Viernes, 7 de agosto de 2009 | Hoy
La Ley Nacional 26.150, aprobada en el 2006, establece que la Educación Sexual Integral en la escuela es un derecho de todas las chicas y chicos. Sin embargo, la semana pasada el arzobispo de La Plata Héctor Aguer calificó de “neomarxista” un material de formación de formadores –que ya ni siquiera está en uso– como una forma de resistencia a que los contenidos sobre prevención del abuso sexual y embarazos no deseados lleguen a las aulas. Mientras que el Ministerio de Educación asegura que es su obligación que los y las alumnas/os reciban conocimientos sobre cómo cuidar su cuerpo.
Por Luciana Peker
“Nunca presiones o fuerces a alguien a tener relaciones sexuales. Nunca permitas que otro u otra te presione o fuerce. No está bien hacerlo, ni siquiera si ya has tenido relaciones sexuales con esa persona o si ya están de acuerdo en tenerlas o si están casados/as. ¡NUNCA!”, dice la hoja de trabajo para los y las docentes para enseñarles a enseñar a chicos y chicas “Derechos que pueden hacer tu vida sexual placentera y sin riesgos”. “Respetá el derecho de la persona a decir ‘no’. Ejercé tu derecho a decir ‘no’. La base de la sexualidad es la comunicación. Hay que respetar lo que la persona trata de decir sobre su sexualidad. Cuando una mujer dice que ‘NO’ quiere decir ‘NO’. Ella no está diciendo ‘insistí para ver si me convencés’. Cuando un hombre dice que ‘NO’ quiere decir ‘NO’. El no está diciendo ‘realmente quiero ser seducido’”, explica el “Material de Formación de Formadores en Educación Sexual y Prevención del VIH/SIDA”, que publicaron el Ministerio de Educación y de Salud de la Nación, el proyecto Onusida y el Centro Internacional de Cooperación Técnica en VIH Sida, entre otros organismos, que mereció los calificativos de publicación “farragosa” y de “inspiración neomarxista”, por parte del arzobispo de La Plata y titular de la Comisión Episcopal de Educación Católica, monseñor Héctor Aguer.
Las declaraciones de Aguer no fueron un exabrupto sino un texto titulado “Orientaciones oficiales sobre Educación Sexual”. Además de resucitar a Marx –algo que ni en la película Good bye Lenin se les hubiera ocurrido– lo más sorprendente del embate del arzobispo de La Plata es que atacó un manual escrito en el 2007 que hoy ya está superado por nuevos lineamientos curriculares.
El texto que ahora critica Aguer (y que el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Universidad Católica Argentina también calificó de “feminista y de género”) fue un compendio de textos de expertos que antecedió a las actuales cartillas de educación sexual. Y, probablemente, la crítica agueriana no tiene tanto que ver con ese texto –que ya ni siquiera se reparte entre educadores– sino en intentar que la norma se frene antes de irrumpir en la cotidianidad de las aulas.
Aunque hay conceptos que no son –o no deberían ser– pecado. Por ejemplo, la socióloga Eleonor Faur escribió en el “Material de Formación de Formadores en Educación Sexual y Prevención del VIH/sida”: “Los adolescentes pueden y deben ser reconocidos como sujetos con capacidad suficiente para ser tenidos en cuenta en los procesos referidos a su participación y al cuidado de sus cuerpos. Desde este punto de vista, quizá sea necesario fortalecer especialmente la autonomía y la construcción de una voz propia en las jóvenes mujeres, situación que les permitiría exigir su derecho a una protección integral de su salud sexual y reproductiva y construir un presente y un futuro que no se encuentre confinado por la capacidad reproductiva escrita en sus cuerpos”.
Es importante tener en cuenta que no cumplir con la Ley de Educación Sexual Integral, aprobada por el Congreso Nacional en el 2006, sería un delito –justo en el mes de agosto que se conmemoran los derechos de niños, niñas y adolescentes–. Pero, además, se puede pensar que la intención de Aguer haya sido instalar la idea de que la educación sexual es un frente de polémica más para el Gobierno en un momento en el que se está volviendo a la idea de diálogo intersectorial. Sin embargo, hace ya tres años que es una obligación estatal que los chicos y chicas reciban clases sobre la manera de cuidar y disfrutar su cuerpo y esos pizarrones quedaron vacíos justamente para llegar a un consenso que incluyó a la Iglesia.
Por eso, en el 2006 los alumnos/as no empezaron a recibir clases transversales sobre cómo evitar abusos sexuales o embarazos no deseados. Y, durante dos años, la Comisión Interdisciplinaria para la puesta en marcha del Programa Nacional de Educación Sexual Integral debatió qué lineamientos debían darse en los colegios. La Comisión –plural y multidisciplinario– estuvo integrada por representantes de distintos credos y expertos en educación sexual, como el sacerdote Rubén Revello, el rabino Daniel Goldman, Myriam Andújar y María Inés Franck por el Consejo Nacional de Educación Católica (Consudec), la licenciada en Educación Graciela Morgade y la socióloga María del Carmen Feijoo, entre otros.
¿Por qué es necesaria la Educación Sexual Integral? “Porque contribuye a que los chicos y las chicas aprendan sobre la igualdad de derechos entre varones y mujeres; puedan decidir con responsabilidad el momento de inicio de las relaciones sexuales; eviten los embarazos no deseados, las infecciones de transmisión sexual y el VIH/sida y construyan un análisis crítico de los distintos mensajes cotidianos sobre la sexualidad que se transmiten en la televisión, las revistas, Internet e, incluso, en los chistes”, subraya el Ministerio de Educación de la Nación. Pero, además, clarifica que no es sólo una intención, sino un mandato legal: “La Ley Nacional 26.150 establece que la Educación Sexual en la escuela es un derecho de todas las chicas y de todos los chicos”.
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