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Viernes, 13 de enero de 2012

VIOLENCIAS

Cuerpos que hablan

En la escalada de casos de violencia machista que se visibilizan en los medios todos los días y cada vez con mayor seguimiento, el de Silvia Prigent aparece como una maraña difícil de desatar, pero capaz de hacer hablar a un cuerpo en nombre de tantos otros. La especialista Violeta Correa traza un paralelo con los femicidios de Nora Dalmasso y Rosana Galiano, donde se santifica o se condena a las mujeres pero se calla la violencia preexistente y el mapa disciplinador trazado sobre ellas y sus entornos.

 Por Roxana Sandá

La docente Silvia Prigent murió arrodillada en un descampado de Escobar, con dos disparos calibre 38 en la cabeza, acorralada por acaso tres personas y por la sensación de que lo siniestro no podía estar ocurriéndole tan sólo a ella, 48 horas antes del brindis de fin de año, precisamente donde los camiones recolectores de basura de su marido, el empresario Daniel Sfeir, están sospechados de realizar descargas ilegales. Como en los casos de María Marta García Belsunce, Nora Dalmasso, Morena Pearson, y aun en el de Rosana Edith Galliano, el homicidio de Prigent abre más interrogantes que certezas. Crimen por encargo, matrimonio en corrosión con fuertes disputas por un dinero en ronda, una advertencia al viudo desde algún competidor del rubro, pasando por el intendente de Tigre, Sergio Massa, que deploró la actitud “poco activa” de Sfeir en la investigación por el destino de su esposa. La investigadora Violeta Correa, directora del Programa de Políticas Públicas y Género de la Universidad Nación de Lanús (UNLA) considera que “por sus características, es posible que se trate de un crimen de corte mafioso. De cualquier manera, hay un mensaje que fue escrito sobre el cuerpo de esa mujer. Un cuerpo que fue baleado, destrozado por la descomposición, convertido en basura, paradójicamente el material que trabaja su marido, y arrojado a un basural. Esas asociaciones nos están queriendo decir algo”.

Correa cita a la antropóloga Rita Segato cuando sostiene que “es a través de la agresión a una mujer que se agrede a un antagonista. Pero tendremos que esperar para saber si en este caso la antagonista era la propia víctima. Además, la ejecución de Silvia Prigent no parece estar asociada a la violencia patriarcal y el mundo en el que circulaba el matrimonio es un escenario como San Fernando, de pueblo amigable”.

¿Ante qué escena estamos?

–Ante una marcada por intereses relacionados con un control en el manejo de la autoridad y el poder.

¿Por qué considera que podría tratarse de un crimen de corte mafioso?

–Por lo menos, de muchos elementos cruzados: la familia de la víctima apunta al viudo; éste a su vez a un adversario del gremio donde se desempeña. También se habla de crimen por encargo. Como primera hipótesis, parecería un conflicto entre gente de poder. La otra pregunta es por qué este desenlace pisando una fecha tan simbólica como el 31 de diciembre, sobre fin de año.

¿Encuentra puntos de contacto con otros sonados asesinatos de mujeres, como los de Dalmasso, Belsunce, Pearson y Galliano?

–Este caso convoca a otros que fueron planeados para matar desde el comienzo, y aquí traigo de nuevo a Segato, una de las grandes referentes en la temática. Ella dice que la ejecución es un lenguaje y un mensaje de poder y de manejo del cuerpo de esa víctima. Pero el mensaje también traduce las posiciones desiguales en las relaciones de género, que quedan expuestas en la esfera pública.

El hallazgo del cadáver de Prigent causó una gran conmoción entre sus compañeras de la escuela donde trabajaba, los alumnos y sus vecinos.

–Me llamó la atención que desde las primeras horas de su desaparición, se salió a hablar muy rápidamente de su bondad, de que era un ángel, de que siempre se la veía sonriendo; te la cruzabas y saludaba. Muchas voces endilgándole una condición cuasi benéfica, y esas apreciaciones suelen hacerse sobre personas que cargan grandes sufrimientos. Entre una santa y alguien que sufre existe un componente de cierta cercanía. Por la contraria, a Nora Dalmasso se la llenó de “impurezas” a la hora de explicar su asesinato.

En el caso del adolescente de Pergamino que cayó de un sexto piso y habría sido empujado por su suegro, hasta hoy son determinantes las declaraciones de dos vecinas del edificio. ¿La Justicia debería aumentar el foco en el discurso del entorno de las víctimas?

–La gente sabe cosas y es consciente de lo que sucede, pero no tiene mecanismos para intervenir. Los vecinos del hombre que días atrás asesinó a su pareja en un departamento porteño y luego se suicidó declararon a los medios, y seguramente a la policía, que conocían las situaciones de violencia, que oían discusiones y golpes frecuentes. Es preciso escuchar con atención las diferentes voces, porque muchas veces son esos testimonios los que nos llevan a los responsables de un hecho. Lamentablemente, la visibilidad más descarnada de las violencias contra las mujeres la siguen proyectando sus propios cuerpos, asesinados en algunos casos, quemados o torturados en las que aún siguen vivas.

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