Viernes, 21 de agosto de 2009 | Hoy
En el marco del festival de invierno “En danza 2009”, la danza contemporánea sale a la calle y ofrece una variedad de propuestas donde se destaca sobre todo el buen nivel de bailarines y bailarinas. En un recorrido crítico decidido a desnudar la intimidad de cada forma, encontramos algo nuevo, algo usado, algo rosa y también algo bueno.
Por Pacha Brandolino*
Aunque en agosto, según nos advertían nuestras sabias abuelas, la muerte anda rondando envalentonada por el frío crudo del invierno, es precisamente por estos días que la danza contemporánea oriunda de estas pampas, está demostrando que goza de muy buena salud. Durante todo este mes se está llevando a cabo el festival de invierno “En danza 2009” y enseguida se advierte que la escena kinética este año se presenta variopinta y muy poblada ya en el mainstream como en el off. Basta con visitar la cartelera para advertir que quien desee un panorama de lo que está sucediendo tendrá que dedicar las tardes y las noches, una tras otra sin tregua, para alcanzar a ver todo o casi todo lo que se está presentando. Claro que otra opción es revisar esta guía, incompleta, como todo diario del viajero que se distrae con lo que le gusta y se molesta con lo que no.
La danza contemporánea ya tiene poco de militante y abnegada, nada de pobreza y menos aún de periférica. Hay una gran oferta, hay buen dinero en juego y un jetset propio que se retroalimenta, tanto como su público. Advertencia para lectores y lectoras: está bueno lo que ocurre, y no en el sentido en que algunos pretenden que esté buena Buenos Aires. Hora de aprovechar el múltiple abanico de elecciones y lugares para ir a ver danza. Otra buena noticia: en todas las obras en cartel se destaca la excelente formación de bailarines y bailarinas, tanto es así que llega un momento en que asombrarse por la gran calidad de los intérpretes es equiparable a sorprenderse porque en el restaurante nos pongan plato, cubiertos, mantel y copa. Otra cosa es lo que se sirve en cada plato. Muy bien, hablemos de eso.
*Profesor del IUNA, Carrera de Danza Teatro Editor de la revista Ea, especializada en crítica cultural.
Palimpsestos del cuerpo. O sobreescribir el mismo papel una y otra vez. O recurrir al propio estilo nuevamente. O sujetarse ferozmente a un lenguaje definido en toda su justeza. Las buenas nuevas vinieron del off. Este recorrido comienza a las 5 de la tarde un saludable viaje fresco con Duggandanza en el BAC. El ya enorme reto de la danza para niños, como tal es todo un mérito. Y sobre ello, el ingenio, la ternura, la gracia. Continuando con la ruta iniciada por A todo vapor el año pasado, Zigzag, el movimiento de los niños es un viaje en tren encantador desde Buenos Aires hasta Japón acompañado por Tchaikovsky, Madonna, Sakamoto, Yoyo Ma, Only you y otros exquisitos compañeros, la destreza precisa y para nada ampulosa ni sobreactuada de los cuatro intérpretes acompañados por un sinfín de objetos maravillosos, como globos de colores imposibles, libros-abanico, valijas ilustradas, etcétera.
A las 7 de la tarde, la oscuridad apremia y los espíritus se vuelven más sombríos. Aunque no menos exquisitos. La tremenda y desapacible serenidad del Butoh se desplomó encima de Quío Binetti y de nosotros en el Beckett Teatro, con La Aurora. Un sol rendido y moribundo estampado en el piso del proscenio izquierdo, o bien una especie de jardín zen desprolijo y circular, de una sustancia blanca como la sal. La intérprete parecía un personaje de Carson Mc Cullers... o la propia Carson en las raras ocasiones en que llevó vestido. Minimal, exasperante en su poética del tonto que se mueve, trazó un derrotero muy simple y cargado de gestos atroces. Los prudentes 39 minutos permitieron perderse en su belleza desolada y bestial. Raro y hermoso. Ajeno. Muy ajeno.
La Aurora existe por el vacío que la rodea
Domingos a las 19. Beckett Teatro: Guardia Vieja 3556
A las 9 de la noche, comienza algo parecido al tedio. Roxana Grinstein estrenó su Ras o “de nada vale que corras cuando el incendio va contigo”, en su casa, El Portón de Sánchez. Tres bailarinas que se desplazaban de foro a proscenio, por el piso, reptando y arrastrándose en todas sus posibilidades durante 40 de los 55 minutos de la pieza. Pendía encima de ellas un plano aéreo e imaginario trazado por el resplandor de los filamentos de lámparas encendidas que cuelgan de sus cables, distribuidas alternadamente y a la altura de los muslos de una persona de pie. Mucha destreza, claro. No esperamos menos del mainstream, como se dijo. Una banda musical preciosa, llena de citas al folklore de Medio Oriente, a ciertos tangos ultraconsagrados (“Nostalgias”, por ejemplo), desarrollada por un orgánico que seguramente incluye un oboe, un acordeón a piano, una guitarra, como mínimo. Esa combinación de buenos sabores y olores podría terminar en un plato a lo hermanas Concaro. Más no: qué lástima.
