Viernes, 8 de octubre de 2010 | Hoy
DERECHOS REPRODUCTIVOS
En la provincia de Buenos Aires avanzó un proyecto de ley para garantizar el acceso en los servicios públicos, obras sociales y prepagas a los carísimos tratamientos de fertilización asistida. Sin embargo, el texto de la norma excluye a las mujeres solas y a las lesbianas, ya que sólo se beneficiarían parejas heterosexuales con “problemas para procrear” y recién después de un año de intentarlo por vía sexual.
Por Luciana Peker
Ya no habría que endeudarse hasta los tuétanos, embargar la casa, vender el auto, trabajar día y noche, ir a Once a buscar prestamistas de cuartucho o pedir créditos personales en bancos con intereses por las nubes con la excusa de viajar a Hawai a conocer el ula ula cuando, en realidad, se busca un embarazo y el nacimiento de un bebé (en el que el baile es grande y las onomatopeyas como bu, ajó gaga abundan) pero no es nada comparable a un (también bonito) capricho caribeño.
La provincia de Buenos Aires dio media sanción a un proyecto de ley –promovido por el gobernador Daniel Scioli– que garantizaría (si se aprueba en el Senado) la cobertura gratuita de los tratamientos de fertilización a los y las bonaerenses o interprovinciales con dos años de residencia. “Esta iniciativa está inspirada en nuestra firme convicción de entender la vida como el bien más sagrado y es indispensable para fortalecer nuestras políticas de igualdad y derechos humanos”, indicó Scioli.
Marcos Horton, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer), resalta: “El proyecto de ley restituye el derecho a procrear, y por otro lado reconoce la infertilidad como una enfermedad. El trabajo que debe hacerse ahora es el de la reglamentación de la ley, ya que el Estado deberá administrar sus recursos de una manera racional y con un criterio de equidad”.
También la médica Stella Lancuba, directora del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva (Cimer), apuntó: “La media sanción de la cobertura sobre fertilización asistida constituye un gran avance, ya que estas tecnologías se iniciaron en la Argentina en 1984. Y, desde entonces, en el país han fracasado numerosos intentos por lograr una legislación a nivel nacional”. Aunque Lancuba advierte que el sistema público no debe dar sólo atención, sino atención de calidad: “La cobertura debe garantizar el mejor resultado para el paciente, generando un sistema altamente eficiente en tecnología y recursos humanos”.
Por su parte, Sergio Pasqualini, del Instituto Médico Halitus, festeja la nueva norma en camino al Senado bonaerense: “Todo intento por darle a la salud reproductiva un marco legal adecuado es siempre bienvenido y celebrado”. Pero advierte que lo esencial no siempre es tan visible a los ojos. “El desafío real vendrá con la reglamentación. Es aquí cuando se escribe la letra chica y los temas más controvertidos deberán ser abordados y definidos, como la edad de los pacientes, la cantidad de intentos, las técnicas disponibles, o las probabilidades para lograr el embarazo. La reglamentación tendrá que ser lo suficientemente amplia para que puedan tener acceso la mayor cantidad posible de pacientes y evitar sesgos que quiten chances a las terapias de infertilidad y su disponibilidad para el conjunto de la población.”
A muchos les alegra el proyecto porque democratiza los exclusivos y excluyentes tratamientos contra la infertilidad. Sin embargo, hay muchas y muchos (en las familias homoparentales que este año fueron legitimadas por la sociedad, el Congreso y el Poder Ejecutivo con la nueva ley de matrimonio igualitario) que sienten que los y las deja afuera de sus beneficios. María Luisa Peralta, activista lesbiana y bióloga, y crítica sostiene: “Lo que nos excluye de entrada es que si se define la infertilidad como enfermedad eso nos deja afuera a la inmensa mayoría de las lesbianas y de las mujeres solas que no somos infértiles”. Aunque no es sólo en defensa propia. La puesta en juego de la salud no es saludable según su mirada. “Considerar la infertilidad una enfermedad no es una ventaja tampoco para l@s heterosexuales. Implica avanzar en la patologización, incluso cuando muchas veces las parejas heterosexuales –que recurren a la fertilización asistida– luego tienen hij@s por sus propios medios. No es un avance que haya que aceptar patologizarse para que se reconozcan derechos.”
