Viernes, 11 de enero de 2013 | Hoy
BALANCES En 2012, la comunidad europea tuvo suerte y le inventaron un Nobel, pero no cualquiera, sino el de la Paz. Entre los argumentos para la adjudicación, el comité señaló que premiaba la contribución de la Unión Europea “al avance de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa” y a la transformación de “un continente de guerra en un continente de paz”. Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, recibió el galardón y declaró, sin pestañear: “Funcionó. La paz es una realidad”. La pregunta es qué significa paz y para quién “funcionó”.
Por Ana Valentina Benjamin
La Unión Europea –y parece que ése es su Big Hit– no ha generado una tercera guerra mundial, pero ha colaborado generosamente en guerritas fuera de casa, como miembro de la OTAN. También ha aportado su granito pacificador con pirotecnia específica: el Premio Nobel de la Paz otorgado el 12 de octubre del año que se fue subraya que Francia y Alemania, los “enemigos históricos”, han logrado convertirse en close partners. Habría que repasar también el concepto de “partner”. ¿Será la venta de armas lo que los hermana? Según Amnesty International, Francia y Alemania ocupan los puestos tercero y cuarto de la clasificación mundial en cuanto al valor de sus exportaciones en armas convencionales.
El comité aclara (y oscurece) que es consciente de la crisis, pero aun así subraya el “éxito de la lucha por la paz y la reconciliación...”. Inaudito, sobre todo para quienes vivimos en Europa. ¿Qué tiene de laudable que la UE luche por salir de una catástrofe que ella misma ha generado? Reparar lo que uno ha destrozado no es un mérito. Y por cierto, lucha que pagan los más afectados, como en el caso del gobierno español, que pide rescate para sus bancos mientras desahucia a quienes no pueden pagar la estafa de las hipotecas bancarias.
En el sector Guerra Sin Armas existen otros muchos hechos inventados por la realidad, algunos de ellos:
* El repunte del desempleo, la reducción de salarios, los recortes presupuestarios y sociales, entre otros. Según Unicef, ya hay más de dos millones de niños debajo del nivel de pobreza. El año pasado, según fuentes de la embajada argentina en Berlín, 15 mil españoles al mes emigraron a este país.
* En la Europa del Nobel de la Paz, el 20 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Las protestas sociales masivas que la han sacudido en los últimos dos años no tienen precedente.
* El premio también aplaude “la expansión de la democracia a los países del Este”. Sí, en el hall principal, la UE invita a los hermanos desafortunados del Este a unirse a ellos; en la trastienda, se cocinan otros pensamientos. Los países más afectados, como Grecia, detestan a su hada madrina germana. Merkel ahorca a Grecia con su “política de austeridad” y hasta hoy no ha pagado su deuda con los griegos por las masacres de la Segunda Guerra Mundial. Los países menos afectados por la crisis, en el íntimo cenáculo de sus pensamientos, no pueden aceptar que Alemania, después de haber cometido la mayor masacre europea, se haya convertido en el motor económico y decida sus destinos.
Más nobles datos. En varios países del Vetusto Continente los grupos neonazis están en ascenso. En Alemania, en los últimos diez años, la célula fascista Zwickau asesinó a diez extranjeros. Los informes señalan a la policía y los servicios secretos alemanes como cómplices.
* La UE puja por que América latina abra sus puertas, pero no por amor al turismo, sino porque sus empresas, quizá aburridas de la perfección del primer mundo, quieren ingresar en el jugoso negocio de la imperfección tercermundista.
A nivel intestinal, en el plano de las pequeñas delicias de la vida cotidiana, también la realidad se ensaña con la exitosa UE. En su motorcito, brillan perlitas en Derechos de la Mujer, algunas de ellas:
* Muchos países latinoamericanos trabajan hace años en una legislación que impulse la desvinculación irreversible de las mujeres de sus golpeadores (Ejemplo: Argentina y su Ley del Advenimiento). En Alemania, el requisito de una prestación social exige a mujeres que han sufrido violencia doméstica la reconstrucción del vínculo con sus abusadores. En la misma línea (in)evolutiva, una mujer extranjera que denuncia por malos tratos a su marido alemán debe permanecer con él al menos tres años; de lo contrario, pierde su ciudadanía.
Finalmente, en un acto más de locución protocolar que de espontánea honestidad, Angela Merkel admite la situación crítica y pide dirigirse hacia una mayor integración política. Traducción DeutschSpanish: integración = sumisión incondicional; pide “solidaridad a cambio de solidez”, transacción de plano imposible. En Europa, en general, y en los países poderosos como Alemania, en particular, no existe el concepto de solidaridad al modo que lo entiende la mayoría de los sensibles mortales. El motor de Europa necesita gasolina también a largo plazo y por ello debe asegurarse que ese acto de dar vuelva; la solidaridad, entonces, no tiene una base humanitaria sino económica. Si se brinda ayuda, es sólo porque las cuentas cierran. El Estado es un ente paternalista que todo lo provee (a precio altísimo, como un maltratador que mantiene las cuentas de su hogar pero también mantiene los golpes); ergo, no se acostumbra poner el cuerpo por otras causas que no sean las más próximas en tiempo y espacio.
Por supuesto que mucho peor que los españoles desempleados están los africanos del Norte que se lanzan desesperados al mar para intentar llegar a la península, y naturalmente que los derechos de la UE son un edén en comparación con los derechos literalmente acuchillados de las mujeres afganas. Pero aquí no se discute el nivel de gravedad de los derechos violados sino la idea que de sí mismos tienen quienes los violan.
¿El Nobel premia al predador que se reconstituye, que es “menos peor” que antes? Curioso, porque ni siquiera existe un profundo ejercicio de reparación, que implica revisión de lo cometido; el ex guerrero sólo busca su repunte en aras del propio y exclusivo beneficio. No hay en esa “rehabilitación” ningún vínculo con la búsqueda de la paz o alguna dosis de altruismo, que es lo que tienen los verdaderos militantes por la paz. Los actos de pacificación, la auténtica solidaridad, exige desviar la mirada del propio ombligo y considerar otras barrigas. Es un ejercicio que la Unión Europea nunca ha hecho en profundidad. Por eso, aunque el entorno esté desnudo y desgarrado, acepta sin pudor el galardón y se viste de fiesta.
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