Viernes, 8 de octubre de 2010 | Hoy
EL MEGáFONO)))
Por Juan Pablo Gallego *
“En los casos verdaderos, está bien que el Papa condene a los curas pedófilos”, expresó el condenado pedófilo Julio Grassi horas después de que la Cámara de Casación confirmara sus actos de pederastia y su condena a 15 años de prisión. “Las cárceles no son solución para nadie”, dispara ya como una irónica parabellum el cura pederasta desde su imponente mansión de 7200 metros cuadrados en la que disfruta de su libertad no vigilada, alternando sus horas entre parrilla, cancha de tenis, piscina y –quizás– la compañía de algún joven seminarista.
Condenado por abusos sexuales a menores, en la fundación que aún dirige se ha montado ahora este fastuoso parque de diversiones, ubicado exactamente enfrente de la escena del crimen, donde abusara y corrompiera a quienes –indefensos– estaban bajo su cuidado. Los jueces que lo mantienen insólitamente en libertad conocen la enorme posibilidad de reincidencia en abusadores sexuales como Grassi. “Se obtuvieron indicadores similares del perfil que poseen los delincuentes sexuales”, expresa, contundente, la pericia psiquiátrica realizada al pedófilo.
Grassi fue condenado por actos reiterados de pederastia en junio de 2009. El Tribunal de Casación Provincial ratificó y dejó firme ese fallo condenatorio. Pero, insólitamente, quienes lo condenaron le conceden una libertad sin restricciones. Nadie lo controla. Su superior, monseñor Eichnor –a contramano de las directivas del Vaticano–, lo premió por su condena firme, revocando la restricción que le aplicara monseñor Laguna y lo autoriza a continuar dando misa y a confesar indefensos.
La pedofilia genera conductas compulsivas y eso es lo que se presenta en este sujeto al que, paradójicamente, se mantiene libre. El exigió un juicio sin jueces. Se fugó. Dilató seis años el juicio. Entorpeció. Puso obstáculos. Finalmente, fue condenado. La sentencia fue confirmada por Casación. Días atrás volvió a denegarse su detención, solicitada por la Fiscalía y la querella.
Pederasta condenado, pero VIP, en libertad y sin control alguno. Destrozó el alma de jóvenes a los que debió cuidar, pero tiene licencia para seguir haciéndolo. Está condenado. Traicionó su misión. Pedófilo con la certeza que impone una sentencia de juicio oral confirmada por un Tribunal de Casación.
Está comprobado que Grassi actuó con intención de pervertir, corromper y satisfacer sus bajos deseos. Los mismos jueces que lo hallaron culpable y condenaron al compulsivo que no puede parar de transgredir lo dejan en libertad irrestricta y sin control alguno. La Convención Internacional sobre Derechos del Niño establece la obligación de proteger a los niños contra los abusos sexuales. El Estado nacional debe velar por su cumplimiento. La mayoría de los internos en cárceles argentinas ni siquiera ha llegado a un juicio. ¿Quién protege a este poderoso desigual ante la ley?
* Abogado querellante de Grassi. Autor del libro Niñez maltratada y violencia de género, de Editorial Ad Hoc. Profesor de la Facultad de Derecho en la Cátedra “Protección Integral de los Derechos del Niño en la Legislación y Jurisprudencia”, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
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