Pero la formación de María Luisa le permite hilar más fino, hasta desmenuzar otra parte de la nueva legislación propuesta. “Un acierto del proyecto es que no se discute cuándo comienza la vida humana (es un grave error repetido hasta el infinito, incluido el feminismo, a pesar de que vida hay siempre: un ovocito está vivo, un espermatozoide está vivo y una cigota está viva siempre. El tema es cuándo esa vida pasa a ser vida humana). Meterse con eso lleva al terreno de la disputa por el aborto y no se puede permitir perder ningún terreno en eso”, subraya.
Más allá de terminar obstaculizando la despenalización del aborto, otro de los temores sobre esta nueva reglamentación es que la generación de nuevas leyes (no sólo en territorio bonaerense) impida a las lesbianas acceder a métodos de fertilización asistida. El abogado Pablo Rosales aclara: “El hecho de que no incluya a mujeres solas o parejas de mismo sexo en forma explícita no significa que lo prohíbe, porque la Constitución nacional sostiene que todo lo que no está prohibido está permitido. Además, prohibir a una pareja del mismo sexo la fertilización asistida únicamente por ser del mismo sexo es discriminatorio”, remarca el director de Asistencia y Asesoramiento a Personas en Situación de Discriminación del Inadi.
Sin embargo, las mujeres solas (lesbianas o heterosexuales) que desean ser madres, aunque no tengan un marido o una esposa al lado, correrían más riesgos. “El proyecto se refiere a ‘parejas’ y esto podría generar una interpretación que deje afuera a mujeres solas –advierte el abogado–. De hecho, que el proyecto de ley provincial no incluya expresamente a las mujeres solas resulta discriminatorio, ya que realiza una diferencia arbitraria entre los derechos que concede a la misma mujer cuando está en pareja o casada que cuando no lo está.”
Louise Brown fue la primera niña de probeta en 1978. Pero no la trajeron al mundo sólo su madre, ni su padre. También Robert Edwards que, este año, ganó el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, concedido por el Instituto Karolinska de Suecia, por el “desarrollo de la fecundación in vitro”. Edwards es un antiguo investigador de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), que en 1968 realizó –junto a Patrick Steptoe, que ya falleció– la fertilización de un óvulo humano fuera del organismo de la mujer. Este sería el primer paso hacia la fecundación in vitro que daría lugar a la primera niña probeta del mundo, Louise Brown. “La entrega del Premio Nobel al científico británico Robert Edwards por sus investigaciones sobre fertilidad humana significa el reconocimiento a uno de los desarrollos más importantes de la medicina de los últimos cincuenta años”, afirmó el médico especialista en reproducción Carlos Carrere y director de Procrearte.
Y detalló que en Argentina “se hacen más de 7000 mil procedimientos de fecundación in vitro por año y nacen aproximadamente unos dos mil quinientos chicos, anualmente, a través de esta técnica”. Mientras que en el mundo se estima que ya nacieron cuatro millones de niños/as con este procedimiento.
Nuestro país es parte de un fenómeno mundial en donde la cigüeña no sólo no existe sino que la semillita tampoco ya es el único cuento que contar. Sin embargo, el reconocimiento actual a esta técnica –y no antes– tiene sus explicaciones éticas y políticas. “Con el Nobel lo que se hace es premiar uno de los desarrollos más importantes de la medicina de los últimos cincuenta años, y el hecho de que esto haya tardado tanto tiempo en reconocerse fue debido a ciertos cuestionamientos religiosos”, apuntó.
Con tanta puntería que el Nobel, aun así, fue cuestionado por la Iglesia. El español Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, ha expresado su “perplejidad” por el reconocimiento. Y lo fustigó: “Sin Edwards no existiría el mercado de los ovocitos. Sin Edwards no habría congeladores llenos de embriones a la espera de ser transferidos a un útero, o más probablemente para ser utilizados para la investigación, o bien para morir abandonados y olvidados por todos”,
Sin embargo, Carrere contrapuso otra cara del médico pionero, revolucionario y solidario al que él conoció: “Ewards es un biólogo brillante y es una excelente persona, de una humanidad y generosidad enormes, como son los grandes científicos”.
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