Viernes, 7 de diciembre de 2012 | Hoy
MUSICA
Entre manzanas verdes y guiños de ciudad, se pasea el imaginario de María Pien, una joven cantautora de 26 años.
Por Guadalupe Treibel
Cuenta esta porteña declarada –que digna llamarse “bruja” y asume un cariño de sobrina (ficcional) por Frida Kahlo– que las canciones que pasan la prueba de fuego logran su lugar en el “cuaderno prolijo”. Birome en mano, la cantautora María Pien repasa trazo sobre trazo, acomoda y regala a sus composiciones una cualidad de bitácora: la hora, el lugar y el día en que vieron la luz; misma cualidad que registra en el preciosista libro que acompaña su álbum debut, La vuelta manzana (2012). Así, vía arte de disco, se conocerá, a saber: que el tema “Río Rivadavia” se subió a la corriente en noviembre de 2008, en Almagro; que “Aloe” asumió sus benéficas propiedades de letra un año más tarde, esta vez en Once, Balvanera; que “Hace frío” comenzó a tiritar en enero de 2008, en Manhattan, entre otros partos y nacimientos resonantes.
“Yo registro así; es mi manera”, explica y, de momento, recuerda que escribe casi cotidianamente, que le gusta llevar diarios, que abrió blogs de poesías y los cerró y los volvió a abrir y volvió a cerrar; que ahora tiene un blog donde anota, por ejemplo, que escribe “porque la palabra escrita pesa”. “Es refrescante ver a alguien que reconoce el valor de las palabras”, dirá la cronista. “Esa es mi agua. Ahí es donde nado más tranquila”, replicará ella sobre el placer inmenso de leer y escribir.
Placer que ella traducirá en forma de “Agradecimientos” y se podrá ver como ecléctica influencia de su cancionero intimista. Porque además de mencionar a Joni Mitchell, Karen Carpenter, Mama Cass, Maria Callas, Suma Paz, Regina Spektor o Edith Piaf como mujeres que la inspiran, Pien extenderá las gracias a exponentes con pluma como la –siempre– bienvenida Clarice Lispector o la poetisa y activista Audre Lorde. Y, por qué no, a personajes ficcionales como Josephine March, Mafalda, Pippi Longstocking... Para referencias de carne y hueso, una más: Allen Ginsberg, autor que fue a parar a su canción por el azar de las circunstancias.
Es que en su track seis, “Aloe”, María toma prestada (y se apropia, en el mejor de los sentidos) del final de “An Eastern Ballad”, del poeta beat, al que vuelve estrofa y al que entona amorosamente al son de “I never dreamed the sea so deep / The earth so dark; so long my sleep, / I have become another child. / I wake to see the world go wild”, amén de la palabra escrita, exquisitamente dicha. “Fue bastante fortuito. A mitad de componer la canción, me llamó buscar sus Obras Completas porque había algo resonante; abrí azarosamente y usé los primeros versos que encontré”, recuerda la muchacha que dice sentirse muy atraída por el elemento azar. Y por el elemento descarte. “Soy una basurera musical. A veces, en vez de descartar algo por raro o amorfo, lo incorporo, dejo que salga, le doy su desarrollo. En eso trabajo ahora: en buscar entre los escombros, cartonear, afinar la crítica para que sirva y ser una (auto) crítica menos implacable”, resumen sobre su acta de intenciones.
Como fuera, a lo largo de una docena de tracks iniciáticos (de una promisoria carrera, se augura), la autoproclamada “curiosa profesional” se pasea por historias mínimas donde sobran frutos, ríos, té con miel, sirenas y... colectivos. Con espíritu lúdico y un cuidado armamento arreglístico, Pien saca a pasear su imaginario por el folk y pop, la música popular, hasta el tango, siempre nutrida del nervio porteño, el gesto de metrópolis, los ruidos de avenida. Y, si se filtra, algún pajarito picarón que haga, las veces, de coro.
Como en “Pasará”, el track siete, cuya guitarra María grabó en un cuarto sin sonorizar del estudio del productor –Diego Rolón (quien había trabajado con Liliana Herrero, Arbolito, entre otros)–, en La Plata. “En un momento instrumental, apareció un bicho feo y mandó unos cantos. Le pintó intervenir; no fue insert”, recuerda sobre la irrupción “natural” que se hizo presente en su vuelta de manzana. Menos Pachamama hay en el track number one, el ya mencionado “Río Rivadavia” que, además de contar con el aporte vocal de Antonio Birabent, suma ruiditos de calle Corrientes. Que viva la ciudad.
Nacida en Almagro en 1986, la otrora estudiante de Profesorado de Francés lleva años en la canción. De chica, sacaba temas de Caetano en un pianito de juguete; después, conservatorio y temas de Sui Generis en guitarra. Más tarde, un paseo por el canto lírico (“llegó a ser un norte entrar en el Colón”) y una pequeñísima pasada por la comedia musical (“probé cinco minutos”), bandas de juventud –como el grupo de inspirado nombre “Barbarellas”– y otros etcéteras.
En el plano personal, un viaje definitorio: de 2007 a 2008, Pien vivió en Estados Unidos, becada por el Bowdoin College como asistente de cátedra del laboratorio de idiomas. Con sede en un pueblito de diez mil habitantes donde los bocinazos nocturnos brillaron por su ausencia (“fue un shock”), María aprovechó la cursada paga para estudiar música, grabación, historia del jazz, poesía afroamericana, ensambles de mbiras, percusión africana. Compró un abono para la Opera de Nueva York, a siete horas de viaje. Hizo yoga. Leyó mucho. Compuso mucho. Encontró “una de sus voces”, revalorizando gestos cotidianos de Buenos Aires. Extrañó mucho (“con la u muy larga”) y se volvió.
Con los pies en su ciudad, llamó a Rolón y comenzó a gestar La vuelta manzana, un disco amoroso y sincero donde la voz aterciopelada recorre pasajes que son anécdotas de la gran ciudad.
¿Cómo te llevás con el amplio género “templadista”, con el que se suele asociar tus canciones y que tiene como referentes a Jorge Drexler y Lisandro Aristimuño, entre otros?
–Es mi primer disco. Trato de no ser taxativa porque me gusta pensar que con este disquito no dije todo. Hay muchas aristas inexploradas aún. Si alguien me va a poner un mote, que lo haga en 30 años, que ocurra ahora me apabulla. Si quisiera agarrar una bandera, sería la de la transformación y la experimentación. ¡Y la porteñidad!
La banda que suele acompañarte en vivo se llama The Green Manzanas; tu disco, La vuelta manzana; uno de los temas del repertorio, “Fruto prohibido”. ¿Qué se esconde detrás del guiño recurrente?
–Una preferencia importante por la fruta (se ríe). En verdad, hay temáticas recurrentes (manzanas, animales, hormigas) que habilitan un juego, porque hay mucho de lúdico en mi quehacer de canciones. Digamos que me divierto barato y que veo la canción como un cuentito, con personajes que vuelven de una historia a otra; con elementos que, después de un tiempo, regresan porque tienen alguno nuevo por manifestar. El título –La vuelta manzana– busca aunar la idea de viaje y de recorrida por mi propio universo: ir y volver de un lugar físico a otra posición geográfica influye en la creación.
María Pien seguirá presentando La vuelta manzana el jueves 13 de diciembre a las 20.30, en Vuela el Pez, Av. Córdoba 4379. El domingo 16 de diciembre a las 20 tocará en C’est la vie (55 e/ 4 y 5, nº 458, La Plata).
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