Viernes, 19 de diciembre de 2008 | Hoy
VISTO Y LEíDO
Por Liliana Viola
Frágil
Paula Pérez Alonso
Seix Barral
230 páginas
Los protagonistas de esta historia de iniciación –o también, meditado experimento existencial– llevan nombres alegóricos: Bruno y Celeste. Legado que no sólo signa la oscuridad de uno y la luminosidad de la otra, sino que advierte sobre el estigma de lo que lleva un nombre, el peso de toda tradición. Dos chicos jóvenes se cruzan en una de las intersecciones más céntricas y menos hospitalarias de Buenos Aires y el inexplicable embrujo de la atracción –¿sexual?, ¿moral?– dejará entre paréntesis por un frágil lapso, el peso de no poder ser uno mismo, o más, de no saber muy bien en qué consiste tal pretensión. Ambos transitan la edad de los grandes ideales que es a su vez la de las indefiniciones, espacio donde todo es transitorio: Celeste se gana la vida subida a unos zancos, Bruno vive en una pensión. Ambos, a su manera, hacia afuera con acciones programáticas, hacia adentro con ritos privados, coinciden en la ilusión de cambiar el mundo. La lectura, guiada por una voz que se deja atravesar por los pensamientos más íntimos y candorosos de una y de otro, asiste impávida a este monumental esfuerzo vano.
Las calles de la ciudad, los personajes de esas calles y sus códigos tan estrictos como fortuitos son el marco en el que Bruno emprenderá la construcción de sí mismo. Porque el hallazgo es que Bruno sea una experimentación andante: ha decidido olvidar su pasado, visitar el presente de los otros con la frialdad del investigador, ejercitar el extrañamiento al punto de evitarse en el espejo. No sufre de anomia sino de lo contrario si es que existe, producto de un violentísimo trabajo de socialización persigue el sueño de borrar de cuajo toda influencia, convertirse en mapa en blanco para trazar arriba lo que tenga que ser. Dejar de ser para ser, dejar de sentir, para decidir qué. ¿Pero quién puede intentarlo siquiera sin recurrir a aquello que Sartre consideraba su infierno? Celeste es “los otros” elegido por Bruno para completar esta tarea. La sexualidad, el deseo y las ansias de venganza serán vividas como parte de un plan que lo lleve hasta sí mismo.
Una mirada psicoanalítica podría hacerse un festín enumerando patologías en estos personajes, pero no parece ser ésta la intención de Pérez Alonso que no construye freaks ni enfermizos, sino seres frágiles lanzados a un mundo en el que la violencia –hay referencias específicas a un caso de violación y a la relación de las mujeres en situación de prostitución– burguesa. La fragilidad, respetada desde la escritura, tal vez sea el mejor reaseguro para pasar del otro lado del espejo.
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