Viernes, 29 de octubre de 2010 | Hoy
ESCENAS
Dos obras existencialistas de la dupla Lisandro Rodríguez y Santiago Loza en las que los personajes son testigos incluso de su propia vida.
Por Sonia Jaroslavsky
La dupla de Lisandro Rodríguez y Santiago Loza sigue dando sus frutos. Primero fue el Ciclo Díptico, que contenía las obras Sencilla y Ella merece lo mejor; después llegó Asco y La vida terrenal. A veces escriben juntos teatro y guiones de cine, otras veces Lisandro dirige y Loza escribe, cuestión que desde que se conocieron en la carrera de dramaturgia en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) mantienen una productiva relación de amistad y trabajo. Tanto es así, que además de las obras que escriben o dirigen, tienen junto a un equipo más amplio la sala Elefante, del barrio de Palermo. Así lo cuenta Rodríguez: “La forma de trabajar que tenemos es muy variada, pero principalmente pensamos proyectos juntos: cómo llevar adelante la sala, qué cosas nos interesan, qué queremos contar, con qué actores nos interesa trabajar para cada material, etc. El Elefante es también como un centro de contención, de acompañamiento, de estar, de supervivencia. Es nuestro laboratorio de trabajo y un lugar íntimamente ligado a lo que nos da placer hacer”.
La vida terrenal, como varios de sus trabajos anteriores, surge bajo la idea de un “teatro mínimo”. El Elefante es una sala pequeña, casi de cámara, es por eso que su política de producción –que es su política de ser verdaderamente independientes– les hizo generar obras desde ese lugar: obras pequeñas donde la palabra es el centro de la escena con una búsqueda estética y temática singular. Tanto La vida terrenal como Asco se podrían pensar como obras existencialistas, de personajes solos y que son testigos de la vida ajena y “hasta de la propia”, dice Rodríguez y continúa: “Tanto el encargado de edificio en Asco, como ‘la chica’, interpretada por Verónica Hassan en La vida terrenal, son personajes que están corridos, como si fueran freaks sin serlo, y mantienen ambos un grado de comprensión del mundo que le es ajeno al rol social que podrían ocupar si vivieran entre nosotros”. Los textos nombrados de Loza se sitúan en un ámbito de tipo poético más que teatral y su mayor desafío fue para el director justamente descubrir la teatralidad: “Y dejando que se vea esa belleza poética y potente que tienen, pero no sobrecargarlos hasta volverlos demasiado aburridos o serios, ya que la escritura de Santiago está llena de un humor ácido, malo, enrarecido”.
El unipersonal interpretado con mucha solidez por la actriz Verónica Hassan está plagado de imágenes y de lugares conocidos por los que todos los terrestres, o mejor dicho, las terrestres, pasaron alguna vez en su vida: hitos por los que atraviesan las niñas en su infancia, las jóvenes en su adolescencia y las mujeres en su adultez. La vida terrenal pone el acento en la vida en la Tierra de una joven o bien la vida de una joven que cree no ser de la Tierra: una extraterrestre que espera una misión. Pero como en el teatro nada es blanco o negro, justamente la obra juega en ese límite. “De todas formas –cuenta Rodríguez–, el chiste, si es que hay un chiste, es ver o escuchar a una persona que dice no ser de la Tierra y en verdad cuenta cosas que sólo te pueden pasar en la Tierra; y trata a los ‘otros’, al público en este caso, como seres que no pueden comprenderla, pero nos cuenta cosas ordinarias en medio de una escenografía casi trucha, como si fuera su imaginación, una imaginación que no le dio para mucho más.”
En primer plano está el cuerpo de la joven en traje de baño que cuenta sus fragmentos extraordinarios en la Tierra. El rol del cuerpo es fundamental ya que es un cuerpo en conflicto, un cuerpo en tensión arrojado en un espacio. Su cuerpo es el gran protagonista. La escenografía de Mariana Tirantte produce con una excelente síntesis el espacio donde la joven contará al público –sin mediar cuarta pared– su transcurrir en este mundo. El director dice que el relato de la obra no es otra cosa que los fragmentos de una vida corta y que está: “Acompañado por ese cuerpo (la escenografía), que contiene a otro cuerpo (ella y su traje de baño) y a su vez, que contiene el cuerpo textual, la voz, el movimiento. Esa tridimensión arma a esa mujer, a esa niña, arma esas capas, de forma estética, teatral, de forma arbitraria, como un pulso que no se detiene; como el devenir mismo del relato que se irá construyendo sobre eso”. ¤
La vida terrenal. Viernes, 23 hs. Asco, Viernes, 21 hs. Elefante Club de Teatro. Soler 3964. Reservas al 4821-4425. $ 30.
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