MODA
El book de los diseñadores contemporáneos
Dirigida y coordinada por loseditores de la revista británica ID, una enciclopedia de moda contemporánea fue recientemente editada por Taschen. En ella, el quién es quién recorre los nombres más célebres y previsibles, pero también pasa por casi ignotos estilistas cuidadosamente seleccionados.
Por Victoria Lescano
Se trata de un compilado de diseñadores bautizado Fashion Now, incluye los últimos nombres, los que están financiados por supergrupos y los que no saben si van a poder hacer una nueva colección. La editorial Taschen encargó este libro al equipo de la revista inglesa ID. Los 150 diseñadores seleccionados fueron sometidos al mismo interrogatorio. “¿Cuál es la pieza favorita de sus colecciones? ¿Cuáles son los diseños más representativos de su estilo? Defina a la belleza. ¿Acaso la moda puede tener ambiciones políticas? ¿En su trabajo importa más el proceso o el producto?”
Las respuestas fueron tan variadas como los estilos de quienes las enunciaron: de Donna Karan, Miuccia Prada, Silvia Venturini para Fendi, Alberta Ferreti, Vivienne Westwood, Sonia Rykiel, Yohji Yamamoto, Jean Paul Gaultier, Paul Smith; pero también Marc Jacobs, Sophia Kokolosaki Hussein Chalayan, Jeremy Scott, Martin Margiela. Así, mientras Hussein Chalayan, uno de los últimos conceptuales –llegó a enterrar su primera colección en el jardín de su casa durante un año para reflexionar sobre los resultados–, expresa que “en realidad no estoy interesado en la moda”, Vivienne Westwood, desliza: “Ahora que todo fue hecho, resulta muy difícil ser avant garde”, y Giorgio Armani lanza dardos hacia los extravagantes “porque mi búsqueda se centra en una nueva elegancia, mi misión no es nada fácil porque la mayoría de la gente quiere llamar la atención y recurre a lo que yo llamo moda explosiva, pero esas explosiones duran poco y sólo dejan cenizas”.
Jean Paul Gaultier reconoce como su mayor influencia en su obra un espectáculo del Folies Bergere que vio en su infancia: “En la escuela me sentía rechazado, pasaba mucho tiempo solo, dibujando, hasta que a los siete años un día vi a esas bailarinas en televisión con sus plumas y sus medias de red. Al día siguiente las dibujé en el colegio; aunque la maestra me castigó, los demás chicos se rieron y de repente me volví popular”.
Roberto Cavalli, autor de texturas muy barrocas, revela que el disparador de su ingreso a la moda fue la ambición por el dinero (“quería vengarme de los padres de mis novias que me consideraron un mal partido”). Hedi Slimane, quien se formó en historia del arte y actualmente hace la celebradísima colección masculina de Christian Dior, sostiene su filosofía de diseño en “una búsqueda para que los hombres evolucionen hacia una estética más sofisticada, una masculinidad inédita”, y también declara no estar interesado en los efectos cosméticos de la moda.
Alexander McQueen, además de exhibir su nueva delgadez posando en algún paraíso vestido con short de baño, desliza: “Para crear, recurro a todo lo que la gente esconde en sus mentes, la guerra, la religión y el sexo, y los obligo a repensarlos”. Otro enfant terrible –aunque nacido en Los Angeles– llamado Rick Owens, resume: “Malos hábitos, de eso se trata mi ropa”. El mismo esquema de reportaje que se reproduce en 500 páginas remite a los primeros ejemplares de la revista inglesa que Jones fundó a comienzos de los ‘80, cuando abandonó su trabajo como director creativo de Vogue y Harper’s Bazaar para crear una publicación que reflejara el espíritu de las nuevas manifestaciones de los clubes y las calles londinenses (al extremo que, en sintonía con la estética punk, las primeras ediciones fueran pegadas con abrochadoras y saboteadas por los distribuidores de quioscos). Allí, Jones instauró un formato de reportaje con fotografías casuales a personajes anónimos que transitaban las calles de Londres.
Fashion Now traslada ese esquema y además lo ornamenta con campañas oficiales de las supermarcas y producciones de moda de los estilistas y fotógrafos de avanzada que habitualmente colaboran para la publicación.Consultado sobre moda y política, Christian Lacroix revela: “Me gustaría expresar mucha más violencia en mi trabajo, me da mucha furia ver toda esta globalización”. También reconoce como influencia en su obra a su esposa Françoise: “De no haberla conocido a ella seguramente estaría en el sur de Francia comiendo queso de cabra, porque antes yo era vago y tímido, y ella me dio mucha confianza”.
