Viernes, 28 de agosto de 2009 | Hoy
PERSONAJES
Una atleta que corre más rápido que las otras es sospechada de ser hombre. ¿Un atleta que falla, es sospechado de ser mujer? La kafkiana situación que está viviendo Caster Semenya, quien pronto será sometida a un “análisis de género”, da pie para esta pregunta y para muchos disparates más.
Por Liliana Viola
El escándalo de Caster Semenya, la atleta sudafricana que se llevó la medalla de oro y que además batió el ultimo record de velocidad, ya es bien conocido por todos. La noticia del atleta enmascarado atrapado en un cuerpo que parece de hombre empezó a dar la vuelta al mundo el mismo día en que le ponían la medalla. No pudo festejar, queda claro. Tiene 18 años y a nadie le preocupa acosar de este modo a una adolescente, ella se lo ha buscado por meterse en el mundo del deporte, que siempre desconfía de las damas. Semenya había dado una prueba contundente de su talento adelante de todos (no hay modo de ganar estos premios en la intimidad) y de pronto le ponían en duda algo que por lo visto se ha vuelto imposible de comprobar por una misma. “Una mujer puede verse, crecer y desarrollarse como mujer, pero genéticamente puede ser un hombre debido a su condición biológica” repiten los que saben... La vocación inquisitoria de los comités deportivos no se contenta con la partida de nacimiento, con testigos de toda una vida que la conocieron siendo niña, ni con la exhibición de genitales, recurso al que acudieron muchas atletas acosadas por la misma inquisición. Mujer no se nace ni se hace. Hay que parecerlo, y si no se lo parece tendrá que refrendarlo con cromosomas, que para eso la ciencia avanza y se muerde la cola. Salvo que la supuesta mujer en cuestión no se destaque en nada, y mucho menos en el deporte, en ese caso se tendrá que conformar con que la carguen en la escuela.
Las preguntas que surgen a raíz de esta historia salida de una imaginación kafkiana podrían empezar por la siguiente: ¿Por qué será que la sospecha de que es hombre se hace efectiva en cuanto gana? Habrá tenido que pasar por eliminatorias, pruebas, un trámite de ingreso antes de arrasar como arrasó. De haber salido última, ¿habría merecido una mínima duda? Dijeron en los diarios que la atleta es sospechada de ser un hombre por la velocidad que alcanzó. ¿Un análisis de cromosomas? ¿No sería más convincente para los comités examinadores que la chica se ponga a llorar frente a las cámaras, o que perdiera la próxima carrera por atarse mal los cordones, porque se enamoró, o porque justo se indispuso?
Si una persona que ha sido mujer toda su vida de pronto es calificada como “no mujer” por un estudio de cromosomas (y los casos de este tipo de hallazgo compulsivo se han producido decenas de veces en el campo del atletismo), ¿debe cambiar de identidad y además de profesión? Así lo afirman los medios que ya empiezan a imaginar cómo será la futura vida cotidiana de Semenya. Ahora, en ese caso, en qué se debe convertir. Si se convierte en hombre, deberá sentirse afortunada porque ahora ganará más que sus antiguas compañeras. Aunque algo hace suponer que si los análisis dan mal, ya no podrá ser deportista. Otra inquietud: ¿Cuán importante es que sea hombre o sea mujer para el atletismo? Porque teniendo en cuenta qué tan gobernados estamos por nuestras vísceras y por nuestras células, y teniendo en cuenta que una cuestión genética hace a algunas personas más aptas que a otras para correr, saltar o meter goles, más que un estudio que determine cuantas x tenemos adentro se podrían investigar otras habilidades que nos vienen de herencia. Las pruebas de género en una competición deportiva no son raras ni están consideradas un atentado a la dignidad humana, no se entiende por qué. Fueron introducidas en el Campeonato Europeo de Pista y Campo de 1966 y utilizadas por primera vez durante los Juegos Olímpicos de 1968. Y bueno, todo sea por la sana competencia.
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