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Dos años han pasado desde Plegaria del árbol negro, esa ceremonia fusión que –desde el altoparlante– fundía canción toba con música electrónica; desde la voz étnica de Charo Bogarín y el sinte, guitarra y programación de Diego Pérez, hoy el rezo se vuelve tributo a nombres de tierra que, sin pies de barro, llenan Los pasos labrados, nuevo LP de Tonolec, el dúo dinámico del electrofolklore local.

En su tercer disco de estudio, la banda oriunda del norte argentino revisita raíces varias para trenzar estados latentes (nostalgia, amor, memoria) bañados por una capa sonora que envuelve, sacude, late. Desde la búsqueda frondosa y arreglada, Bogarín y Pérez construyen una relectura en siete temas de composiciones (y compositores) latinoamericanos, donde el acento –una se animaría a arriesgar– no está puesto en modernizar clásicos o aggionar géneros: se trata, ante todo, de conectar las formas de decir. Tonolec traduce y, en el decir musiquero, enriquece; vuelve a la cédula madre, mezcla para conservar.

En la batidora conceptual, el lenguaje refuerza y –también– muta. No por nada el chamamé “Cacique Catán”, de Luis Mendoza y Tránsito Cocomarola, es cantado en lengua mocoví y “Cinco Siglos Igual”, de León Gieco, en toba. Completa el repertorio “Zamba para olvidar”, de Daniel Toro; “Duerme, duerme, negrito”, canción de cuna recopilada por Atahualpa Yupanqui en la frontera de Colombia y Venezuela, y “El cosechero”, de Ramón Ayala. Sin olvidar la bellísima “Qué he sacado con quererte”, de la chilena Violeta Parra, que da la bienvenida al disco con rotundos y sentidos “Ay, ay, ay”, de Bogarín, y preguntas de las buenas: “¿Qué he sacado con la luna que los dos miramos juntos? ¿Qué he sacado con los nombres estampados en el muro? Cómo cambia el calendario, cambia todo en este mundo. Ay, ay, ay...”. Ay.

Apartado especial amerita la canción última, “Indio Toba”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, donde Charo cede micrófono a la mujer qom Rosalía Patricio y la organicidad minimalista se abre camino, las expresiones se inundan. Joyita en plan trance con ¡dos versiones! Porque el disco incluye –a modo de bonus y en formato video– un track más “movido”, donde una Bogarín colorida hace de las suyas, mientras Pérez acompaña en guitarra, contenidos –ambos– por una base que no da respiro. “Es la América, es”, canta ella con los ojos bien abiertos (la voz también) y le impregna sello personalísimo, imposible.

Dedicado a la memoria de su padre Francisco Javier “Pancho” Bogarín, desaparecido en Clorinda, Formosa, en 1976, “guerrero de palabras, amante del folklore argentino”, y a su madre Dora Elena Bernadis, “ejemplo de vida y fortaleza para sus hijas”, el disco de la tataranieta del Cacique Guaraní Guayraré y de Diego Pérez es memoria de una historia colectiva que tiene en las hojas, el suelo y la tierra su ADN, en la canción popular.

Y el dúo lo sabe. No por nada, tiempo atrás, Charo compartió con Las12 una mini bio sobre el origen del grupo: “En 2001, con Diego teníamos una banda llamada Laboratorio Wab, con una particular manera de componer: a distancia. Ganamos un concurso de la señal MTV para editar un disco producido por Santaolalla (que no prosperó por el cimbronazo de la inflación y la crisis) y viajar. Estando afuera tuvimos una crisis personal, porque nos cayó la responsabilidad de mostrar la propia cultura y nuestra música no reflejaba eso. Así emprendimos lo que queríamos hacer: cruzar la música originaria, los ritmos nuestros. Era una invitación a compartir una ceremonia”. Casi una década más tarde, la promesa goza de buena salud: tres discos y formas, fondos, lenguajes que continúan nutriéndose sin bastardearse.