Viernes, 26 de octubre de 2012 | Hoy
EL MEGAFONO
Por Ana Laura Lopez *
No hay relaciones de poder sin resistencia: allí donde se ejerce uno, se identifica la otra.
Palabras más, palabras menos, este ya iconizado axioma de Michel Foucault asume una relevancia y vigencia especial cuando producciones colectivas como La Astilla, una revista realizada por alumnos de la Escuela Media Nº 7 Agustín Tosco, que funciona en la Unidad Penal Nº39 de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, se (nos) clavan en la sensación de sometimiento que produce el poder penitenciario desde su seno y hacia la sociedad en forma extensiva.
Poder penitenciario que se ejerce y renueva a través de variadas tecnologías de gobierno, ya sea violencia física directa (esa que humilla, doblega, tortura, marca y destroza los cuerpos) así como las otras violencias, las del sometimiento psíquico y simbólico, las de la degradación subjetiva y social, las de la aceptación y naturalización de ser incluido en el padrón de las vidas desechables. Tecnologías siempre múltiples y yuxtapuestas, que coexisten con otras técnicas de promoción de violencia y del fomento de la ruptura de los lazos de solidaridad y cooperación.
Por eso decimos que la cárcel es una maquinaria política que produce subjetividades degradadas. Hay que repetirlo: la cárcel no fue, no es y no podrá ser modelo. De nada. Eso es mitología para los manuales y seminarios institucionales.
Para los y las personas detenidas, presas de un sistema basado en la crueldad, la cárcel siempre es otra cosa. En la cárcel se sobrevive a la degradación. En la cárcel se tolera el dolor, se metabolizan las violencias, se intenta aprender a vivir en libertad a pesar del encierro.
Pero como a todo acto de poder se le impone un acto de resistencia, la producción colectiva florece en periodismo crítico y reflexivo, en una astilla que acaso como partícula de resistencia subjetiva se incrusta tenazmente en esas relaciones de fuerza, diciendo lo que no se dice, haciendo visible lo que no se quiere ver. Desde Ituzaingó una nueva astilla nos recorre y se hace ver, como punta de lanza, porque ya se clavó extendiendo esas preguntas incómodas y necesarias, esas preguntas que apuntan a otros sentidos. Y que tampoco no son modelo. Y no son modelo porque escapan a las prescripciones y se preguntan, y nos preguntan, sobre esos destinos, sobre esa naturalización de los engranajes sociales del poder.
Sólo resta acompañar el agudo rugido de esas voces, la ronda de esas subjetividades, y lo que logran: el imprescindible arte colectivo de disputar la lucha por los sentidos mientras se sobrevive al dolor, desde su propio seno.
Bienvenido el duelo de las astillas: siempre nos hacen falta.
* Socióloga. Integrante del Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos (GESPyDH) del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Participó de la presentación de la quinta edición de La Astilla, que se realizó en el Centro Cultural de la Cooperación junto a alumnos y docentes de la Escuela Agustín Tosco que funciona en la cárcel de Ituzaingó.
Más información: http://www.facebook.com/RevistaLaAstilla
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