Viernes, 21 de enero de 2011 | Hoy
[IN CORPORE]
Máximo Ravenna encabeza en la Argentina la locomotora que le hace la cabeza a la gente –pero especialmente a las mujeres miradas microscópicamente en cada punción de cuerpo de su cuerpo– que comer es una adicción y que el no comer –con dietas híper restrictivas– es salud. Las dietas R: restrictivas, ravénnicas y rebotantes son el elixir de la exigencia de delgadez convertida no en deseo, en meta o en plan sino en exigencia, sufrimiento y venganza (cuando se vuelve a morder un choripán con más ansías que si nunca se hubiera dejado de morderlo).
Pero ante la avalancha de notas a este gurú de comer con platos tamaño casita de muñecas, la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) alertó que la difusión en los medios de comunicación de dietas para adelgazar “lejos de haber solucionado la epidemia de obesidad y enfermedades metabólicas alejó a la población del abordaje adecuado de este problema”.
Lo interesante de la crítica es que apunta a que la sobreinformación y ultra presión de un modelo único de mujer extradelgada y alejada del placer de la comida no genera mujeres (ni siquiera) más flacas, ni tampoco más saludables o con un peso razonable según el índice de masa corporal recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En cambio, la prohibición de no poder desear un churro en la playa o unas papas fritas en una picada genera la reacción del atracón. La violencia hecha carne por la exclusión de la carne.
“Las dietas ‘mágicas’ o de moda no sólo son riesgosas, sino que fracasan en mantener la pérdida de peso en el mediano y largo plazo y predisponen a ganar más kilos en el futuro. Por eso, es fundamental que los medios de comunicación colaboren en la difusión de mensajes nutricionales saludables realizados por entidades científicas y/o académicas para evitar la proliferación y validación de prácticas nutricionales con potenciales efectos adversos sobre la salud psicofísica”, avisa un comunicado de la SAN.
A diferencia de las dietas mágicas, rápidas y estrictísimas (que no permiten ni un bombón nunca jamás), los y las nutricionistas proponen “un programa saludable para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad con un compromiso a largo plazo; un plan de alimentación personalizado, balanceado, placentero, seguro, sostenible y con actividad física habitual cuyos objetivos vayan más allá de los números de la balanza, sino que apunten a prevenir la ganancia de peso, mejorar la salud física y/o mejorar las enfermedades relacionadas (diabetes, cardiovasculares y cáncer) y mejorar la salud emocional y psicológica de las personas”.
El equipo profesional que evaluó el impacto de la difusión de las dietas mágicas explicó que un plan alimentario saludable no debe poseer menos de 1200 calorías por día (como propone la dieta R con menos calorías que una manzana partida por Gerardo Sofovich), ya que si se está por debajo de ese índice se trata de una dieta extrema que tiene como objetivo la pérdida rápida de peso en corto tiempo, pero que impide mantenerse e, incluso, impulsa a que se engorde más cuando se abandona el plan de alimentación: el efecto rebote.
Pero no sólo las dietas mágicas no son efectivas. Además, la comida rápida (aunque sea lechuga fast food) pueden generar osteoporosis, litiasis vesicular, disminución de músculos, pérdida de masa ósea, trastornos alimentarios y arritmias cardíacas, entre otras secuelas. Aunque los/las expertos/as sí recomiendan reducir el tamaño de las porciones de alimentos y aumentar el consumo de vegetales y frutas.
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