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Viernes, 18 de diciembre de 2009

La caja de herramientas

Estudios de genero Después de 30 años de sancionada en el ámbito de Naciones Unidas la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación hacia la mujer (Cedaw) y a apenas dos de la ratificación por parte de nuestro país de su protocolo facultativo –que brinda mecanismos efectivos para el cumplimiento de la primera–, un balance del estado de cosas demuestra cómo esta valiosa caja de herramientas puede tornarse ineficiente si la voluntad política la mantiene oculta, oxidándose por falta de uso. Alda Facio, jurista costarricense y directora del Programa Mujer, Justicia y Género del Instituto Latinoamericano de las Naciones, evalúa aquí los puntos más oscuros en la vida cotidiana de las mujeres.

 Por Clarisa Ercolano

“En ningún estado la Cedaw se aplica debidamente, porque los Derechos Humanos son interdepedendientes, aquí en Argentina, por ejemplo, se elimina la discriminación en la política, pero persiste la desigualdad en otros ámbitos y entonces, a simple vista, se ve que las mujeres acceden en número. Pero no se ve que cuando llegan a su casa tienen que atender las tareas domésticas y seguir trabajando o que salen a la calle y son invadidas por publicidades sexistas, o que encienden la TV y ven un programa o una novela que las denigra y eso repercute en su labor.” En diálogo con Las 12, la especialista internacional en temas de género y sociedad civil, Alda Facio, tomó un ejemplo concreto al momento de evaluar en qué medida se respeta a escala mundial la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw, según su sigla en inglés), a 30 años de su aprobación. Y con una mirada global dejó en claro que si bien, en el país la evolución de la legislación en pro de la equidad es positiva, su implementación no acompaña las buenas voluntades de las normas que se sancionan en el papel.

Facio, al igual que otras representantes de organismos como Unifem, Amnesty Internacional, el Programa para las Naciones Unidas del Desarrollo (Pnud) y múltiples ONG, fue una de las voces cantantes en la cita que se desarrolló en el palacio San Martín, el pasado 11 de diciembre, donde el ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana, encargado de la apertura oficial expresó que “la tarea está muy lejos de ser cumplida, respecto a la igualdad ente los géneros”. “Es que las mujeres siguen en estado de subordinación, lo que es más visible en los sectores populares y esa subordinación también es palpable en la discriminación salarial y en el ejercicio de la violencia que padecen.”

Argentina cuenta con leyes de educación sexual y salud reproductiva, pero en muchas escuelas se hace caso omiso de estas normas y más de una mujer no puede acceder a una ligadura de trompas o a la pastilla del día después. ¿Por qué cree que pasa esto?

–Básicamente, porque la sola sanción de una ley, la aprobación de una norma, no alcanzan para que se cumplan como tales. En Argentina y en muchos países, se requiere de políticas que acompañen y garanticen la plena acción de los logros en materia legal y que también penalicen a quienes no las observan. Además, no hay que olvidar la educación. Es desastroso que una maestra enseñe educación sexual si no está debidamente preparada y también lo es que una mujer no sepa que tiene derecho a acceder a métodos de control de la natalidad sin que nadie le objete nada. Esto aplica también para los organismos que pelean contra la discriminación y muchas veces no escuchan a quienes denuncian o recurren a ellos. Si el lugar está, pero no les presta atención, no sirve de nada.

Las feministas de Noruega no pueden creer el uso y abuso de la publicidad y la comunicación sexista que hay en Argentina. ¿Qué falta aquí para llegar a esa concientización?

–Es que en Noruega y en los países nórdicos se prohibió el uso de la imagen de la mujer para cualquier cosa, una mujer para promocionar un corpiño no está mal, pero qué tiene que ver con una marca que fabrica baterías para autos... Allí se multa fuertemente a las empresas que usan a la mujer de modo sexista, misógino, violento. Y se premia a quienes hacen lo correcto. También se entiende que las libertades, si nos extendemos al campo de los medios y la comunicación, no son absolutas. En nombre de la libertad de prensa no se puede hacer cualquier cosa como, por ejemplo, alentar la violencia o las expresiones de desprecio. El discurso del odio debe prohibirse, existió tanta censura que la gente prefiere ni tocar el tema en algunos países, pero hay que hacerlo porque si no se propagan las ideas de un modo totalmente erróneo y peligroso.

¿Qué países están más alejados de cumplir con los postulados de la Cedaw y cuáles están mejor posicionados?

–Sin lugar a dudas que los países nórdicos son los más adelantados; Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia. El resto hay que saber observarlo, en Arabia Saudita o en Bahrein, las mujeres no pueden manejar un auto o salir a la calle sin el marido pero no mueren de hambre ni están abandonadas. En Estados Unidos, uno de los pocos países que no ratificó el protocolo, eso no pasa pero la pobreza es tanta que muchas mujeres mueren por causas relacionadas. Nadie las encierra, pero se mueren... En América latina hay mayor acceso a la salud y a la educación, pero los planes ambiciosos en materia de equidad tienen obstáculos, fuertes objetores de conciencia y una vez más, la pobreza hace que muchas queden afuera de todo.

Tenemos una Presidenta que no esquiva los temas vinculados a la equidad de género, pero cuando se habla de despenalizar el aborto, mira a la Iglesia y dice que está a favor de la vida. ¿Tiene alguna opinión al respecto?

