Viernes, 8 de octubre de 2010 | Hoy
PERFILES > DILMA ROUSSEFF
Por Flor Monfort
Lula estaba viendo lo que nadie veía: una colaboradora leal y capacitada, economista y ducha en el trato con el establishment, con un pasado que gusta a la clase media comprometida y no perturba (o no perturbaba, ya veremos por qué) a los sectores conservadores. También estaba la resistencia de muchos de sus colaboradores, que no imaginaban a Rousseff como candidata (algo que parece envalentonar al todavía presidente de Brasil: ir contra la corriente). Para terminar de consolidarse como la preferida, Dilma tuvo un cáncer linfático en 2009 que, quimioterapia mediante, la dejó sin pelo y con la complicidad de miles de hombres y mujeres que se sintieron conmovidos con su “fue bueno sentir el agua correr por la cabeza”. Entre los juegos de cartas que comparten los fines de semana, Lula se decidió: Dilma sería su sucesora. Y allí fue ella, a ponerse el traje presidenciable y gastar una de las campañas más caras de la historia de Brasil.
Se conocieron en 2002, meses antes de que Lula finalmente ganara las elecciones. En esa época, se reunía con expertos para planificar la economía de su gobierno y llevarla a los niveles más benéficos de la historia. Lo que le gustó de ella: que fuera clara, prolija y responsable, con una computadora portátil donde parecían estar todos los datos que Lula necesitaba y con el rasgo que es caballito de batalla más gastado en las campañas femeninas: la pasión. Virtud que, parece, no le debe faltar a una mujer a la hora de candidatearse a algo. En 2003 la nombró ministra de Energía y dos años después la separó para llevarla a la Casa Civil (un ministerio funcional a la Presidencia), donde siguió jugando en la cancha que mejor conoce: la del pasto económico. Para dar una idea rápida de la magnitud del ascenso brasileño, el país provee de industria aeronáutica a una potencia mundial como Estados Unidos, y el encargado de asuntos bilaterales con Sudamérica de Obama se refirió a Brasil y Venezuela como sus únicos interlocutores financieros de la región. Por no nombrar los índices de progreso económico de las clases bajas y el famoso sistema de créditos que le permitió aumentar el ingreso bruto per cápita.
Dilma forma parte de los candidatos y candidatas que pasaron su juventud bajo dictadura, como Cristina Fernández, Michelle Bachelet, Pepe Mujica y el mismo Lula. Militó en la organización de izquierda Política Operária y en el VAR Palmares. Sabía montar y desmontar fusiles pero se dedicaba más bien a trabajos de inteligencia. En 1970 fue detenida y condenada a 3 años de cárcel, fue torturada y se ganó el mote de “Juana de Arco” de la guerrilla. Sin embargo, la Dilma actual, sin anteojos, ojeras ni nariz maltrecha (cirugías que le dieron fama mediática instantánea) se ha ocupado de forjar una imagen medida, familiar, con declaraciones como “prefería los hombres de antes, que cortejaban a las mujeres” y el rescate de la foto del bautismo de su único nieto los días previos a la elección. Doble anotación (familia más religión) para una candidata que, a mediados del año pasado, le dijo a la revista Marie Claire que la despenalización del aborto era una cuestión de salud pública.
En Brasil, el aborto sólo está permitido en casos de violación o si se pone en riesgo la vida de la mujer, lo que no impidió que el arzobispo José Cardoso Sobrinho excomulgue en 2009 a los médicos que realizaron el aborto de una nena de 10 años embarazada de gemelos, como consecuencia de una violación de su padrastro.
Hasta hace algunas semanas, los sondeos la daban como número puesto para sacar de juego a Serra y evitar el ballottage, pero la excelente campaña de la candidata evangelista Marina Silva le sacó la ventaja. Los medios brasileños difundieron la reunión post electoral del PT; allí, aseguran, Dilma dijo que su poca religiosidad y sus declaraciones pro abortistas le jugaron en contra en un país con 125 millones de católicos.
Entonces, para ganar el ballottage, la mujer volvió sobre sus pasos. André Vargas, secretario de comunicación del PT, dijo que “fue un error” haber incluido la despenalización del aborto en el programa electoral del partido, lo que no es más que el paso previo para sacarlo de allí donde molesta y aliarse con Silva, quien obtuvo el 20 por ciento de los votos y quien, con el punto de la espiritualidad asegurada a su favor, jamás concedería la despenalización del aborto (tercera causa de mortalidad relacionada con la maternidad en Brasil).
En julio, Rousseff se había reunido con la Red Feminista de Salud para escuchar su informe sobre la salud de las mujeres. Derechos sexuales y reproductivos estaban incluidos en el texto. Muchas de las conclusiones ahí obtenidas formaban parte de las decisiones que ahora Dilma quiere borrar con el codo. Las redes sociales arden con los próximos pasos de la petista. Hagan sus apuestas para ver quién pierde, una vez más, esta contienda.
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