Ras o “de nada vale que corras cuando el incendio va contigo”, viernes a las 21. El Portón de Sánchez
A las 10 de la noche y sin movernos de la misma sala, nos encontramos con Derivada de Gubbay, Milsztein y Goldstein. Coincidencia con la obra precedente, una insistencia en cierto círculo neurótico y autorreferencial: una sucesión de secciones, todas ellas interesantes, desarrollados por una intérprete superentrenada en el release, el contact y otras posmodernidades, que no necesariamente nos llevan por sí solas a ninguna parte. Algo así como una falta de propósito para eso tan bello que se ve, que es una acumulación de acciones en relación a tópicos de la danza contemporánea: que el gesto de coser por aquí, que ponerse un camisón por allá, que los espasmos encima de una mesa acullá. Como para despuntar la variación, hizo su entrada en el consabido recurso de cambiarseenescenaperonotantoporquesecambiadetrásdelamesatumbadaquehacelasvecesdebiombo un conjunto de botas de cuero blanco con una especie de monturita de vellón que fue a parar a las lumbares de la intérprete. Las botas a sus pies, claro. Y otra vez, los desarrollos muy respirados y orgánico fluidos del release.
Derivada, jueves a las 22, El Portón de Sánchez: Sánchez de Bustamante 1034
Dice Ph. Hammon que la descripción es una detención de la acción para enumerar cuidadosamente los elementos o secciones de un todo, desagregándolo. Luis Garay repone o estrena (aparentemente ha tenido ya un paso por Nueva York) Maneries, también en El Portón. Ya son las 11 de la noche pero el afán por encontrarnos con más propuestas suspende el sueño. Suspendamos la narración en este punto e intentemos entonces una descripción de una secuencia enervante. Del minuto 0 al minuto 12, una intérprete en semipenumbra y con aspecto de estar padeciendo una aguda anorexia, en el sitio 1 de la planta escénica, se nomueve al son de un siseo que con la misma lentitud aumenta su volumen; del minuto 13 al minuto 22, la misma intérprete desenvuelve una especie de serie simétrica y geométrica, repetitiva y con reminiscencias de break enjuagado, con los brazos, mientras la banda sonora deriva en un estruendo con volumen creciente; del minuto 23 al 33, la misma intérprete comienza diversas caminatas con las mismas características de la serie de brazos antedicha pero con menos elementos y con al agregado de un tempo sordo y ensordecedor a la vez en la banda de sonido; del minuto 34 al 44, otro tanto, pero con la variación de la desnudez de la intérprete que sin demasiado preámbulo se dirigió a lateral izquierdo y se despojó de su conjunto de trusa y sostén; la variación de la banda de sonido consiste en el aumento y la recombinación de lo anterior; finalmente, entre el minuto 45 y el 56, se recombinan las caminatas, algunos espasmos y variaciones de nivel en la serie con cierto obstinado diseño circular de los desplazamientos; en cuanto a la banda sonora, se configura una especie de tecnodiscohouse pegadizo y más de Creamfields que de otra cosa. Eso sí: todo admirablemente iluminado. En resumidas cuentas, se ha ido la síntesis y la composición escénica se ha ido tras ella.
Sería redundante elogiar la pluralidad o la diversidad de la propuesta del Grupo Alas, Primera Compañía Integradora, que ya como su nombre lo indica son dos conceptos que figuran en su nacimiento. Se trata de un equipo que sin dejar atrás la técnica ni la danza ponen en tela de juicio las condiciones que se suelen atribuir o exigir a los cuerpos danzantes. Los bailarines, bellos, correctos, eficaces, en la variedad de sus cuerpos y artefactos, incluso géneros, da un resultado como mínimo atractivo. Es cierto que sobreabunda el gesto ampuloso, expansivo, casi épico y las más de las veces completamente ilustrativo. Todavía es posible pedir más a las posibilidades que ofrecen estos intérpretes y a la evidente empatía que se profesan unos a otros. Se rescatan un par de detalles y segmentos interesantes, como que en pseudos tango, la única calzada es la bailarina que está en silla de ruedas en esa sección. Los tres minutos de gloria: el dúo Gabriela Torres-Santiago Feldman con música de Santaolalla, impecable en su puesta, diseño, dinámicas y erotismo, resulta desprejuiciado, divertido, y, festejemos: arriesgado.
En Ruedas del Amor, 23 y 30 de agosto a las 20
Teatro Club Del Bufón, Lavalle 3177
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