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Al comienzo del primer capítulo de Babylon, un cura se asoma al campanario de una iglesia con un rifle, lo dirige con precisión a la cabeza de una mamá que en el banco de una plaza vecina sostiene sobre la falda a su hijito de no más de un año, y dispara. La mujer muere al instante, con una caída violenta de la cabeza hacia atrás, y el bebé rompe en llanto. Al rato la policía rodea el lugar y empieza a trabajar en la escena del crimen; uno de los policías convocados es el fiscal Frank Vitelli (Federico Olivera), hijo del legendario Cosmo Vitelli y protagonista de este policial negro, que conversa con el agente Clay (Luis Luque) y le pregunta si el hijo de la mujer no vio nada que sirva para dilucidar el crimen. Clay, irónico, comenta que el hijo no parece muy dispuesto a hablar y le señala al bebé, recién convertido en huérfano. Los dos se ríen. Con esa nota de brutalidad –y de fidelidad a un género desde siempre despiadado– se inauguró este unitario, que a lo largo de cada uno de sus 13 capítulos va a plantear un crimen a resolver, situado en esta misma Buenos Aires filmada en blanco y negro, a la que la estética y los códigos del film noir pretenden darle también algo del espíritu salvaje y turbio que caracteriza al género, que acá no se retoma directamente desde el cine sino mediado por la historieta y con un tono más ligero.

De hecho, en la introducción de la serie se cuenta con dibujos –y con el clásico relato en off del noir puesto en la voz de Frank Vitelli– cómo en nuestro país, después de la dictadura, se constituyó en la policía una fuerza especial para combatir el delito, comandada por Cosmo Vitelli, “hombre de la democracia, incorruptible, temido por los malvivientes”, según recuerda muchos años después su propio hijo. Otro integrante de esa fuerza es el ya retirado Lauro Das Pedras (Norman Briski), dueño del cabaret que da nombre a la serie y que a veces, con el cuello del sobretodo tan levantado como lo llevaba Bogart en películas como El Halcón Maltés, pero algún escarbadiente ocasional en la boca, ayuda a la policía a resolver los crímenes más enigmáticos. Briski da perfectamente con el tono un poco decadente pero querible que necesita su personaje, y junto con la belleza de la Tanita (Martina Gusmán), que regentea el cabaret, ofrece el costado más atractivo y convincente de Babylon en un local que se muestra, en colores y con luces fuertes de neón, como la parte más viva de una ciudad llena de contradicciones, donde la Justicia es algo gris (además en ese club lo que suena es el jazz, que por momentos estará a cargo de músicos de la talla de Javier Malosetti y Adrián Iaies).

Dirigida por Gastón Portal (que también la escribió junto con Alberto Muñoz y Javier Castro Albano), Babylon es una de las ganadoras del concurso del Consejo Interuniversitario Nacional impulsado por el Ministerio de Planificación de la Nación; en eso y en contar con un elenco promisorio que incluye también a Santiago Pedrero y John McInerny (el cálido loser de El último Elvis) se concentra la buena estrella de la tira, que por otra parte tiene que vérselas con una franja horaria algo complicada. Babylon también es hábil para imprimir a sus planos la sensación de un mundo de historietas y al mismo tiempo se entrega a la atmósfera opresiva del noir (acá adaptado por momentos a un tono de comedia) con entusiasmo. Aunque no deja de hacer algo de ruido la decisión de representar el retorno de la democracia (plasmado en la memoria colectiva con aires primaverales) desde ese código, que por momentos da la sensación de un esteticismo poco sólido: después de todo, el noir nunca fue solamente un modo de llenar las calles de niebla y de siluetas amenazantes que persigue un detective en el silencio de la noche sino, ante todo, de mostrar desde la distorsión un mundo en crisis.

Babylon se emite los domingos a las 22, por Canal 9.