Viernes, 11 de enero de 2013 | Hoy
ARTE
Con el nervio puesto en la importancia de la memoria y una factura que se celebra en la belleza del neón, Dolores Cáceres planta literalmente su obra en un balneario fashion, sin perder de vista los múltiples sentidos que allí se abren para pensar el conjunto de su actividad como artista.
Por Cristina Civale
Dolores Cáceres, autobautizada Dolores de Argentina, podría ser considerada una exhibicionista. En el buen sentido. Cualquier artista, claro, exhibe su obra, pero a ella le va superexhibirla en la mejor de las acepciones. Aplica eso que se llama “arte público”, un arte que se instala en paredes de cualquier tipo de espacio que pueda ser apreciado por un ciudadano de a pie y allí planta su obra. El “planta” en este momento no es una palabra casual ya que su creación más reciente se llama Enamorada del muro y da cuenta del crecimiento paulatino de una enredadera (ficcionalizada a través de neones blanco hielo) en la pared de una galería de Punta del Este. En esa zona de La Barra que pretende convertirse en un pequeño art district, Dolores fue convocada por el arquitecto argentino Diego Montero en su nuevo estudio, Estudio de Arquitectura de Diego Montero y Tres Mundos, la tienda de diseño de Montero / SanJurjo, para montar una instalación con el material de sus últimos trabajos: el neón. Así creó una enredadera que se alza desde el piso, tal como las verdaderas plantas así llamadas, y se alza creciendo casi hasta el cielo. Nos dice Dolores: “No todas las plantas pueden agarrarse de una pared y enamorarse. Solo algunas tienen esa virtud. Esta pieza es un recurso que tomo de la ampelopsis, una planta enredadera que sube adhiriéndose a la pared, que en otoño cambia de color y queda sin hojas, para retomar en primavera. Esa frecuencia es la que busqué en esta pieza de neón blanco. Busqué poetizar un material hierático y frío de naturaleza industrial y darle un crecimiento que en términos de arte contemporáneo se traduce en un work in progress”. En efecto, la obra sigue los tiempos de las estaciones y va creciendo según ellas y se marchitará este otoño porque la autora lo decide. Las luces se apagarán y el amor al muro dejará de serlo.
En el estudio de Montero, Dolores encontró una torre circular de siete metros de alto por cuatro de ancho en la esquina del edificio y con ese encuentro apareció la idea de la enredadera de neón. Ella la asocia a su interés por las plantas, por los jardines y por la poesía. “Además de reivindicar el concepto de Arte Público –afirma– como arte para / en los espacios públicos donde el artista actúa como ‘demiurgo entre el espacio, el ciudadano y el arte’. El espacio público es un escenario de batalla entre disciplinas diversas, entre ellas la pregnancia de la publicidad tan invasiva. Es allí donde el Arte Público debe funcionar como punto de referencia del paisaje y no puede ser ya más ‘un héroe montado a caballo’”.
En este caso, fue interesante cómo esta obra de luz produjo una sensación de lugar: los vecinos, fuera de temporada, le escriben y le cuentan si está encendida o no, lo que les provoca verla en invierno y así sucesivamente. “De esta manera –agrega la artista–, se relaciona y se refuerza como una forma de expresión en el paisaje y contribuye a un diálogo crítico superando el sistema museo/galería.”
Dolores Cáceres es una tipa profunda, una artista que se toma su tiempo para investigar y que no cuelga unas lucecitas porque sí, sin dotarlas de algún sentido que ella quizá considera superior. Es así que en este trabajo buscó relacionar su enredadera plantada en la playa uruguaya con las poetas más interesantes del país vecino. Porque Enamorada del muro está dedicada y es un homenaje a la vez a Idea Vilariño, Marosa di Giorgio y Armonía Somers. Cáceres no le teme a la pretensión y siempre redobla su apuesta. No sorprende que diga a Las 12: “Hace varios años que estoy interesada por la literatura uruguaya, especialmente por conocer la poesía de Idea Vilariño, le siguió Marosa di Giorgio y finalmente Armonía Somers. Entonces decidí que Enamorada... funcionara como un homenaje a su literatura. Nombro. Provoco un juego de lenguaje, siendo la descriptiva una de sus funciones y el significado de una palabra su función. Llevo al territorio visual una síntesis de luz que evoca una idea vegetal y que se apoya en una literatura sensual, perdurable y de un romanticismo sin ingenuidad como la de Idea Vilariño”. Y allí mismo nos cita unos versos: “Los astros solo son barro que brilla/ El mar no es más que un pozo de agua amarga/ la noche no es azul, es amarilla...”, “La noche no es profunda, es fría y larga; a pesar de los versos de los hombres, el amor, sueño, glándulas, locura”. Y luego cita a Armonía Somers, hija de un comerciante anarquista, anticlerical y librepensador, con una vida llena de misterios y ubicada en el grupo de la literatura fantástica con textos impregnados de violencia, erotismo e irreverencia, “una autora marginal –nos dice– y ofrece estos versos: “Se puede salir herida al terminar una novela, pero es mejor que nadar en la superficie”. Y suma palabras gloriosas de la gloriosa Marosa di Giorgio: “En Enamorada... fue inevitable su referencia. Su obra es un canto a la naturaleza y a sus mutaciones –explica Dolores–. Una figura misteriosa, mágica que hace referencia constante en su obra a jardines, flores y huertos y toda clase de seres de la naturaleza vegetal, animal y mineral”. Dolores nos regala tres versos que la inspiraron:
“¿Qué flores eran esas suyas?
