Viernes, 8 de mayo de 2009 | Hoy
TEATRO
La historia de Delmira Agustini, que murió asesinada por su propio esposo, quien luego se mató también, aparece revisitada en La pecadora, una obra de Adriana Genta dirigida por Lorenzo Quinteros.
Por María Mansilla
Delmira Agustini nació en una familia bien de Uruguay, en 1886. Veintisiete años después, cuando ya era una reconocida y polémica poeta volcada hacia el género erótico, muere de un disparo. El que dispara es su marido, Enrique Job Reyes, un rematador de ganado de quien Agustini intentaba divorciarse a poco de haber dado el sí. Otra uruguaya, Idea Vilariño, que escribió sobre Agustini, reconoce que en el mundo de las letras hispanoamericanas no se le ha dado la apreciación que merece su obra. Como que quedó opacada por esa vida que llamó tanto la atención y por una muerte que atrajo a la prensa amarilla. Le deben a sus poemas el honor que tienen.
Adriana Genta también es uruguaya. Es autora de La pecadora, una obra de teatro que repasa la historia de Agustini en el Teatro del Pueblo con dirección de Lorenzo Quinteros y la actuación, entre otros, de Romina Moretto (como la poeta) y Lina De Simone (como su mamá). Le están poniendo el cuerpo a un personaje por demás interesante por su leyenda, por su verdad y por su valor como escritora. Delmira escribe sobre sexo perteneciendo a la burguesía y siendo una adolescente, colabora en medios como La Alborada, periódico feminista, es amiga de Rubén Darío y se pone de novia con un chico de campo: Enrique, un joven que hace el mismo trabajo que su futuro suegro, es ganadero. Entre los mandatos y la pulsión por olvidarlos, Delmira tampoco se resiste a la atracción que la imanta con el argentino Manuel Ugarte. Publica tres libros, hoy agotados: El libro blanco, Cantos de la mañana, Cálices vacíos. La encuentran muerta en una pieza de pensión, cerca del cadáver de su verdugo, con el que habría mantenido relaciones sexuales en días de plenos trámites de divorcio.
El elenco además del cuerpo le pone el corazón a este personaje que no puede sacarse de la cabeza, aunque su director intente disimularlo cuando dice: “No me interesa la vida de Delmira Agustini, hago la obra de Adriana Genta”. Entonces, ¿cómo leen su historia quienes la llevan al escenario? ¿Por qué ella lo seguía viendo y acostándose con él? ¿Se matan juntos o él la asesina? Pensar su muerte como crimen pasional. Tener un amante en esos tiempos. Ser de las transgresoras que terminan en el loquero.
Según el director, Lorenzo Quinteros, lo que lo atrapa de la Delmira de Adriana Genta es “lo doble”. O tal vez sea el doblez: “Por qué una mujer no puede tener una doble vida. Ella tiene conductas masculinas, hace cosas que las mujeres no se atrevían a hacer en una época en la que tenían que ser como en Casa de muñecas: femeninas más que servidoras. No me gusta hacer didáctica en mis obras, pero sí que el público salga con las preguntas adecuadas. En este caso, ¿cómo puede rodearse con Rubén Darío y se casa con un muchacho torpe? Creo que es posible. Por lo menos es algo que se les permite a los hombres.
Se sabe que la mayor vulnerabilidad de la mujer ante la violencia de género es cuando intenta separarse del agresor. ¿Hay referencias de comportamientos violentos anteriores?
L. Q.: –En la obra la violencia es mutua, es una pareja violenta.
R. M.: –El día del encuentro final no se escucharon gritos ni discusiones. Hay autores que dicen que ese día, antes de salir, Delmira les dijo a los padres: “Hoy todo quedará resuelto”.
L. de S.:– Cuando se termina en muerte tiene que haber habido violencia. Se dice que el marido la trataba mal, la agredía verbalmente. Le diría: “Puta”. Por eso, cualquier señora que vea esta obra se va a sentir frente a una realidad que va a entender clarísimo. Hay otro dato: cuando se casa, los padres le piden a Enrique que no la embarace. Será que la madre conoce la debilidad de su hija, que entra en trance y pasa noches sin dormir. La madre está cuidando esta joya poética que tiene en la casa. Si Delmira se embaraza, habrá pensado, tiene que dedicarse a cuidar y a amamantar no escribe más, se vuelve loquita en tres días, no puede vivir más su pasión sola, y después con su pareja, hasta que se matan juntos.
Pero la realidad es que no se mataron juntos, él es el que le dispara. Vale la pena ingresar en la propuesta de esta obra para ver cómo resuelven o no esta fantasía que a todos conmueve y que suele tomar el nombre impropio de “crimen pasional”.
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