Viernes, 10 de diciembre de 2010 | Hoy
PERFILES > FLORENCIA DE LA V
Por Flor Monfort
Ay, el jardín de la diversidad sexual, cuántas confusiones, fantasías ocultas y perversiones varias despierta en el lecho inconsciente de nuestras celebrities mediáticas. Pero claro, ellas representan a doña rosa y don josé, preguntan lo que todos en sus casas queremos saber, y se escudan, por tanto, en esa falsa premisa televisiva de que en nombre del público se puede decir cualquier cosa, y más aún, de que a una travesti se le puede interrogar sobre sus genitales, total, algo de pervertida debe tener.
El 19 de noviembre, Florencia dio un paso más en su vida y en la puesta a prueba de toda la fauna que observa, se indigna y opina sobre sus vaivenes de “hombre-mujer”, presentando un amparo para que su nombre, por el que la conocemos todos, quede impreso en su documento. Si cuando se casó con Pablo Goicochea en 2008 fue la “boda del año” y la aceptación sobre el ágape fue unánime (qué lindo es ver que la gente se quiere y se pone vestidos largos y puede festejar en el Alvear aun cuando tiene pito y tetas, parecían decir), ahora que Flor pidió el cambio de nombre ante la ley, nuestros reporteros más notables creen que le sacan punta al lápiz de sus méritos personales. Veamos.
Ya en el minuto cero de su carrera, Florencia tuvo que soportar que Mauro Viale le pregunte si tenía pito. Ella dijo, y luego repitió sin fastidiarse en cientos de entrevistas: “No me creo una mujer, yo soy una travesti”. Sin embargo, el mensaje tarda en llegar; tal vez por eso de que el medio es el mensaje, el genio de Luis Majul le preguntó por lo menos cuatro veces en los últimos años si pensaba en la posibilidad de un embarazo (y aquí vale la pregunta sobre quién queda más expuesto, si Flor y su genitalidad traviesa o el periodista y su imbecilidad evidente).
En ese juego de espejos que supone la tele representando a la masa, un panelista del programa AM aulló frente al amparo por el nombre. “Yo le preguntaría a Flor, ¿por qué no te operás?” La conductora Verónica Lozano le contestó: “Porque a ella le gusta así”, reduciendo ambos la fórmula sobre la psiquis de una travesti (o de todas, como si eso fuera posible) a “quiere ser mujer pero con pito y eso es imposible”. Más tarde, panelista miró a cámara e interpeló a la comediante “pero Flor, todo no se puede”. Y en eso de “querer todo” se sitúa, tal vez, tanto del malestar general frente a travestis, trans e intersex: el panelista de AM, que se vanagloria de su calidad de macho pistola, tal vez se pregunta secretamente por qué no tiene vagina, ya que le gustan tanto, Majul pregunta tanto sobre el embarazo porque puede estar obsesionado con la posibilidad de tener uno (o de tener algo adentro) y Mirtha puede, tan preocupada por la posible violación de padres gays a un hijo varón, fantasear frente al espejo sobre cómo será eso de tener tetas y pito en el mismo cuerpo. Lo mismo que nos preguntamos muchos, no está mal. Donde sí se abre una grieta peligrosa, es cuando toda esta gente linda de los medios se siente con el permiso, se figuran habilitados y poderosos en sus mesas de debate o de almuerzo, para decir, públicamente y sin sonrojarse, que el que está enfrente (la travesti más famosa del país en este caso) es un ser humano de segunda, al que se le puede interrogar sobre sus pelotas, sobre cómo coge o sobre si fantasea con un útero, en vez de preguntar sobre la posibilidad seria y clara de una adopción y el modelo de familia que esto supone, por ejemplo.
Lo que aquí está en juego ya no es si Flor de la V es un hombre o una mujer, porque ella misma asume, estoica como pocas, que no es ni una cosa ni la otra. Cuando lo fue a buscar a Luis Ventura a los estudios de América para cagarlo a trompadas, todos dijeron “pero claro, si es un tipo”, como si las mujeres no nos calentáramos y quisiéramos cagar a trompadas a más de uno. Lo interesante entonces es que acá se ponen en juego los estereotipos y las estigmatizaciones: las nenas se visten de rosa, hablan bajito y quieren ser mamis a cualquier precio y los varones son fortachones que nunca lloran y se quieren voltear a todas las nenas posibles. Y además les gusta que les cuelguen los huevos, porque los tienen bien puestos. Sobre esa pregunta, sobre qué es Flor de la V, y cómo integrar y aceptar lo diverso (sobre todo ahora, con una ley de matrimonio igualitario reglamentada y puesta en práctica) todavía tienen fiaca, o miedo, nuestros representantes del glamour, incluso Marcelo Tinelli cuando no se termina de tirar a la pileta que le propone Flavio Mendoza jugando a que son una pareja consumada.
La semana pasada, la Procuración General de la ciudad se opuso al fallo judicial que la había autorizado a cambiar la identidad en sus documentos y por el que estaba a punto de recibirlos en mano, tal como lo hizo Tania Luna el jueves 2 de diciembre. Sin embargo el trámite, autorizado por la jueza Elena Liberatori, sigue su curso, y Flor, cuando vuelva de un viaje que la lleva a Nueva York todos los diciembres, tendrá su DNI sin mediar mutilaciones ni interrogatorios policíacos. Otros y muchos más complejos casos hay en nuestro territorio pero éstos abren el juego sobre lo que tiene que pasar de aquí en más para que la pregunta sea cómo hacer para que todos y todas, estemos más cerca de tener los mismos derechos, y los nombres que queramos.
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