Puedo nombrar ochenta.
Y hay una que no cuento”.
Esta obra que la destaca en este verano, va sumando a su tumultuosa carrera que tuvo su pico, hasta ahora, en su obra monumental realizada el año pasado en el Parque de la Memoria. Convocada por la curadora del espacio, Florencia Battiti, Dolores Cáceres creó su muestra Dolores de Argentina, donde incluyó investigaciones realizadas en distintos soportes –incluyendo el neón, soporte con el que trabaja últimamente– desde 2001 hasta la fecha de la inauguración, el año pasado. Es la narración cronológica de los dolores de Argentina desde su fecha de nacimiento hasta el momento en que se exhibió la obra, relatado como el discurso violento de una sucesión de hechos históricos, tomado de los medios masivos de comunicación, “con palabras que construyen la declaración dolores de Argentina –confirma– como juego lingüístico entre el nombre propio y el sustantivo común”.
Ella misma nos cuenta cómo se gestó esa muestra monumental, una de las más importantes en el recorrido porteño de las artes visuales de 2012: “Dicen que fue Foucault quien afirmó que la memoria como espacio político es una invención reciente. También se dice que se puede conjeturar que la memoria política es una respuesta a un estallido de violencia de tal magnitud y planificación que desborda el cauce de la razón. A veces, los objetivos que la memoria se propone son al menos un escollo o un problema. En mi caso personal, el origen de la idea de trabajar con la memoria tiene un punto de partida en la historia de mi familia. Mi familia es de Córdoba, pero de a uno fueron distribuyéndose en distintas regiones. Yo crecí en uno de los momentos más trágicos de la historia de mi país y como muchas otras, mi familia vivió la tragedia de los años de la dictadura. Mi tío, hermano de mi madre, está inscripto en el Monumento, no en la lista de los desaparecidos, pero sí como un periodista asesinado por el terrorismo de Estado. Fue un período largo, quise olvidar, negué, sin subestimar el poder de la negación, hasta que pude hablar de ello y contar mi dolor con esta obra que se materializó a partir del 2000, pero que seguramente construí tiempo atrás. En esa segunda crisis, en la de 2001, fue cuando desperté y empecé a hablar de mis dolores y de los dolores de la Argentina, en un relato que asocia mi fecha de nacimiento con el origen de los dolores. Mi nombre y mi cuerpo como soporte de la obra”.
Toda la serie Dolores de Argentina tiene diversos niveles de información que se apoya en materiales efímeros y no, instalaciones, acciones, videos, fotografías y especialmente en la palabra. “La serie entera está diversificada entre texto e imagen –sigue diciendo sobre su obra capital– y las imágenes son cuerpos, mi propio cuerpo.” Esta diversidad de materiales es el resultado de la prioridad que le asignó a la idea y al proceso creativo sobre el resultado final. Como obra procesal se amplía, transcurre a medida que las tragedias ocurren y van llenando un espacio vacío. “Una lista de tristezas, de errores, de dolores colectivos, míos, nuestros, argentinos.”
Así, usó el lenguaje de la memoria no como un instrumento para inspeccionar el pasado sino más bien como el medio por el que esa inspección acontece y así armó su muestra, un verdadero suceso, un llamado de atención.
También el año pasado se lució en Tecnópolis con su instalación de constelaciones de neón llamada Atlas y antes. En el principio casi de su gesta como artista, en su cruzada antimuseos, intervino las paredes con sus neones, tachando con palabras el sentido de esos espacios expositivos.
Con una derivación de esta obra, está viajando ahora a la Bienal de Panamá y tiene en la cabeza un ambicioso proyecto casi cocinado. Se trata de una boya que flota en el Río de la Plata, donde Dolores probó instalar un neón con una frase de Borges, consiguió quien le donara la luz y el permiso de la Administración del Patrimonio Histórico. Ahora falta quien la convoque para plantar sus neones con una frase inolvidable sobre nuestro río ancho con historia de muerte y traición. Una obra que sería tan perenne como la frase de Borges que aspira a colocar en la boya: “Sé que una cosa no hay, es el olvido”. Un espacio de metal flotante que sobreviviría en nuestro río memorioso quizá por los siglos de los siglos y los neones, quizá rojos, se verían desde la Costanera, camino a la Universidad o al Aeropuerto pegados al muro de la boya como los neones blanco-nieve de hoy se pegan en el estudio esteño en forma de enredadera. Porque es todo distinto, pero finalmente es lo mismo: al menos tiene el mismo sentido. Encontrar espacios inusuales para transmitir un mensaje, como el de una botella en el mar, pero esta vez brillante en el río y ahora blanco-hielo en un rincón cerca de una playa de moda. Amar, siempre; olvidar, jamás.
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