gestando el movimiento y trabajando. Y tal sería la persistencia de esos temas que los recreó 15 años después (El factor subjetivo es del año ‘81) y durante casi toda su obra, sino que ahora mismo acaba de terminar un libro en el que cuenta, con una colega, cómo fue para ellas empezar a hacer cine –siendo una profesión considerada para hombres–, y al mismo tiempo criar solas y jóvenes a sus respectivos hijos: “La primera cuestión importante en ese momento inicial fue la pregunta por los hijos. La cuestión de los hijos tenía consecuencias prácticas y teóricas. Esto llevó a la creación de las guarderías maternales. Por otro lado, lo que nos unía es que éramos mujeres más bien de izquierda y buscábamos concebir una teoría social nueva que incluyera a las mujeres y los niños. Ese era un tema candente no tanto dentro de las mujeres sino dentro del movimiento de izquierda. Al principio lo que tuvimos que lograr fue poder discutir al respecto en la medida en que el movimiento en sí era liderado por hombres. El primer hito fue lograr imponerlo como tema”.
Si el asunto de la maternidad de por sí presenta sus controversias –y Sander se dedicará también a explicar las disidencias intramovimiento entre lesbianas y heterosexuales–, en Alemania contaba con el peor marketing posible: la “madre” había sido endiosada por el nazismo, se había convertido en uno de sus emblemas y bastiones. No era fácil convencer al resto de las resignificaciones libertarias y progresistas que el movimiento feminista del siglo XX estaba proponiendo a modo de volantes y terremotos verbales. Dice Sander: “Nosotras buscábamos redefinir la sociedad con nuestras capacidades y posibilidades. La maternidad era parte integrante de esto. La alabanza durante los tiempos del Nacional Socialismo a la condición de madre hizo difícil posteriormente mostrar una imagen de la maternidad sin que implicara connotaciones nazis. Queríamos lograr que el hecho de traer hijos al mundo no significara para las mujeres al mismo tiempo una pena, una condena”. Esa no fue la única controversia que despertó el foco puesto en la maternidad: “Internamente sí suscitó y sigue suscitando controversias, pero creo que se mantiene en términos internos y de rumores, pero creo que no sale a la vista. Porque además otro aspecto es toda la problemática entre mujeres heterosexuales y lesbianas. Muchas veces se asocia la palabra feminismo con la teoría, y lesbianismo con la práctica. Esto tiene que ver con que lo que salta a la vista es lo que los medios dan a conocer, lo que se publica al respecto. Y esta corriente de mujeres que veían a las mujeres heterosexuales como enemigas son las que de alguna manera pudieron haber impuesto lo que se dijo en la opinión pública. Creo que es un punto candente hasta hoy, una especie de callejón sin salida, porque no creo que sea una discusión demasiado inteligente. Si vuelvo al hecho de la maternidad como eje de todo esto, las mujeres tenemos hijos y derecho a que la sociedad nos contenga, más allá de la cuestión de la preferencia sexual. La teoría de los géneros es de alguna manera un desprendimiento de este debate”.
Dentro de la retrospectiva dedicada a Helke Sander durante este festival, Madre animal-Criatura madre es sagaz y filosa, y pone en primer plano las diversísimas ideas de maternidad que tienen decenas de mujeres, diversísimas ellas también. Cuál es su fantasía, qué se imaginan para la crianza de sus hijos, qué condiciones emocionales buscan y de qué manera se afianzan como mujeres. Lo curioso es que la película presenta sus propios “comentaristas”: monos citados como si fuera un documental cientificista del cable pero desvirtuado bajo las reglas de la parodia: “Este fue un encargo para la televisión. Siempre me interesó la cuestión de las sociedades originarias porque muchas veces me pregunté cuándo fue que la mujer empezó a estar en desventaja. Si las elefantes hembras tienen crías o las lobas hembras tienen crías y no tienen los problemas que tienen las mujeres humanas... Esta cuestión fue siempre una fuente de inspiración y de ideas”.
Una cosa vino de la mano de la otra. Su inclinación profesional hacia la realización cinematográfica trajo sí o sí una reflexión de la condición de las mujeres. Además de formar parte del grupo fundador del movimiento feminista en Berlín, Helke Sander fundó en 1974 la revista Cine y mujeres.
El movimiento estudiantil del ‘68 y el clima de discusión, fracturas y amistades ideológicas forman parte de su memoria más íntima. De esa época data A quebrar el poder de los manipuladores, una película sobre las tergiversaciones mediáticas y las estrategias comunicativas del poder opresor. Helke rememora esos momentos de agite en calles y cocinas: “No hablaría de nostalgia, pero sí extraño los tiempos en que discutíamos de manera tal que cada día suponía un encuentro intenso con nuevos conocimientos, una apertura mental”. También de esos años es la película Un premio para Irene, una de las joyitas de su filmografía que mezcla las relaciones laborales entre superiores (y entre iguales), el control en sus diversas formas y un universo femenino que Sander sabe registrar de una manera conmovedora, ferozmente política pero a la vez entramado con sutileza y fuerza.
Pero si los movimientos estudiantiles y de mujeres del ‘68 fueron a veces vistos como algo homogéneo (enmarcado en un clima de época) o se tendió a solapar uno en función de otro, la pregunta por los logros concretos de ambos puede resultar de interés: “En realidad creo que sí, que las mujeres realmente tuvieron más logros. Si uno piensa cómo ha cambiado el paisaje urbano, en el sentido que se ve ahora a hombres con cochecitos paseando o cocinando es algo que uno ni lo hubiera imaginado. Todo eso tiene su origen en ese movimiento”.
Sin embargo, la cineasta cuenta que recién este año de aniversario notó que había un vuelco entusiasta hacia la cuestión de las mujeres y que hubo diferentes intereses en indagar qué fue lo que pasó con el movimiento feminista y cómo se fue gestando. El brote de aplauso y atención rompe un poco con lo que Sander ha observado en estos cuarenta años, en los que se rescataba sobre todo la imagen de los hombres de izquierda del ‘68. Y ella, al reparar en la cámara de fotos de la fotógrafa de Las12, ensaya una explicación que de alguna manera confirma la importancia histórica, artística y testimonial que tienen sus obras completas: “Había muy pocas fotógrafas profesionales empleadas por medios en ese momento. Camarógrafas no había. Entonces la imagen que se transmitía era puramente masculina. Cuando una mujer empezaba a hablar los hombres, sencillamente, guardaban la cámara”.
Hoy se puede ver Liberadores y liberadas. Guerra, violaciones, chicos (II). En esta segunda parte se indaga en las consecuencias en mujeres y niños violados. A las 18 en la Alianza Francesa, Córdoba 946.
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