El manifiesto más breve corresponde al siempre modernísimo Karl Lägerlfeld, quien dispara: “No quiero ser mi propio souvenir ni un icono de los ‘60. No pertenezco a ninguna generación y no soy parte de ningún grupo. Soy totalmente libre y ahí está el secreto de mi supervivencia”. La sintética biografía agrega que pasó por Pierre Balmain, Fendi, Chloé y desde 1983, además de fundar su firma, dirige la casa Chanel; fotografía sus propias campañas y es dueño de una galería de arte con librería incluida.
Este libro de consulta incluye también a los que nunca estudiaron moda y además son considerados revolucionarios: tales son los casos de Raf Simon, un belga graduado en diseño industrial que pasó por Wild and Lethal Trash y crea indumentaria masculina con citas a colegiales ingleses, el gótico y la cultura joven. O Nicholas Ghesquiere, quien a los 26 años fue designado diseñador de la casa Balenciaga.
El listado de artistas que incursionan en la moda está representado por la marca Bless (la formaron Desiree Heiss y Ines Kaag, una austríaca y una alemana que hacen colaboraciones experimentales y reinventan objetos en colecciones limitadas (cepillos de pelo, joyas, zapatillas), As Four –fundada por cuatro amigos de distintas etnias que hacen pantalones de caucho con escamas– y Tara Subkowf, de Imitation of Christ, una marca que rescata piezas vintage y las desfila en funerarias, admite: “No soy diseñadora”.
Mientras Rei Kawakubo, célebre fundadora de Commes de Garçons, se castiga diciendo que “aún no he dado todo lo que puedo”, en las páginas de Fashion Now hay espacio para sus protegidos. En tanto el joven Jun Takahashi, diseñador de la marca Undercover, posa con gafas 3D y se contradice diciendo que “mi filosofía combina paz y anarquía”, Junya Watanabe –mano derecha de Rei y autor de una marca propia– confiesa: “Me gusta rodearme de un equipo de mujeres muy críticas, porque si dejo de exigirme, ellas me lo hacen notar, y eso me encanta”.
Sobre las presencias latinoamericanas vale destacar al francoargentino Gaspard Yurkievich (él dice que se inspira en el guardarropas de su hermana mayor); María Cornejo, una chilena hija de exiliados en Nueva York admite que “me inspiro en los que usan las ropas equivocadas”; y Alexandre Herchcovith, estrella del diseño brasileño que cita el folklore religioso, admite que los grandes problemas del proceso de diseño radican en “llegar a pagar las cuentas a tiempo”.
El libro incluye además apéndices de las capitales de la moda. Hace foco en elCentral Saint Martin’s de Londres, el Bunka Fashion College de Japón, la Academia textil de Moscú y el Instituto Europo di Design de Milán o el Momu, nuevo museo de moda belga, pero también funciona como guía del ocio.
Su listado de hot spots incluye un bar de Japón con fotocopiadora, otro con aspecto de dormitorio, una tienda de Berlín especializada en zapatos con taco aguja de todas las épocas y otra que vende ropa usada por peso -a 6 dólares el kilo y no importan las marcas– o un bar de Nueva York en el que acostumbran llevar a los clientes que se exceden en copas hasta sus casas en un helicóptero. Todos artificios de la vida mundana que también hacen a la moda.
Entre los documentos de personajes de las primeras filas de desfiles posan la italiana Anna Piaggi con algún sombrero de su excéntrica colección y la otra Ana, Wintour, editora del Vogue americano, siempre impecable con su corte garçonne; Bianca Jagger o Paul McCartney, mientras asiste a algún desfile de su hija Stella. Todas las cámaras los observan –ellos fingen que lo ignoran–. Y como gag, la última imagen del vasto documento de la moda contemporánea ofrece un mapa con los espacios que en los shows de moda se asigna a las cámaras de televisión. Fashion Files, Ugo, Claire e Uk, Maison, E! Entertainment aparecen escritos a mano, con estética de graffiti, muy desprolijos, fragmentos de cintas de embalar y colillas de cigarrillos, señales del final de la puesta en escena.