–Una mujer siempre es más sensible ante lo que le pasa a otra mujer, pero es terrible este fundamentalismo católico que busca imponer su creencia al resto de la sociedad. Si una mujer católica no quiere abortar, nadie la obliga, pero que no impida hacerlo a quien no adhiere a esa religión. La postura de la Presidenta es cuanto menos incómoda por lo que representa la Iglesia en este país. Desde este lado del globo se mira a las burkas que usan las islámicas y se exclama que es una barbaridad y se pregona contra el fundamentalismo islámico. Aquí nadie usa burkas, pero se obliga a las mujeres a embarazos e hijos forzosos, se las coloca en un marco de vulnerabilidad peligroso y marginante.

¿Qué pasa con las violencias que no dejan machucones como la laboral o la psicológica?

–Tienen ese problema justamente. No se las ve a simple vista y en todos los países se va a lo doméstico, a la violencia que se sufre dentro de la casa. Lógicamente esto es incuestionable pero hay que empezar a plantearse qué pasa con los acosos laborales que no necesariamente son sexuales sino que pasan por desmerecer o creer incapaz a alguien solo por su condición de mujer. Qué pasa con los hostigamientos a los que se enfrenta una mujer sola cuando sale a la calle que mal se encuadran como piropos o con el miedo que siente cuando baja de un colectivo y ya es de noche. Eso se corrige observando de cerca a los empleadores, educando a la población para que un hombre no piense que a una mujer le gusta que le griten cualquier cosa, promoviendo ciudades más seguras.

Aquí hay una ley que dice que a la noche los colectivos deben parar en todas las esquinas cuando una mujer lo pide, pero ningún chofer lo hace...

–Es que volvemos a lo que decía, la ley está, nadie la cumple. Porque nadie va y le dice a estos conductores que lo hagan y nadie escucha a la mujer si se queja.

La expectativa de vida de la mujer se amplió en varios países. ¿Hay políticas que atiendan a la necesidad de las adultas mayores?

–No mayoritariamente. Y las mujeres adultas mayores sufren violencia, por parte de sus propias familias, porque en sus trabajos no las consideran, porque se les exige que no envejezcan y que se mantengan frente al paso del tiempo aunque en eso se les vaya la vida. El mensaje masivo dice que hay que estar siempre joven, activa, sexi, produciendo todo el día y con las tetas paradas.

Observar lo realizado pero sin perder de vista lo que falta fue la idea convocante en este encuentro que más allá de la celebración de los 30 años de la adopción de la Convención, buscó un lugar para el análisis, el debate y las propuestas, como se realiza una vez cada cuatro años. Hasta hoy, 186 Estados ratificaron la Cedaw y el último país en hacerlo fue Qatar, el 29 de abril de este año. Lo mismo hicieron todos los estados de América latina y el Caribe hispano. Estados Unidos no fue de la partida, pese a que a nivel mundial, se la considera una pieza clave para que las mujeres puedan acceder a la Justicia sin ningún tipo de distinción.

Cabe recordar que hace diez años fue aprobado el Protocolo Facultativo de la Cedaw, instrumento jurídico que, aunque es opcional, permite la presentación de casos individuales de violación de los derechos humanos de las mujeres y también la solicitud de que el Comité visite el país, a fin de elaborar un informe sobre alguna manifestación de violación reiterada.

El primer punto de esta ley madre dice que la discriminación es toda distinción, exclusión a restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.

Sin embargo, pese a los inocultables avances en la mayoría de los países de la región, subsiste la legislación discriminatoria hacia las mujeres, que se evidencian de modo más notorio en lo que hace a las relaciones de familia, en el ámbito del derecho penal y en el derecho laboral.

Para pasar a la acción, el grupo convocado en Buenos Aires bregará por crear un organismo que accione y ayude a reforzar el debate y resignificación del concepto de igualdad y perseverar en el mecanismo de seguimiento de los fallos y la ampliación de los recursos del Comité.

Referido a la participación política, derechos sexuales y derechos reproductivos, que apuntan a que la única que decida sobre el cuerpo de la mujer sea la mujer misma, la conclusión dejó en claro que la participación política de las mujeres no necesariamente ha redundado en beneficio de los derechos sexuales y reproductivos.

Si bien la forma extrema de todas las violencias es el feminicidio, sobre el cual en Argentina no hay cifras oficiales y a la hora de las consultas, sólo la Red Solidaria y la periodista platense Gabriela Barcaglioni cuentan con números que elaboran en base a su labor diaria, el comité apuntó a la erradicación de todas las expresiones de la violencia. Desde la trata, el tráfico de mujeres y niñas, la explotación sexual y la prostitución y la discriminación contra la mujer en todos los asuntos relacionados con el matrimonio y las relaciones familiares.

Más allá de las puertas del Palacio San Martín, las cuentas pendientes ponen el foco en lugares conocidos: prevención del HIV y las enfermedades de transmisión sexual, eliminación de las brechas salariales más visibles en el sector privado, eliminación del trabajo infantil, pleno acceso al aborto terapéutico mientras sigue la lucha por la despenalización.

“La mayor desigualdad reside en la pobreza”, repitió Facio. Una de las nuevas líneas de acción se orientó hacia el fortalecimiento de la institucionalidad de la mujer en el Estado y destaca la recomendación relacionada con la aprobación del presupuesto general de gastos del país, para dotar de recursos a las instituciones con vistas a crear leyes, programas y planes para promover y acceder plenamente a la declamada igualdad entre los géneros.

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Alda Facio
 
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