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Si cada situación dramática tiene potencialidad cómica, de cómo se afile la mirada dependerán las risas. Y para el amor kitsch, nada mejor que una ruptura con lentes bien graduados. Desdramatizando la pérdida e ironizando el cliché, Jessi, Jenny & John –obra debut del director Santiago Swi– juega al break up de sábado a la tarde y presenta a dos Celestes (siempre Celestes) nueva generación que, lejos de la lágrima de cocodrilo, se pasean por el ridículo como peces en el agua.

“El motor fue poner en juego ese código de solemnidad que tiene la novela, esa manera de sufrir, la importancia que le da al amor”, explica la multifacética Brenda Howlin, guionista, productora y actriz de la pieza –sobre la que trabajó durante año y medio–. “Cuando te distancias, ves lo cursi y ridículo de esas situaciones”, agrega la chica interesada en mostrar la intimidad de una persona cuando se separa.

Sobre la historia... Jessi (Howlin) y Jenny (Maia Orihuela) son amigas, viven juntas y sus (respectivas) parejas acaban de dejarlas. Por teléfono, dicho sea de paso. Desde el dolor que corona la telenovela –de hecho, a los detalles rosados del hogar, acompañan fotos de Gustavo Bermúdez y Andrea del Boca–, Jessi llora, come empanadas revitalizantes, toca Alanis Morissette y revisita su caja de recuerdos donde, además de papelitos de Bon o Bon, guarda... el primer forro que usó con su ex. “¿Loca? ¿Por qué? ¿Por preservar nuestra historia, nuestro pasado, nuestros momentos?”, reacciona ante la increpante mirada de su roomate. Tamaña decepción, al enterarse que esos espermatozoides, oh no, están muertos.

Jenny, en cambio, se sobrepone, se disfraza de pollito y va al cumpleaños de su ex... donde la única disfrazada es ella. “Me van a etiquetar”, lloriquea por las fotos que le sacaron y seguramente coronen Facebook. Pero, entonces, algo ocurre y –por falsa ilusión o calenturienta emoción– ven el arribo de un nuevo Príncipe Encantado: Juan, el inocente delivery boy de la pizzería (Ignacio Gauna Alsina) que, en calzoncillos y remerita corta, se pasea asustado por el piso compartido (le acaban de robar y pide asilo momentáneo).

De más está decirlo: los enredos de triángulo amoroso han arribado a esta pieza musicalizada en vivo con versiones canción de temas pop trash. De hecho, aun antes de que la función comience, versiones acústicas de hits de Sergio Denis, César Banana Pueyrredón o Luis Miguel amenizan el ingreso. “Aporta a la atmósfera cursi”, explica Howlin. Y no es el único momento “clipeado”. Dos cuadros musicales –uno en la espléndida voz y acting de Orihuela– darán su toque picante (y onírico); triste el primero, divertido el segundo, cuando la tríada ponga pasos al tema... del Rey León.

Con buen timing y sabrosos gags, Jessi, Jenny & John juega –entre naranjas y metáforas trigales– a la comedia bien entendida. Lo hace desprejuiciadamente, con verosimilitud, sin rendirse al dramatismo, sin solemnidad, riéndose de los clichés que tiñen “la soledad femenina”. “No hay una burla; simplemente está la intención de mostrar el lado ridículo, desde un lugar humilde”, asegura Howlin. Y, aun cuando la competencia promete ser brutal, el cierre vuelve a dar un giro y triunfa la amistad de género.

Alumnos (los tres) de la escuela de Nora Moseinco, Howlin, (la excelente) Orihuela y Gauna Alsina logran aceitar un código y un lenguaje. No sólo eso: se divierten en escena. De hecho, tan bien la pasan que –por momentos– ellos mismos se tientan. Pero, contrario a lo que podría creerse, la tentada no es falla. Contagia y termina, sin más, incorporándose a la acción. En palabras de la guionista y actriz: “Hay muchas obras densas en escena; me cuesta encontrar piezas que me diviertan. Hay demasiado drama. ¡Y para oscuridad ya está la vida!”.

Jessi, Jenny & John se presenta todos los viernes de octubre a las 21 en el Teatro Gargantúa, Jorge Newbery 3563.